Una detonación para poner fin a una era
Con la voladura de las dos torres de refrigeración y de la chimenea de la central térmica de Compostilla II se dinamitan los últimos vestigios de la minería
Denuncian compensaciones diez veces superiores por el cierre de la térmica de As Pontes (Coruña) que por la de Compostilla II (León)
Concentración en 2019 frente a Compostilla II
La comarca del Bierzo (León) dinamita este jueves los últimos símbolos de su pujanza económica durante el último tercio del siglo veinte. Despedirá a los que más de uno ha calificado como «los últimos vestigios de más de un siglo de tradición, historia y ... cultura de minería del carbón» en la comunidad de Castilla y León. A las doce del mediodía se procederá a la voladura de las dos torres de refrigeración y de la chimenea del grupo tres de la vieja central térmica de Compostilla II, ubicada en el municipio de Cubillos del Sil, a pocos kilómetros de Ponferrada. Endesa, propietaria del complejo, y la empresa encargada del desmantelamiento de la central lo tienen todo listo para ese adiós.
Cinco segundos antes de las doce del mediodía se iniciará la cuenta atrás para la explosión. Supondrá el final de una operación que se activa a las ocho de la mañana, con el repaso de los protocolos establecidos. El cronograma contempla acordonar una zona de seguridad con un perímetro de 400 metros. A las nueve se cerrarán carreteras y caminos y, acto seguido, se procederá a la evacuación de las personas que hayan podido acceder a las instalaciones. Y una vez finalizada, un vehículo, con una sirena encendida, recorrerá todos los caminos, dando el preaviso del disparo.
Los artilleros ya estarán en sus puestos a las doce menos veinte y a las doce menos cinco, una sirena emitirá un tono largo. Un minuto antes del mediodía, se oirán tres tonos cortos de sirena. Y, a las doce de la mañana, la voladura. Decenas de kilos de explosivos tirarán ambas torres y la chimenea.
El combustible autóctono
Supondrá la desaparición de las últimas torres de las centrales térmicas de carbón que hubo en Castilla y León. A lo largo de los últimos años, han ido cayendo en Anllares del Sil (León), Velilla del Río Carrión (Palencia) y La Robla (León). Las sucesivas voladuras eran consecuencia de la ruptura de España con el carbón, su único combustible autóctono. Nuestro país apostó por las energías verdes y dejó de producir electricidad con el llamado, en otro tiempo, «oro negro». Ese hecho ha contrastado con la continuidad del empleo de carbón en otros países europeos, singularmente Alemania o Polonia, cuyas térmicas siguen activas, igual que sus minas. Ahora, España es un centro logístico para el carbón de importación que se traslada a otros puntos del viejo continente.
La desaparición de las torres y la chimenea de la térmica de Compostilla supone, en opinión de muchos, la confirmación de un fracaso. Una decepción que empezó en diciembre de 2018, último día en que esa central produjo electricidad con carbón. Supuso el «último servicio» de una instalación inaugurada en 1966 y que sustituyó a la térmica con la que Endesa inició su actividad en 1949, en Ponferrada. En ese tiempo, Compostilla II quemó hasta 124 millones de toneladas de carbón y generó casi 2.900 millones de megawatios por hora, durante todo su tiempo de funcionamiento, que sumó 1,2 millones de horas, según datos que aportó la propia compañía eléctrica, cuando en el año 2020 desconectó la térmica de la red.
Desde entonces, los intentos de salvar las torres y la chimenea, con más o menos interés o intensidad, han resultado infructuosos. La Consejería de Cultura de la Junta de Castilla y León protagonizó una tentativa para la declaración de esos elementos como Bien de Interés Cultural, pero lo descartaba en poco tiempo, después de asumir un informe de Endesa que elevaba sus gastos de mantenimiento hasta los veinte millones de euros. Este hecho motivó un primer aplazamiento de la voladura, en diciembre de 2022. La segunda fecha señalada, enero de este año, también quedaba aplazada a instancias de la plataforma ciudadana Bierzo Ya, último colectivo que ha intentado, en vano, salvar las torres y darles un uso museístico o turístico.
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