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Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

Roma ha hablado

«No reivindicamos privilegios que nos hagan superiores al común por nuestra historia, porque entendemos que es una pequeña paletada de provincias»

Caminar por Roma es caminar por otros siglos. Tomarse un «macchiato» y tener la esperanza de cruzarse con Audrey Hepburn cada mañana. A la hora del vermú, cuando el americano, uno se encuentra a dos cardenales paseando, un grupo de chinos haciéndoles fotos y a tres monjas riéndose de la «herejía». Sobre Roma, se abre el cielo en la Iglesia del Gesù . Y uno entiende que esto fue el centro de la civilización, pero de aquello hace ya algún tiempo.

Roma es un caos que funciona. Un caos sin papeleras y con gaviotas. Y cuando uno piensa que podría protagonizar un remake y hacer de Kirk Douglas , entra Ignacio en la oficina de turismo de España -que está junto a la Embajada- mira muy seriamente al señor que hay tras el mostrador y grita: «¡Viva España!» . Y nos responden con un «‘¡viva!». Y hacemos patria con otros españoles que lo escuchan desde la puerta. Porque «los mejores habitantes de Roma son los turistas», como dice Jep Gambardella .

Cuando los vendedores ambulantes nos asaltan con sus mercachifles y su palabrería y nos preguntan que si somos españoles respondemos que no, que somos catalanes e independentistas. Y nos miran como si se les hubiera acabado el negocio; como si el conflicto fuera internacional de verdad. Yo pienso en los versos de León Felipe : «Con las piedras sagradas / de los templos caídos...». Y en Roma de eso saben mucho, como sabemos en Castilla y León. Pero no reivindicamos privilegios que nos hagan superiores al común por nuestra historia, porque entendemos que es una pequeña paletada de provincias y algo fuera de lo racional. Que aunque Roma fuera el centro del mundo, como lo fue la Plaza de San Pablo entre los Reyes Católicos y su nieto Carlos V , eso no concede privilegios en el siglo XXI, que es de lo que todavía no se han enterado en Cataluña. En Cataluña, que no fue reino, ni fue imperio, ni fue nada, algunos todavía están en ello.

El que les escribe, lector, lo hace desde Roma a donde ha venido con sus amigos a la ordenación de un nuevo sacerdote. De un amigo de antaño, leonés, que ahora será el padre Michi. O don Miguel, que suena más formal. A mi, entre tanto, me habría gustado pasearme por el Vaticano de uniforme ayer, como se colaba el tío de José Delfín cuando era corresponsal de la Agencia EFE en Roma y por aquí estaban también Jaime Campmany y tantos otros grandes periodistas. Pero uno en este viaje no es más que corresponsal de sus lectores y no tiene una sotana para colarse por los entresijos de la curia y de la historia. Entre pasear por Roma y un amigo ordenándose sacerdote parece que hubiera viajado a otro siglo, a otros siglos, este fin de semana.

Así atardece, con el Tíber a la espalda y confundiéndose los siglos.

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