NOCIÓN PERSONAL
Corona sí, pero de espinas
Bergolio, Francisco, intentó los pocos años de su Papado inculcar ese espíritu misionero de salir al encuentro del que sufre
Elecciones a la vista
Noroeste, catarsis o muerte
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn muchas ocasiones, la fe cristiana se ha visto envuelta en manifestaciones grandilocuentes que exaltan el lujo, la riqueza y la ostentación. Sin embargo, resulta necesario detenerse a pensar si tales expresiones realmente son coherentes con el mensaje esencial del Evangelio. Jesucristo nunca se rodeó ... de esplendores materiales ni buscó reconocimiento social a través del boato; al contrario, eligió la sencillez, la austeridad y la cercanía a los más pobres como el signo visible de su misión.
Cuando la fe se convierte en espectáculo y se reviste de fastuosidad, se corre el riesgo de oscurecer su verdadero núcleo: el encuentro íntimo con Dios en el silencio, en la oración y en la práctica del amor concreto hacia el prójimo. El Evangelio no se anuncia desde el poder ni desde la riqueza, sino desde el testimonio humilde que inspira confianza y credibilidad. Una Iglesia que olvida esto corre el peligro de caer en un clericalismo social, donde la apariencia y el estatus pesan más que la misión de servir.
Bergolio, Francisco, intentó los pocos años de su Papado inculcar ese espíritu misionero de salir al encuentro del que sufre y aliviar la carga de los más necesitados, no sólo material sino también espiritualmente. Casi se podría afirmar que huía de lo establecido para volver a los orígenes y el sentido de los primeros cristianos.
En un planeta de abundancia y desigualdades, especialmente en sociedades del primer mundo, la incoherencia se hace aún más evidente: ¿cómo justificar lujos religiosos cuando millones carecen de pan, de techo o de dignidad? Jesús fue claro en su predicación: el Reino de Dios se anuncia a los pobres, se construye con gestos de justicia y se testimonia con el ejemplo de una vida sobria y fraterna.
La verdadera evangelización no consiste en impresionar con templos, vestiduras o procesiones majestuosas, sino en encarnar el espíritu misionero que transforma realidades. Hoy, más que nunca, se necesita una fe vivida con sencillez espartana, que irradie autenticidad y que se ponga al servicio de los más vulnerables. Solo así la Iglesia podrá ser fiel a su vocación: ser signo de esperanza, luz para el mundo y fermento de un amor que no busca ser servido, sino servir.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete