'Coser' la brecha digital con formación sobre ruedas
Cinco furgonetas expanden el programa de formación tecnológica de Castilla y León gracias a su material itinerante. Los vecinos de Sorriba del Esla (León) son de los primeros en estrenar la modalidad
El gran reto del mundo rural
La oficina de Fernando Zárate es una furgoneta. Cuatro ruedas y, en la parte de atrás, un 'cofre del tesoro' tecnológico que crece «sobre la marcha» y en el que destacan diez portátiles con su caja de carga, un 'wifi' móvil, lámparas ... que se pueden conectar a él o pequeños 'sets' con los que aprender a programar un videojuego sencillo. Se trata de una de las cinco aulas portátiles que hace un par de meses implementó el veterano programa CyL Digital, que lleva años proporcionando formación gratuita sobre este tipo de competencias. Lo que normalmente se resolvía con el equipamiento de los centros asociados -existen más de trescientos en la Comunidad- se expande ahora a los colaboradores, que sólo cuentan con el espacio, pero no ordenadores ni nada similar. «No está limitado a que lo soliciten ayuntamientos, una asociación de mujeres o una peña pueden pedir cursos si tienen techo y electricidad», puntualiza Zárate.
El formador aparca ante uno de esos nuevos centros colaboradores: las viejas escuelas de Sorriba del Esla, en la montaña leonesa. Con poco más de 160 habitantes censados, esta localidad dependiente de Cistierna, de la que apenas separan un par de kilómetros, se viste de nidos de cigüeña. Las aves vuelven, como la primavera, aunque el cielo aún esté caprichoso y le dé por mezclar el sol con el granizo, o a pesar de que todavía haga frío para quedarse a dormir si las casas han estado cerradas y son para el verano.
Hay cierta expectación. Al fin y al cabo, no todas las tardes hay algo programado en Sorriba, que remolonea al salir de su letargo invernal, sólo definitivamente roto el 31 de mayo, por efecto del día de fiesta grande de la Virgen de la Vega. «Tenemos un grupo de Whatsapp para informar al pueblo de las actividades, porque si ponemos un papel, con el mal tiempo hay gente que no se entera y así dicen 'venga, apúntame'», cuenta María Jesús Campo, que forma parte de la junta vecinal. No en vano, en el día a día, el que quiera tomarse algo en un bar, por ejemplo, tendrá que irse a Cistierna. Allí precisamente conoció el programa el presidente de esa junta vecinal, Jesús Ángel Rodríguez. «A Fernando le estoy super agradecido», admite este de entrada. «Fui a un curso, y viendo la necesidad que teníamos, le abordé y le dije que podríamos organizarlo en Sorriba», cuenta. Y -aunque no es un entusiasta de las tecnologías- el propio Rodríguez, pastor de profesión, reconoce que «es bonito poder hacer una foto a una oveja bien y no de cualquier manera». Y saber que lo explica alguien «tan agradable» bien vale «liberar un par de horas».
Hoy, hay gente que se ha animado a venir desde León a 'darle una vuelta' a esa casa de los padres o abuelos y pasar la tarde. Y los que ya están ahí, se presentan puntuales, con pastas y café para luego. Entran unos doce o quince alumnos ya 'talluditos', charlan, toman asiento. Aunque los vecinos no permiten que las viejas escuelas «cojan polvo», celebran actividades puntuales como talleres de memoria y sueñan con que el ayuntamiento se las ceda para hacer un 'teleclub', por ahora, la segunda sesión de este curso de fotografía y vídeo con móviles les da un poco más de vida. Es una ocasión para aprender que se transformará en excusa para socializar. Pero primero, la clase. Fernando Zárate ha montado el proyector y repasa conceptos: recuerda que la fotografía es luz y les enseña a jugar con ella, o compara la cámara y su diafragma con un ojo y su párpado. «El otro día, antes de ponernos a trastear, estuvimos hablando sobre el encuadre, ¿os acordáis?».
Luego, en un aparte, valorará positivamente esta dinámica de los Espacios CyL portátiles. «El problema que tenemos con la brecha digital es que casi siempre la intentamos resolver desde la lejanía y desde la teoría», reflexiona. «Es ese puntito de cercanía y flexibilidad lo que hace que se dé el paso y se empiece a usar la tecnología», opina. Por eso, Zárate hace hincapié en que los 'profesores digitales' de estas furgonetas tienen un papel de «facilitadores» y «no tanto de docentes». No se trata de profesionalizar, sino de «acercar» un uso cotidiano de los recursos a muchos, en el contexto de un «sistema de embudo» en el que esa persona que jamás ha tocado un ordenador sólo ha encontrado parches y apaños para resolver sus trámites -cada vez más digitales- sin entender las utilidades ni los dispositivos realmente. «Dejar que cada persona haga su proceso es la manera de conseguir un cambio», asevera el formador.
Una de las ambiciones del programa es captar a nuevos participantes. No tanto impartir muchas formaciones a los mismos grupos, sino llegar a un público más amplio: desde la consejería del ramo se han marcado como objetivo a 33.000 residentes del medio rural. Así que Zárate, que trabaja para la subcontrata Mainjobs, se mueve mucho por tierras leonesas: un día en Crémenes y otro en Puebla de Lillo, su calendario también incluye Quintana del Castillo o Sabero, con una programación variada que va desde una aproximación a Sacyl Conecta o al DNI digital y otros certificados -«les encanta, les evita un montón de viajes a León», indica- hasta cursillos de robótica, copias de seguridad o inteligencia artificial. «El programa CyL Digital lleva en marcha años, pero en muchos sitios se está conociendo ahora», mantiene.
En este curso con 'smartphones' en Sorriba, en el que los asistentes aprenden a evitar que una foto se les queme o a escanear con el móvil, Fernando pasa revista a los 'deberes' que les mandó la sesión pasada. Algunos vecinos han practicado con disparos a su frutero, a un precipicio peligroso, durante una excursión al embalse de Riaño o inmortalizando seres queridos o el camión con el que trabajan.
A continuación, llega la parte práctica: hasta donde el tiempo lo permite, los alumnos deambulan para probar los trucos que acaban de darles. '¿Y este modo para qué sirve? ¿Esto cómo se hacía?', preguntan. Si el 'profe' está ocupado, el que conoce el modelo o la manera de manejarlo ayuda a su compañero, en una cadena de aprendizaje.
También cae alguna foto en el patio trasero de las escuelas. Un hombre cuenta que, de niño, él se pasó los recreos aquí. El maestro tenía allá unas colmenas, indica. ¿Y no picaban? «¡Pues claro!», ríe. Se trata del padre de María Jesús, al que precisamente se había referido ella: «Antes hacía una foto y le daba igual como saliera, ahora acerca, aleja, 'esta no vale'...». La vecina opina que «la aceptación está siendo muy buena» y valora positivamente tanto el carácter de la explicación como el valor humano del formador para conseguir que los participantes se impliquen e interactúen. «Al final son cosas sencillas, pero no es lo mismo para una persona de 20 años que para una de 70, y aquí aprendes mucho en poco tiempo», resume.
Teófilo está de acuerdo y al finalizar describe la sesión como «muy accesible y fácil de asimilar». «Ayuda a conocer el móvil, cada vez ves más las posibilidades y le pierdes el miedo», considera, mientras atardece. «Todo lo que se me ha quedado me resultará útil», sonríe María del Rosario González, que no ha dudado en valorar con un «muy bien» el curso, entre el café y la charla con las compañeras o el cuestionario para dejar oficialmente comentarios y valoraciones. Ahora que vive en León, no había vuelto desde Navidad, cuenta. Luz María Rueda, que «no siempre» ha vivido en Sorriba pero ahora sí reside ahí la mayor parte del año, también expresa su satisfacción con esa 'ventana social'. Al fin y al cabo, «en el pueblo no hay vida en sociedad, sólo la misa los domingos, y no todos van», apunta, para encogerse de hombros. Así que el curso le ha parecido «entretenido», y cree que le sacará partido para fotografiar más y mejor a sus nietos. La tarde se cierra apaciblemente, entre pastas y despedidas sin prisa. Fernando desmonta el proyector: mañana su curso, siempre itinerante, será en otro lugar.
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