Vacas con flequillo

Una chica recién entrada en la veintena contaba hace poco que quería tener una casa con jardín no para tener un niño sino para tener una vaca escocesa de esas con flequillo. Contaba que eran los animales más sociables y leales y que ella quería tener una como mascota. Es el momento de encumbrar a las vacas como animales de compañía y dejar a Niebla, el perro de Heidi y que se llamaba así en honor al perro de Pablo Neruda, como un vago recuerdo de lo que antes eran animales de compañía y animales domésticos.

Si la historia del mosquito africano se contara en YouTube y la protagonista fuera una vaca con flequillo hasta el Congreso de los Diputados haría una moción instando a acabar con el pérfido asesino. Se fundaría una ONG en favor de las vacas Hairy Coo de las Highlands aunque la interfecta viviera como mascota en un piso de la provincia de Salamanca donde estos días cientos de parientas suyas mueren porque a nadie les importan lo más mínimo.

Nuestro medio rural se vacía porque nadie quiere que le consideren un primate que ve a los animales como animales y no como mascotas. Mientras tanto, los pisos y las calles se llenan de vacas-mascota y de gentes que consideran un derecho sagrado hacer fotos de estudio a sus gatos. En definitiva, primates digitales privados del contacto con la realidad, con una máxima preocupante tatuada en la frente «esto lo tiene que arreglar el Gobierno». Esperen sentados porque lo único que conseguiremos es encontrar una causa más con la que poder enfrentarnos mientras las vacas de aquí y las escocesas miran cómo pasa el tren y nosotros nos matamos a vídeos diciendo que el que piense lo contrario merece ir al matadero.