Las adopciones extranjeras caen a mínimos y las nacionales se estancan

En el caso de las extranjeras, la tendencia comenzó a ser decreciente hace un tiempo hasta llegar a tocar suelo en los últimos años por la «complejidad» que supone, indica el boletín que publica el Gobierno autonómico al respecto. Por un lado, la tramitación es cada vez más difícil y, por otro, las naciones de origen han cerrado las puertas a esta opción dejándolo, en su mayor parte, para casos con necesidades especiales.

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El punto de partida de los menores también ha cambiado y los que llegaron en 2022 procedían de lugares como Vietnam, Filipinas, India o Bulgaria, mientras que hace dos décadas llegaban sobre todo de naciones como China (205 en 2005) o Rusia (97 en 2004). También se percibe un descenso en los ofrecimientos por parte de las familias para esta variante. El año pasado fueron 15, cuando hace dos décadas llegaron a ser 622.

No al mismo nivel, pero descienden también los núcleos dispuestos a adoptar a un menor en territorio nacional. De las 214 solicitudes presentadas hace una década –el tiempo de espera entonces se calculaba en torno a cuatro años y medio– se ha pasado a las 124 del pasado año, cuando los expedientes de adopción tramitados y cerrados fueron cuarenta, respecto a los 64 de hace una década. En este tiempo ha aumentado, además, el número de menores que tienen características especiales –con algún tipo de problema de salud o discapacidad– que se establecen en un nuevo hogar.

De los que se entregaron en guarda con fines de adopción –el paso previo antes de la resolución definitiva por parte de un juez– en 2022, tres de cada cuatro tenían estas características y 68 permanecían en espera bien por pertenecer a ese grupo, por ser mayores o por pertenecer un conjunto de hermanos, que son los colectivos para los que es más difícil encontrar una familia.

Ha disminuido también el número de menores susceptibles de adopción, debido a que desde el Gobierno autonómico y la protección social se opta por intentar al máximo que los menores que están bajo su tutela por diferentes motivos puedan volver a sus raíces en algún momento. De ahí que se impulse la figura del acogimiento familiar. Sin embargo, hay casos en los que no es posible y se requiere una solución más estable. De un tiempo aquí existe también el modelo abierto, en el que se busca una familia adoptiva donde el menor pueda mantener algún tipo de contacto con su núcleo biológico, ya sean padres o hermanos.

En cuanto las gerencias consideran que lo mejor para un menor es que pase a formar parte definitivamente de un entorno familiar, se empieza a seleccionar a los candidatos idóneos, que, por su parte, pasan también análisis exhaustivos de idoneidad y cursos formativos.

Con el fin de impulsar tanto la adopción nacional como la internacional, la Junta de Castilla y León anunció recientemente que se mejorarían las medidas de asesoramiento hasta que los menores cumplan la mayoría de edad y dispondrán de un teléfono para afrontar situaciones de crisis.