DESDE LA RAYA
A mi no amor
Te escribo esta carta desenamorada porque no quiero que aparezcas
El Hollywood de los pobres
Cigüeñas y águedas

Querido no amor:
Pasó el 14 de febrero como cada 14 de febrero: sin flores, sin besos, regalos impuestos de ida y vuelta; sin llamadas ni corazones, sin canciones ni poemas. Sin apenas tiempo para recordar que alguna vez estuve enamorada, que me quisieron mucho ... y mal; que quise mucho pero no supe, no terminé jamás de ensamblar las piezas de mi vida en el lugar donde habitas, descansar para siempre mi cabeza en la almohada de tu pecho. Vivir sintigo.
Te escribo esta carta desenamorada porque no quiero que aparezcas, estos cien poemas de no amor desesperado sin verso, sin remite, sin destino. Porque si apareces, mi precario equilibrio se desmoronaría; si apareces, el aire se haría sólido si te vas, la soledad volvería a punzarme ahora que es buena compañera de vida, ahora que mis gatos han robado todo el espacio de mi cama.
Te escribo porque si llegaras tendría que admitir que te esperaba, que he contado los días sin verte, las veces que digo tu nombre sin decirlo, sin que nadie lo sepa; cómo cierro los ojos para recorrer tu pelo, tus ojos, tu boca cuando hablas, la sonrisa, esas manos que nunca toco, que nunca me tocan.
No quiero que aparezcas porque no quiero mirar el WhatsApp cada cinco minutos como una posesa por si me has leído, por si tienes algo que decirme. Algo que no deje mi reloj sin horas, mi respiración en puntos suspensivos que se diluyen con los días hasta la nada, el silencio, esta calma con la que ahora escribo. Porque no quiero hacer cálculos de quinceañera, diseñar estrategias que siempre fallan y anticiparme al destino, dejar que tu ausencia coja peso sin yo saberlo.
Querido no amor, no quiero pensarte, porque si lo hago me comería las ganas de verte, la alegría de tenerte enfrente, ser, estar cerca. Porque todo lo que he negado con palabras se volvería verdad y me estallaría en el pecho, en la boca, en las manos, en el vientre, resucitar para volver a morir.
Porque no quiero pensarte ni preguntarme si me piensas, imaginar lugares que no conozco contigo, madrugadas donde mi nombre no existe. No quiero saber dónde andas ni con quién porque entonces debería preguntármelo, vivir en la cuerda floja de un corazón que no sabe si quedarse o huir corriendo.
Y si llegas, quédate donde la incertidumbre se desdibuja, donde el tiempo no se detiene en un punto suspensivo, un punto final antes del inicio, un deseo apagado antes de arder, un beso flotando en la orilla de estos labios tan secos, deshaciendo el nudo de la ausencia, convirtiéndolo en viento, sólo eso.
Porque no quiero que me leas y sepas que eres tú aunque yo no lo sepa. Que eres tú, aunque tú no lo sepas. Y mirar el móvil, esperar, desesperar, escribirle al viento.
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