El Real Valladolid disipa la niebla de las últimas derrotas con una victoria y con dominio

La semana ha sido larga, mucho, y con mucho trabajo para doblegar la mala racha. Las tres derrotas seguidas habían hecho bajar la niebla sobre la casa del Pucela, pero el sol ha vuelto a salir. El encargado de abrir la persiana ha sido Aguado , con gol, asistencia y un encuentro en el que se ha mostrado como un jugador con presencia en todas las jugadas, en resumen: un jugón. Los blanquivioletas empezaron con un tímido dominio con el balón que se convirtió en un monólogo que se mantendría todo el partido, aunque con dos pequeños sustos de los visitantes.

Pacheta trasladó cambios al dibujo del equipo. Sobre el tapete un 4-4-2, con Olivas y Queirós como centrales, Pérez y Olaza como laterales para cerrar la zaga y hacer de estilete en sus carriles. El medio del campo recuperó su presencia , lejos de la imagen de Tenerife, cuando se vio falta de conexión entre los de arriba y los de abajo; aquí están unas de las claves: el ritmo que el 'gambetero' Gonzalo Plata , quien dio muy buenas sensaciones, en el extremo derecho puso y el dominio del balón de Mesa y Aguado maniataron al rival . El Pucela se volvió dominante como el chico más grande en el patio del colegio. Ahora faltaba el gol.

Minuto 19. Weismann amarra un balón de las botas de Aguado para devolverle el esférico y asistir al centrocampista. Suave y sin prisa entró la bola en la portería; y adiós penas: el estadio rompió las dudas y se entregó con el equipo. Luego, en el minuto 35, llegaron las dudas del equipo en dos jugadas que se saldaron con un gol anulado por fuera al Alcorcón y una atajada doble de Roberto, que desvió los machetazos de los 'alfareros'.

Los visitantes tenían problemas para quitar la posesión a los locales, que, pese a su empeño, no eran capaces de hacer el segundo gol ; el de la tranquilidad. La segunda parte dejaron un dominio aún más tenaz de los de Pacheta pero la pelotita no entraba por mérito del portero alfarero, Jiménez. Weissman lo intento un par de veces, también Sergio León, con un trallazo que despejó el meta visitante, y Cristo, al que el cancerbero arrebató su primer tanto como blanquivioleta.

El Real Valladolid fue cansino hasta el final y logró cerrar el partido. El gol de la rabia, más que de la tranquilidad, llegó de las botas de Weissman tras un buen recorte dentro de aréa que acabó colando con una rosca al palo largo. Respiro largo y profundo. Esto es la Segunda División, amigos. 2-0, con 10 puntos en la clasificación, y a tomar aire hasta el viernes de la próxima semana, que toca ir a Ponferrada a visitar a un vecino que está de dulce, tercero en la tabla, y que permitirá medir si lo visto en el Zorrilla es el Pucela que se espera. El Real Valladolid necesitaba la victoria para dormir a los fantasmas.