noción personal
Hastío estival
La gente está cansada de promesas vacías, de debates huecos, de escándalos interminables
Mentiras arriesgadas
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Iniciar sesiónEl hastío de la ciudadanía con la clase política es una evidencia si se sabe escuchar. No se trata de una sensación pasajera, sino de un malestar profundo y creciente que recorre a buena parte de la sociedad. Se percibe en la conversación callejera, en ... los silencios de las urnas, en la ironía de los memes o en el cinismo que impregna los comentarios en redes sociales. La gente está cansada. Cansada de promesas vacías, de debates huecos, de escándalos interminables y de una desconexión brutal entre las prioridades de los ciudadanos y las agendas políticas.
Sin embargo, aunque la amenaza de la abstención marque una línea ascendiente en general, elección tras elección, es cierto que entre los más jóvenes crece la radicalidad en términos absolutos. Este fenómeno no puede ser ignorado ni tratado con condescendencia. Nuestros adolescentes y primeros votantes guardan celosamente una actitud de extremismo digna de estudios sociológicos. A menudo se sienten excluidos, invisibles, y canalizan esa frustración hacia posturas polarizadas que les ofrecen una aparente claridad y pertenencia.
Son un auténtico caldo de cultivo para mensajes simples, lógicos en apariencia y esquinados a derecha e izquierda, que no garantizan la salud democrática que tanto trabajo, esfuerzo y hasta una guerra han costado a nuestros padres y abuelos. El problema no es solo el mensaje, sino la facilidad con la que se propaga en entornos digitales donde la inmediatez prima sobre la reflexión. La manipulación y la falsa libertad de información les está haciendo creer que son los mejores formados, los más informados y el centro de atención de un mundo donde la violencia crece día a día como si fuera algo normal en nuestras vidas cotidianas.
Y sin embargo, en medio de este panorama gris, existe una España más silenciosa, más templada. La imagen de Castilla y León, menos mal, se encuentra muy alejada del devenir nacional. Por fortuna, aún también sin presupuestos y sin mayoría absoluta, el dinero público no ha terminado en prostíbulos, casas de lujo y corrupción generalizada. Y, sobre todo, no se ha abonado desde las instituciones la ruptura de España, esa que se emana desde los poderes públicos nacionales con una mezcla de irresponsabilidad y cálculo electoral.
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