vía pulcrhitudinis

El hombre tranquilo

Puede que nos falten más Maureen O´Hara a las que aspirar o una paz a la que retornar

Matabuena

La abuela gritó

Fotograma de 'El hombre tranquilo' ABC

Hace muchos años en el arrabal de mi pueblo media docena de paisanos recordaba día tras día lo que habían hecho y lo que habían dejado de hacer cuarenta años atrás durante la Guerra Civil. Risas, ironía, sarcasmo, tristeza y melancolía se entrecruzaban en aquellas ... conversaciones que se agotaron por razones de causa mayor. Aquella media docena de paisanos nunca faltaba a su cita y ni la muerte de uno de ellos retrasaba el encuentro. Ellos mismos alegaban socarrones que no iban al entierro del muerto porque él ya no iría al suyo. Hasta la muerte era tranquila, sin estridencias, sin buscar culpables ni responsables. Dios lo quiso.

Aquella media docena de paisanos hablaba de un tiro al aire, de un tiro que acertó, de un amigo, de un enemigo y, a veces, hasta de un partido de fútbol con las trincheras como una imaginaria banda que terminaba en una línea de fondo infinita. Ellos ya no están, se han ido y ahora las bandas de los partidos se corren a voces, con estridencia e histrionismo.

John Wayne hacía lo mismo lejos de Castilla, en su Inisfree natal. Se pegaba tranquilo, respetando las normas, llamando a la paz. El pueblo entero contemplaba emocionado los monumentales puñetazos de un hombre tranquilo que pese a la refriega transmitía serenidad. El hombre tranquilo de Inisfree y los paisanos del arrabal de mi pueblo se pegaban y hablaban de guerras con una parsimonia que bien podríamos rescatar en parlamentos y tribunas de oradores, tertulias y conversaciones de bar. Lo peor de todo no es que los hombres ya no seamos tranquilos sino que aquellos luchaban por ganar una guerra o un amor ¿y nosotros?. Hoy las algaradas, los puñetazos y los tiros son para que el otro pierda, para que no gane el enemigo sin importarnos por lo que luchamos. Puede que nos falten más Maureen O´Hara a las que aspirar o una paz a la que retornar después de haber vivido el drama de una guerra entre hermanos y en la que los tiros eran de verdad y, muchas veces, acertaban.

Un tipo pacífico, sin cara de macarra ni verbo tuitero por muy fuerte que sea en su interior ya no tiene sitio en esta España de hoy. El hombre de extremo centro, el de convicciones rotundas pero sin gritos está a punto de perder a su Maureen O´Hara y, probablemente, la paz.

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