Enfermería y clase de vuelo para aves deshidratadas
Las temperaturas de julio se tradujeron en un récord en el número de animales que llegaron a los centros de recuperación de Castilla y León, con picos de más de cien diarios
VALLADOLID
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Iniciar sesión¿Qué hace un polluelo de águila sediento cuando el nido se recalienta? Desesperado, puede intentar volar antes de saber hacerlo y quedar a merced de gatos y atropellos. Es la explicación que encuentran a la mayor parte de casos recibidos últimamente en la red ... de Centros de Recuperación de Animales Silvestres (CRAS) de Castilla y León. Y es que julio marcó un repunte 'récord' de entradas, casi todas de pequeñas aves necesitadas de cuidado por deshidratación. «No aguantan el calor y se tiran del nido antes de tiempo, es complicado que sobrevivan ocho o diez días antes de estar listos para volar», explica el veterinario coordinador de la red de centros, Gabriel De Pedro Aguilar.
Por eso, en un verano con los termómetros al rojo vivo, la implicación de la gente ha resultado fundamental: «Ante incendios y calor, tenemos que dar las gracias a la colaboración ciudadana, porque en un 80% de los casos han sido particulares los que rescataban animales y nos los traían en su coche», rememora Gabriel. «Agradecemos que nos traigan pollitos porque, en picos así, no damos abasto para recoger y cuidar, y con el cambio climático muchas especies lo van a pasar peor», apunta.
Y es que el fin de semana del 15 de julio, el CRAS de Valladolid registró a razón de un centenar de entradas diarias durante tres días consecutivos. «Fue un caos», reconoce la veterinaria María Villa, que indica que aun así aguantaron el tirón con una persona de refuerzo, pero que lo normal en verano es que allí puedan entrar «60 bichos en un día», estima con desenvoltura, pero no tantos seguidos, algo que en un momento dado podría llevarles a tener que priorizar especies en peligro de extinción. Baste comparar que este año, según el registro –en el que toman nota de todo–, ya han pasado 2.042 animales por el centro vallisoletano, que en todo 2021 atendió a 2.629 ejemplares, lo que hace esperar que este año se superen cifras.
Castilla y León cuenta con tres grandes centros en Segovia, Burgos y Valladolid, y dos más pequeños en Zamora y Salamanca, todos coordinados entre sí. El vallisoletano aglutina el mayor volumen de trabajo, ya que cuenta con un voladero elíptico en sus instalaciones, es decir, una especie de aeródromo o sala de musculación de gran tamaño adaptada como 'gimnasio' para grandes aves.
Pero en estos lugares ni se recogen sólo alados, ni sólo cuando son crías, ni sólo por falta de agua. Muchos animales ingresan tras haberse golpeado o electrocutado, o por motivos como una colisión contra un aerogenerador o una intoxicación. Aun así en 2021 el 27% de las entradas de la Comunidad correspondía a crías y la recogida de pollos se mantiene como la causa de ingreso más frecuente. El objetivo es siempre que se recuperen y 'entrenen' hasta estar «capacitados para vivir una vida normal». Comen, engordan y musculan. Los agentes medioambientales los liberan cuando están listos, cerca del territorio en el que les encontraron o en el más adecuado por especie.
En los últimos meses, aquí se ha atendido a polluelos de cernícalo, a vencejos, jilgueros o golondrinas; pero también a erizos, tejones, a un murciélago o a un osezno, y en ocasiones llegan corzos o zorros. «Las aves heridas son más detectables», aclara Gabriel, y María le completa: «A los mamíferos les atropellan y se esconden aunque sea reptando. Un lobo, por ejemplo, tiene que estar muy muy mal para dejarse coger».
No obstante, «las personas somos las primeras interesadas» en que los pájaros y otros habitantes de los bosques no flaqueen, algo que muestran consecuencias como que sin insectívoros «nos comerían los bichos en verano», comenta Gabriel. Estos cuidados velan por los ecosistemas, al permitir la supervivencia de especies como la del águila imperial, «una joya» que se «está recuperando de un estado muy crítico en Castilla y León» y toda «una especialista en comer conejos». En el centro, una de poco menos de un año de vida pronto se 'independizará'.
El personal de toda la red se nutre de veterinarios y de peones especialistas como Rubén Cabrero, que madruga para hacer volar a milanos o buitres antes de que el sol caliente. También les asisten estudiantes en prácticas de Biología o Veterinaria y en verano, voluntarios (con programa en Burgos y Valladolid), que ayudan sobre todo en limpieza o en la ceba, una labor que exige 'ronda' cada hora y media.
Para hacerse a una idea de cómo es este particular hospital, el emplazamiento de Valladolid cuenta con una UCI, varias 'boxes' (habitaciones adaptadas para que los animales descansen) y una sala de necropsias, ya que la «parte fea» de esta tarea de recuperación es recibir cadáveres o que haya animales que no salen adelante.
Un tercer pero muy reducido grupo de animales sobrevive pero queda incapacitado para la vida silvestre y se queda en el centro. Es el caso de una búha real convertida en «nodriza», ejemplifica María. «Nos viene muy bien porque ejerce de madre adoptiva para los polluelos y les enseña, pero tiene una lesión en un ala y sólo da pequeños voleteos», describe.
En el CRAS de Valladolid cuentan con una clínica con su mesa para exploraciones y operaciones y con máquina de rayos X. Crían a ratones y codornices para alimentar a carroñeras y enseñar a cazar a rapaces, algo crucial en el caso de los pájaros que llegan como polluelos y necesitan saber defenderse en lo salvaje. «Una vez fuera del nido, tenemos que acabar de criarles, pero si el animal se hace a ti, ya la has liado», advierte Gabriel. Por eso no se les pone nombre y se mantiene la mínima interacción. Coger distancia y que no se acostumbren a la presencia humana se hace crucial para que los animales sean autónomos y no se vuelvan domésticos y para que el trabajador no se encariñe y sufra demasiado con aquellos que no pueda salvar.
Como ante cualquier otra herida o afección, Gabriel De Pedro indica que si se encuentra un ejemplar deshidratado y necesitado de ayuda, se debe llamar al Servicio de Emergencias 1-1-2. Es la manera más rápida de contactar con el centro o el recurso más cercano, ya que la red determina que es lo más adecuado, lo recogerá si es posible o pedirá al 'rescatador' que lo coloque en una caja y se lo lleve a alguno de los puntos.
Rescatar o no rescatar
Pero ojo, una alimentación incorrecta puede matarlos con una bajada de glucosa, y también tiene ese peligro el estrés de ser capturados, así que la rapidez es lo más importante. Tenerlos varios días en casa dándoles «pan con leche con la mejor intención» puede ser fatal. «Cuanto antes lleguen, más posibilidades tienen de salir adelante, porque se valora cómo están y se les atiende de acuerdo con ello», comenta el veterinario, que añade que en los casos de deshidratación más severos puede no bastar el agua y serán necesarios suero o papilla reconstituyente.
En cualquier caso, no siempre conviene recoger animales, pese a que hasta los sanos pasan al menos un día en observación si llegan a los centros. María Villa cuenta que pasa mucho con los erizos. No se les debe 'rescatar' de un camino salvo peligro inminente de ser atropellados porque «son lentos» y seguramente «sólo lo están cruzando». La veterinaria también añade un aviso en el caso de los «pollitos» que han caído del nido. «Para saber si hay que llevárselo o no, tienes que quedarte un rato», indica, pues los que están 'a punto de caramelo' con el tema del vuelo pueden sobrevivir las horas necesarias con ayuda de sus progenitores. «Es necesario observar desde lejos durante al menos una hora para ver si los padres se acercan y lo alimentan o no», matiza.
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