El pregonero de las Siete Palabras de Valladolid: «Tras la pandemia tengo la ilusión renovada»
Álvaro Gimeno cumple tres décadas siendo la voz de la mañana del Viernes Santo en la capital del Pisuerga
J. Ayuso Santamaría
Siendo apenas un chaval, con 15 años, le montaron sin avisar en la silla de un caballo para anunciar el Sermón de las Siete Palabras de Valladolid. Su cofradía cumplía de sopetón así con la voluntad de su padre y de esto hace ya 30 ... años. Álvaro Gimeno Vela es la voz de la mañana del Viernes Santo de la ciudad del Pisuerga . A lomos de una yegua cumple con una tradición que, desde 1944, realiza su familia, encarnada primero en su abuelo y, desde 1969, en su progenitor para llegar a él en 1992, convirtiéndose así en protagonistas desconocidos de la Semana Santa.
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La función de los Gimeno es la de ser pregonero . Para cumplir con la tradición, primero una comitiva, todos a caballo, recibe el soneto anunciador de la diatriba –cuya autoría corresponde este año al poeta Ernesto Uría Izco – en el Arzobispado, así como el nombre del encargado de pronunciar el Sermón de la Siete Palabras –cuyo honor recae en Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza–. De ahí, van por lugares emblemáticos leyendo la composicón para convocar a los vecinos a la Plaza Mayor, para escuchar el sermón.
Lo que el público ve del papel de los jinetes dura desde las 08.30 hasta pasadas las 12, pero, como asegura el propio Gimeno Vela, va mucho más allá. Ese día se levanta en torno a las cinco de la madrugada para preparar a la montura, pero además, desde semanas antes, tiene que entrenar tanto a la yegua –habituándola al ruido, a la gente, a la ropa, y a sí mismo– como a su voz.
Y es que Álvaro, como si fuera un tenor antes de salir a la Scala de Milán, entrena las cuerdas vocales para dar los catorce pregones sin acabar afónico. Un sacrificio más para quién vive la Semana Santa de una forma muy especial y que solo la lluvia o el coronavirus ha conseguido frenar. El pregón de 2022 no solo será recordado por Gimeno por cumplir una cifra redonda, ya que, como reconoce, «pese a llevar 30 años, tras la pandemia hay muchas ganas. Tengo la ilusión renovada».
Con este nuevo soplo de fuerza no se plantea bajarse todavía de la silla de montar en los viernes santos. Solo lo hará, de momento, si su propia cofradía se lo pide, aunque, como defiende, dejar su ocupación como pregonero le permitiría conocer otras celebraciones de Semana Santa , algo que no ha podido hacer al estar siempre llamado a su particular deber.
En tres décadas a uno le da tiempo para ver y sentir mucho la Pasión, la Muerte y la Resurrección de Jesucristo. Para los Gimeno y Vela la tradición arrastra a toda la familia, no solo a ese jinete encapuchado que se ve. Álvaro reconoce y agradece a «su equipo»: quién viste a la yegua, hace el pergamino del soneto o lleva el avituallamiento.
Momento «más especial»
El tercero de los pregoneros de las Siete Palabras también tiene su recuerdo preferido . Habría que volver a 1994, con un Álvaro en su tercer pregón , cuando su cofradía decide fijar una nueva lectura, la última antes de entrar en la plaza Mayor, en el Atrio de Santiago. Es ese año en la fachada de la sede de las Siete Palabras, con todos los cofrades de punta en blanco y dispuestos para uno de sus grandes acontecimientos de la semana, su momento «más especial» al estrenar esta posta y por el escenario.
Pero también hay detalles significativos que se repiten en todas las Semanas Santas y para Álvaro son los niños . La imagen de un cortejo a caballo, ataviados sus miembros con túnica y capa de color blanca y capucha roja, para quién está descubriendo esta fiesta es espectacular y esto se refleja en sus caras. «Una vez escuche a una pequeña decir a su madre: ¡Mira, un príncipe!» , recuerda riendo.
Se hace difícil explicar a un chiquillo que aún que esto de la Pasión y lo que gesta en cada persona. Y es que el sentimiento que estos días genera va por barrios, o por familias . Para los Gimeno Vela, es difícil de definir, «sino imposible» , como sostiene Álvaro. Ahora solo queda esperar para escuchar declamar el ya típico «Con vuestra licencia, Señor...» , con el que arranca el pregón de Viernes Santo.
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