VÍA PULCHRITUDINIS
Cruzar el Guadarrama
Ya no te atreves a ir en AVE a Madrid porque puedes llegar a tiempo o no
Pobres y vendidos
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Iniciar sesiónA los 18 años te sacabas el carnet de conducir y la prueba de fuego para erigirte en un avezado conductor era que, sin saber por qué ni con qué motivo, tuvieras que cruzar el Guadarrama con las manos al volante. Era esa ilusión adolescente ... que se convertía en un rito iniciático de la madurez. Todo esto dejó de ser cierto cuando el AVE extirpó de la rutina diaria el peaje de Adanero o el café en Las Chimeneas.
El vallisoletanizado ministerio de Fomento conoce todo esto a la perfección y, como si de una irónica medida de gracia se tratara, ha decidido que nos retrotraigamos treinta años en el tiempo y nos ha obligado a volver a nuestra tardoadolescencia. Ya no te atreves a ir en AVE a Madrid porque puedes llegar a tiempo o no. Esa graciosa prebenda con las que nos ha obsequiado el ministro Puente tiene, sin embargo, otras derivadas que si son de agradecer. Ahora las estancias en la capital del Reino son más prolongadas en tanto lo de volver a casa a comer o a cenar ha quedado en el olvido.
Pasas el túnel del Guadarrama y te das cuenta de lo diferente que es vivir en el mundo rural y en el espacio urbanita de los madriles. Todo es distinto. La gente viste distinto, los coches son distintos, se come distinto y, sobre todo, se vive diferente. No voy a hacer un alegato en favor de lo rural frente a lo urbano, el provincianismo mata y acotar la mirada a los platos de la abuela atrofia el paladar.
La clave no está en lo mejor o en lo peor sino en lo distinto. Un país, una sociedad incapaz de entenderse porque se desconocen y ni se imaginan en su abismal diversidad. Castellanos y andaluces nos escuchábamos el acento como si fuéramos alienígenas pero ahora la diferencia no la marca el «seseo». El fastidio de una granizada en junio nos une a todos por motivos bien distintos. Unos miran al cielo rogando que la descarga no arruine la cosecha y otros esperando tomar el sol lo suficiente antes de las vacaciones para no hacer el ridículo cuando lleguen las horas de chiringuito en la playa.
Hay becas Erasmus para que los estudiantes conozcan Europa y alguien debería pensar en la necesidad de abrir una línea de ayudas para que los de cada lado del Guadarrama se conozcan entre sí porque, cada vez más, nos parecemos tanto como un kikuyu y un esquimal aunque vivamos a dos horas en coche. Todos tenemos la necesidad y la obligación de entender cuán diferentes somos pese a la proximidad. Nos parecemos en aquello que nos dicta la Aldea Global del MacLuhan en formato redes sociales pero hay una porción extraordinaria de nuestro ser que todavía no aparece en los vídeos cortos de los influencers y que nos hace deliciosamente diferentes.
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