DESDE LA RAYA
Invierno
No sé si los niños de ahora terminarán llamando ciclogénesis explosivas lo que siempre fue un frío de cojones
Zamora cubierta de nieve
Los inviernos de mi infancia son de cristal, de carámbanos en las cornisas del patio y aceras cubiertas de sal que crujían bajo nuestros pies. Inviernos con el viento cortando como un cuchillo afilado nuestras mejillas, colándose entre los huecos de los verdugos y bufandas. ... Inviernos de braseros de cisco y chimeneas encendidas, olor a encina, madrugadas blancas, nieblas que nunca levantaban, paisajes desdibujados y un Duero embravecido por el deshielo, chocolate, inmenso, poderoso.
Los inviernos de mi infancia son recuerdos de los campos bajo una manta de hielo en la madrugada, nieve en las cumbres de Sanabria, tan blanca, como un pañuelo que limpiase los ojos del cielo para contemplar su luz en las aguas del Lago. Inviernos de doble par de calcetines, plantillas en las botas de Gorila y leotardos de lana, camisetas y guantes. Inviernos de cuello alto con las calles desiertas y las carreteras cortadas.
En este tiempo de tibieza, conspiraciones y miedos, parece que hemos olvidado que el invierno es esto: frío, temperaturas bajo cero, tejados helados, blanco nuclear en las montañas, chimeneas vomitando humo, arroyos petrificados, escarcha en el pelo, ese frío como un bofetón seco en el rostro, los labios cortados, los dedos entumecidos. No hacía falta ir a Siberia, era Zamora, Salamanca, León, Burgos, Ávila, Soria, Segovia, Valladolid en estado puro. Tierra de fríos, nieves y bienes, heladas, nieblas y nevadas que ilustran perfectamente esa desnudez blanca del invierno, esa senda de cristal que conduce a una primavera aún tan lejana, casi un imposible. Invierno de sol frío y cielos azules, atardeceres encendidos en rojos y violetas, humedad en las fachadas y musgo en los bosques y caminos.
No sé qué ha cambiado para que en invierno sea noticia un tiempo invernal, un termómetro en caída libre, un puñado de noches gélidas en la sierra. No sé si los niños de ahora terminarán llamando ciclogénesis explosivas, DANAs o frentes invernales lo que siempre fue un frío del carajo, un frío de cojones, que es lo que toca por estas tierras del oeste en diciembre y enero, los rigores de febrero, las lluvias y deshielo de marzo hasta bien entrada la primavera.
Eran, en cualquier caso, los felices inviernos de la infancia, tan distintos, tan bonitos, cuando el frío no era noticia en invierno, cuando no sentía frío todo el año en este mundo en llamas.