Buenos días, vietnam
El día que cierre Twitter
A mí sólo me queda una duda: ¿quién va a gobernar España si cierra la red social?
La noche que cierre Twitter volveremos a ser los de siempre. Y coincidiremos en los mismos lugares de antaño, tomando cañas a deshora donde Borja, que nos dará de beber igual hoy que cuando teníamos un porrón de seguidores. El día que cierre Twitter dejaremos ... de ser ingeniosos sin interrupción y descansaremos al fin. Seremos los mismos de entonces: tres amigos de la infancia, alguno de la carrera y unos cuantos anónimos que salen de trabajar. Dejaremos de ponerle cara a todo el mundo, y vida, para quizá volver a tener obra. Y a la mañana siguiente compraremos de nuevo churros, el periódico y saldremos a correr… Llegaremos con flores bajo el brazo, e incluso puede que volvamos a ir a misa los domingos. Honraremos a los padres y por encima de todas las cosas les haremos caso en aquello que nos decían cuando éramos pequeños de pensar antes de hablar.
Así amanecerá Valladolid el día que cierre Twitter y la ciudad seguirá estando en el centro exacto de Castilla y aquí no habrá pasado nada. La historia con sus flecos, aunque ya no haya hilos en la red social. Todo será lo mismo que en las fotos que colgábamos, con su niebla y su Catedral, sólo que habrá que aprender a mirarla sin que nos la llenen de corazoncitos los demás. Volverán a vender postales los quioscos, si es que todavía sobrevive alguno, por si después, casi en cadena, cierra Instagram. Habrá que aprender a sobrevivir sin que nos validen cada pensamiento, cada chascarrillo, lo que para una generación entera será como aprender de nuevo a andar. Confieso que a mí con Twitter me ocurre lo que le pasaba a Juan Ramón con el papel pautado.
Entre tanto el Pisuerga seguirá su curso arrastrando todos los tuits que ya nunca volverán. Y cuando acontezca el fin del mundo digital, que será azul, y lo anunciará Elon Musk en ciento cuarenta caracteres , diremos, por ejemplo, que Twitter no estuvo nada mal. Que de allí salieron amigos novísimos e inteligentes, noches cachondas y golfas, curros insospechados e historias suicidas. Que yo conozco a dos casados, felizmente, que se conocieron tuiteando cuando por allí todavía se podía dialogar. Que tal vez Twitter, como Plaza Mayor de lo digital, estuvo bien pero que se nos fue de las manos el día que prendimos la hoguera para quemar a los «negacionistas» de la mascarilla, a los enemigos del feminismo radical, a los que se opusieron a hipotecarse para comprarse un híbrido porque les gustaba el olor de la gasolina al repostar y a todos los fachas que dijeron –en un castellano pulcrísimo– que lo de la ley del «sólo sí es sí» fue una cagada ministerial. A mí sólo me queda una duda: ¿quién va a gobernar España si cierra la red social?
La gente está esperando a que cierre Twitter como si mientras tanto no se pudiera vivir.