El terreno quemado antes de verano en Castilla y León duplica la media anual desde 2010

En concreto, tomando como referencia los datos desde 1991, hasta donde se remonta la serie histórica, cada año se queman un promedio de 25.577 hectáreas en Castilla y León. En los últimos años, tanto los incendios como la superficie afectada han ido descendiendo en términos generales. Así, en los últimos doce, desde 2010, ese promedio es de 18.000 hectáreas. Sólo con las hectareas perimetradas en la Sierra de la Culebra -más de 30.000 afectadas- se rebasa el dato.

Más allá de medias, habría que retrotraerse en la última década a 2017 y 2012, el año en el que ardió Castrocontrigo, para dar con unas cifras anuales de superficie afectada superior a la de los seis primeros meses de este 2022. Entonces prendieron 42.841 y 47.442 hectáreas, respectivamente a lo largo de doce meses. Probablemente, ambas cifras se superarán en este 2022 teniendo en cuenta que aún no ha comenzado la parte más complicada del año para los incendios forestales y la previsión estival no es precisamente buena tras unos meses carentes de lluvias que han dejado una notable sequía, la cual hace que una chispa prenda con mayor facilidad y rapidez.

Se teme incluso que pueda rebasar la peor cifra que se maneja en las estadísticas, que apunta a 66.000 hectáreas en 2000 , de acuerdo con los datos facilitados por la Junta de Castilla y León y el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico. En todo caso entrará en la lista de los peores años en superficie quemada. Desde los noventa, sólo en siete ocasiones en 31 años se han superado en términos anuales, pasado el verano, esas 33.700 hectáreas que ya lleva en nómina este 2022.

El 90 por ciento de esa cifra se concentra en la Sierra de la Culebra, donde el perímetro que rodea la zona afectada supera los 120 kilómetros. Aunque una vez estabilizado el incendio comenzó la retirada de los cientos de medios que ha llegado a tener el operativo, ayer continuaban en torno a una treintena de efectivos y dos medios aéreos trabajando en la vigilancia de posibles reactivaciones y las labores necesarias para llegar a la definitiva extinción y poder cerrar este negro capítulo en el enclave natural zamorano, con importantes perjuicios no sólo medioambientales sino económicos, para los residentes, los trabajadores del campo y del turismo ligado a este espacio.