vía pulchritudinis

Protocolos

El mundo se ha hecho tan pequeño y nuestra responsabilidad está tan coartada que ya no puedes ni morirte a gusto, bajo tu responsabilidad vivida

No hace falta el lunes

Castilla y León

ICAL

Un día vas y te mueres. Es una obviedad, una perogrullada pero hemos llegado a un estadio en el que ni eso se puede hacer sin polémica. Poco importa de qué, cómo o cuándo. La cuestión después del óbito siempre es que los protocolos han ... fallado. Ya no ha lugar a la espontaneidad de la muerte en estado puro, de la fatalidad, del accidente, del «llegó su hora».

Las muertes ahora tienen prólogo y no es la vida. Los muertos son héroes y heroínas cargados de motivos y argumentos para que irse al otro barrio sea poco menos que un ultraje. Nos vamos muriendo valientes, buenos, extraordinarios y cuando, por fin, llega la hora alguien encuentra un fallo en el protocolo que podría haberte salvado la vida. Buscando en el arcón de las responsabilidades ajenas aparece como por arte de magia un llanto sordo que no llora por el muerto sino por la responsabilidad de quien tuvo la oportunidad de protocolizar su muerte o los instantes que después se agolpan sin orden ni concierto. Hasta que se legisle sobre la obligatoriedad de poder culpar a alguien hemos convenido que los psicólogos de la sanidad pública sean los depositarios de canalizar la responsabilidad hacia entidades que todavía no están protocolizadas. Es como hacer un dictamen no vinculante de culpabilidad. El encarcelamiento por muertes ajenas llegará en breve no por responsabilidad del reo sino para exculpar al finado o, mejor aún, a su familia, amigos o 'colectivo'.

Responsabilidad propia del muerto, responsabilidad propia de quienes tendrían que llevarlo a hombros hasta su última morada, responsabilidad, responsabilidad… Ya no eres responsable de beberte hasta el agua de los floreros o de ir a mil por un camino de cabras porque el responsable último siempre es el insospechado fallo de un protocolo que alguien hizo mal o que directamente no redactó con tu nombre y apellidos. Se pueden protocolizar muchas cosas para que el mundo sea mejor pero nadie puede escribirte la vida para que seas inmortal, sabio, amable y guapo no normativo.

El mundo se ha hecho tan pequeño y nuestra libertad está tan coartada que ya no puedes ni morirte a gusto, bajo tu responsabilidad vivida. Antes, por lo menos, podías resucitar pero es que ahora -con esto de no creer- la importante es mandar un formulario con firma electrónica para que le resuciten conforme a lo establecido en el protocolo.

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