Los embalses 'pierden' en verano el 60% del agua en un año de «extrema sequía»

La Confederación Hidrográfica del Duero admite la situación «preocupante», con los pantanos a poco más del 30% de su capacidad

El embalse de Aguilar, en la provincia de Palencia, a menos del 14 por ciento de su capacidad, con 33,5 hectómetros cúbicos de agua de los 247 disponibles abc

Isabel Jimeno

VALLADOLID

Poco menos que una tirita para intentar cicatrizar las heridas en la tierra cuarteada por la falta de agua son las precipitaciones que, de forma más o menos generalizada, ha vuelto a regar Castilla y León esta semana. A las puertas del otoño, la lluvia ... regresa. Y lo hace para mojar un terreno deshidratado tras meses en los que las nubes apenas han descargado, y cuando lo han hecho ha sido en forma de chubascos aislados y tormentas. La imagen de la sequía la reflejan los embalses, en los que las reservas acusan una pronunciada caída en un año «extremadamente seco». Los dieciocho que gestiona en Castilla y León la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD) -es la que abarca la mayor parte del territorio- están, en su conjunto, a poco más del 30 por ciento de su capacidad, aunque con una situación muy diferente según las provincias. Si se suman también los de carácter privado para uso hidroeléctrico el panorama no es mejor, a un exiguo 37% y cayendo, casi veinte puntos por debajo de la media del último decenio.

La escasez de precipitaciones también se ha dejado notar al abrir el grifo con un centenar de pueblos a los que el agua ha tenido que llegar en cisternas, municipios en los que se ha restringido el consumo, limitado las horas de suministro o prohibido el riego de jardines o llenado de piscinas. Y en los ríos, con cauces sin apenas agua y peces agonizando que han tenido que ser rescatados. Arriba, en los Picos de Urbión, donde el Duero nace, difícil ver líquido e imaginar que de ahí parte el principal curso fluvial que discurre por la Comunidad hasta desembocar en el Atlántico atravesando Portugal.

Y en un verano seco como el actual, además de «extremadamente cálido» en el que ni siquiera las temperaturas han dado una tregua por la noche para ver el amanecer con rocío, las reservas, de las que la evaporación también ha chupado, han bajado casi en pendiente. En este momento acumulan cerca de un 60 por ciento menos que al inicio del estío. A menos de un tercio de su capacidad de almacenamiento, tan sólo tienen 883 hectómetros cúbicos en unos vasos en los que caben más de 2.877. El verano, la época en la que el regadío, principal consumidor, más bebe para poder sacar adelante las cosechas, ya comenzó con un déficit respecto al promedio de los últimos diez años. Y con el paso de las jornadas de calor, bochorno y casi cero agua, se ha ido incrementando. Si entonces estaban casi ocho puntos por debajo en la comparativa, ahora la brecha se abre por encima del los once.

«Complicaciones serias»

Ni siquiera todas las comunidades de regantes han podido llegar al fin de campaña en una temporada ya de por sí escasa de agua y que se ha llevado a cabo con «complicaciones, muy serias en determinados sistemas de explotación», reconocen desde la CHD. Aunque hay sistemas que están «lejos de agotar» la dotación establecida y se estima que puedan prolongar la irrigación de sus cultivos hasta final de campaña -como el Esla-Valderaduey, Arlanzón, Alto Duero, Riaza, Adaja y Tormes-, hay otros que hace más de un mes a los que no llega agua, como en el Bajo Carrión o el Tuerto, el que «ha contado con la dotación más estricta».

«La dificultad de gestionar un sistema tan complejo como es el binomio embalse y río, sometido a grandes incertidumbres, está exigiendo un esfuerzo permanente de los técnicos de la Confederación a fin de optimizar al máximo el agua desembalsada», subrayan desde el organismo de Cuenca.

La situación de las reservas «es preocupante debido a unas circunstancias climatológicas extremas en un año extremadamente seco», admiten desde la CHD. El llenado de sus embalses es dispar: del nivel inferior al 10 por ciento en el que se encuentra un gran embalse como el leonés de Barrios de Luna (menos de 30 hectómetros cúbicos de líquido de los 308 para los que tiene capacidad) o el exiguo 13 por ciento del palentino de Aguilar (apenas 33 hectómetros de 247 posibles) al más del 85 por ciento al que está uno pequeño como el salmantino de Águeda (casi 18 hectómetros de 22) o el 40 al que se encuentra en la misma provincia el de Santa Teresa (algo menos de 200 hectómetros cúbicos de reservas de los 496 con los que puede llenarse). En términos globales,los embalses del Duero presentan sus registros más bajos de los últimos cinco años,aunque más acusada en Castilla y León la sequía de 2017, cuando el promedio de las reservas en agosto apenas superaba en total los 700 hectómetros cúbicos y en septiembre bajó de los 580. El agua de los 18 cabía, y de sobra, en el pantano leonés de Riaño, el más grande de la Cuenca.

Los cultivos, como el girasol, han acusado la falta de precipitaciones ABC

Si el riego sí se ha visto condicionado por la escasez de agua, el bajo nivel hasta el que han descendido los embalses no ha obligado a restricciones para el consumo humano. Eso sí, un centenar de pueblos de todas las provincias salvo Ávila, Segovia y Valladolid han tenido que recurrir a dar de beber a sus vecinos con cisternas, en buena parte de los casos porque sus captaciones no daban más de sí, además en un estío en el que reconocen más presencia de veraneantes.

Cisternas y restricciones

Como un «año excepcional» califica Román Hernández, diputado delegado de Medio Ambiente y Protección Civil en Salamanca, donde ya desde junio comenzaron a suministrar agua con cisternas a pueblos con problemas y la situación ha ido «cada vez a más». Al menos, las últimas lluvias han permitido que en la zona más conflictiva, en la Sierra de Francia, con problemas de abastecimiento desde hace lustros, la captación se haya recuperado. A unos 30 pueblos han tenido que llevar agua este estío, primero con cisternas propias «pero visto como venía la situación», se tuvo que realizar una contratación de urgencia para sumar dos camiones más. Ha sido «tremendo», reconoce Hernández, obligando a «multiplicar por tres» el presupuesto y los medios técnicos y humanos.

Más de tres millones de litros de agua ha tenido que transportar sobre ruedas la Diputación de Soria, casi el triple que el verano pasado, para garantizar el suministro en los pueblos, en unos casos por averías y en otros por falta de líquido en sus redes, la causa principal y que ha afectado a unos cuarenta municipios como Catalañazor, Valdelavilla o Pinilla de Caradueña. Rionegro del Puente, Gallegos del Río y Carracedo son algunas de las localidades a las que la Diputación de Zamora ha tenido que seguir llevando sus cisternas de 12.000 litros ya entrado de septiembre .

Aún así, en algunos pueblos no ha quedado más remedio que cortar el suministro unas horas, como en Sotoserrano (Salamanca), donde además se limitó la apertura de las piscina, en Rollán, Calzada de Don Diego o Matallana de Torío, en la provincia de León, con la queja de varios alcaldes del «uso irresponsable» del preciado bien. En Palencia, la provincia en la que sus embalses están en un nivel más bajo, días en los que dar el grifo y no ver salir ni una gota han sido la tónica en municipios como Barruelo de Santullán.

Prohibido el riego de jardines, llenado de piscinas o lavar el coche durante estos meses de calor y escasez en Sepúlveda (Segovia). A la vez que en los también turísticos municipios de El Real Sitio de San Ildefonso y El Espinar emitían bandos para ahorrar. El 25 de agosto, en La Granja sólo se encendieron cuatro de las siete Fuentes de los jardines del Palacio Real como otra muestra de lo rácanas que han sido las nubes este 2022.

En Candeleda, con el nombre de la localidad abulense en los récord diarios de temperaturas más elevadas, incluso de toda España, ni una gota vieron caer el pasado mes. Junio «seco» e incluso «muy seco» en algunas zonas, julio «muy seco», a los que se suman un agosto en el que «con carácter general, la precipitación acumulada se queda en torno al 90 por ciento de su promedio», reconocen desde la Aemet (Agencia Estatal de Meteorología).

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