vía pulchritudinis
Matabuena
Tere y Mariano viven en ese pequeño pueblo con otros siete paisanos y aunque el mundo se derrumbe, en estos momentos, tienen en el Belén su razón de ser
La abuela gritó
No importa
Una imagen del pueblo segoviano de Matabuena
Es domingo por la mañana. Apagas la radio y dejas de escuchar al ahora ministro Óscar Puente intentando eclipsar con una nueva grosería el enésimo improperio de García Gallardo. Pliegas el periódico con esa parsimonia del que reserva para los domingos la compra del diario ... en papel y arrancas el día enfundado de neorruralismo. Abandonas esa realidad digital para tontos que sorprendentemente te ha convencido de que lo de Gaza lo arreglarías de un plumazo. Unos pantalones de monte y unas botas con las que podrías hacer cumbre en el Himalaya son atuendo suficiente para adentrarte en el «mundo real». Te quedan doce horas para «arreglar el mundo» mientras divagas sobre el cambio climático a bordo de un 4x4 por las carreteras del norte de la provincia de Palencia. El románico es merecedor de ser Patrimonio de la Humanidad y de la Vía Láctea.
Llegas a Matabuena y allí, en su iglesia, te encuentras con Tere y Mariano. Abren la puerta cuando sus perros les avisan de que se aproximan forasteros. Dentro de la iglesia en la que sólo se celebran dos eucaristías al año están terminando de montar un Belén digno de admiración. Un Misterio, un arroyo, el Anuncio del ángel y los pastores lucen espléndidos.
Tere y Mariano viven en ese pequeño pueblo con otros siete paisanos y aunque el mundo se derrumbe, en estos momentos, tienen en el Belén su razón de ser. El Nacimiento lo verán sólo unos pocos; los vecinos del pueblo, puede que alguien de Cillamayor y unos cuantos turistas. Su trabajo no va a servir para nada ni les facilitará la vida pero les imprime dignidad. Trabajan para nada, se ilusionan con algo estéril a los ojos de los que les visitan e, incluso, de sus vecinos. Su Belén no sirve ni servirá igual que el Adviento que ahora arranca tampoco nos mejorará las cuentas de resultados ni la vida de quienes viven en lo más profundo del medio rural.
El día terminará sin haber arreglado ni la amnistía ni lo de Gaza ni la despoblación pero nos regalará cinco minutos en los que lo más importante será el trabajo aparentemente estéril de dos paisanos que te han convencido de que las cosas valen tanto como estemos dispuestos a pagar por ellas. Mañana todos seguiremos igual de bien o de mal pero tendremos un Belén que no sirve para nada pero que te hace muchísima ilusión. ¿Quién da mas?