Entrevista
Ana Zamora: «Nuestras obras están más cerca del pueblo que de ese panorama teatral que se ve en las capitales»
La compañía segoviana Nao D'Amores llega este lunes a la gala de los Premios Max como una de las favoritas para acaparar los principales galarones
Henar Díaz
El Teatro Arriaga de Bilbao acoge este lunes 4 de octubre la gala de entrega de los XXIV Premios Max de las Artes Escénicas, en los que la compañía segoviana Nao D’Amores parte como una de las favoritas para acaparar cuatro de los ... principales galardones, entre ellos el de Mejor Espectáculo, por ‘Nise, la tragedia de Inés Castro’. Días antes, ABC arañó algunos minutos a la complicada agenda de su directora, Ana Zamora, para repasar junto a ella la exitosa trayectoria de esta compañía, que cumple este año su veinte aniversario.
Nao D’Amores parte en estos Premios Max como una de las favoritas para acaparar galardones. ¿Qué valoración hace?
Tengo por norma ni emocionarme cuando pasan cosas buenas, ni desesperarme cuando pasan cosas malas, porque esto del teatro es un sube y baja constante, y uno puede acabar absolutamente esquizofrénico. Me gusta siempre ver las cosas con distancia y no perder la perspectiva de lo que somos y hacia donde vamos. Creo que uno de los secretos de Nao D’Amores es que nunca ha pretendido ser más de lo que ya es. Lo que hemos conseguido es un hito casi en la historia de este país. Muy pocas compañías pueden mantenerse como equipos artísticos estables pudiendo decidir y llevar adelante lo que quieren hacer, con quien quieren, como quieren y cuando quieren. Eso me parece el gran premio y ya lo tenemos. Por otra parte, no voy a negar que es un lujo que reconozcan tu trabajo, y más en unos premios como los Max que realmente no suelen reconocer cosas tan ‘alternativas’ como la nuestra.
¿Qué cree que está aportando ‘Nise, la tragedia de Inés Castro’ a la escena actual que está siendo tan bien valorada?
Por un lado, un elemento de la originalidad. No se ven tragedias renacentistas todos los días. Por otro, la manera de hacerlo. Hay muchas maneras de hacer teatro clásico, y la nuestra es intentar ser coherentes con aquello que emana de los propios textos. Tiene un trabajo muy serio sobre el verso, las formas, la palabra, que es imprescindible a la hora de abordar el teatro clásico. Tiene música, baile, expresión física... Un montón de elementos que conforma una especie de maquinaria de relojería que de alguna manera transportan al espectador a un espacio que reconoce como propio pero que no es el suyo. Y luego hay un componente extra, que yo no supe prever, que es que en este país todavía sigue siendo muy importante y muy conocido el mito de Inés de Castro, la española asesinada en el siglo XIV en Portugal. Cuando uno ve a 'Nise' parece que está viendo una tragedia de Shakespeare y eso nos reconcilia también con nuestro propio patrimonio dramático, que de alguna manera se amplía.
La compañía está celebrando este 2021 su veinte aniversario. ¿Pensó que podría llegar tan lejos?
Nunca me he marcado un objetivo. Desde hace 20 años no hemos tenido tiempo de parar. Esto es una locura de trabajo, pero no desbocado sino siempre bien dirigido. Lo que sí sabíamos es que no queríamos nunca perder la coherencia sobre qué teatro hacer y cómo hacerlo. Sí puedo decir que si echo la vista atrás, estoy contenta de estar donde estamos ahora mismo. No hay ningún sitio donde me hubiera gustado estar que ahora no esté.
Permítame viajar al pasado... ¿Por qué esa apuesta desde el principio por el teatro prebarroco?
Fue muy sencillo y tonto al mismo tiempo. Cuando terminé la Escuela de Arte Dramático en el año 2000 sentí la responsabilidad de hacer cosas que estuvieran dentro del ámbito profesional, pero que me sirvieran para terminar de formarme, y al repasar el teatro clásico vi clarísimo que el espacio con el que mejor me identificaba era el prebarroco del Medievo y el Renacimiento. Quizá porque vengo de una familia de filólogos de rancio abolengo. Tuve la suerte de encontrarme en aquel momento con gente, que ahora son miembros de la compañía, que ya trabajaban en esa línea, y luego también generar un enamoramiento por parte de gente joven de mi generación. Nos arremangamos y vimos que aquello sólo era la punta del iceberg y que era una fuente inagotable. Realmente hay todo un patrimonio maravilloso que no es materia arqueológica, sino puramente teatral conectada con el espectador actual y que nos puede aportar como el teatro debe hacerlo a la sociedad de hoy.
«Uno de los nuestros secretos es que nunca hemos pretendido ser más de lo que ya somos»
Frente a producir y producir, ‘cocina’ sus montajes a fuego lento, con horas de investigación, formación... ¿No lo concibe de otra manera?
No, porque me siento con una responsabilidad enorme ante el material de partida. Los universitarios, los académicos, lo hacen desde la investigación filológica, pero nosotros hemos sido quienes lo hemos descubierto al gran público como material dramático, y no me puedo permitir poner en escena un material que no conocemos. Y por otro lado, porque quizá en el fondo sea la parte que más me apasiona. Si me dediqué a hacer este teatro es porque soy mujer de muchas inquietudes. Me apasiona la literatura, la historia del arte, la música, la antropología... Y todo esto se fusiona en el teatro.
La música y el verso son piezas fundamentales en su teatro. ¿No se puede entender uno sin el otro?
Absolutamente; y no se puede entender el teatro clásico sin juntar esa dualidad. Estamos hablando de vías de expresión sonora que tienen que ir de la mano. Pero para eso hay que profundizar mucho y tener la suerte de tener a dos profesionales extraordinarios que se encargan de esa labor conmigo como son Alicia Lázaro y Vicente Fuertes.
«Muy pocas compañías consiguen mantenerse como equipos artísticos estables. Somo casi un hito en este país»
«Quedarnos en Segovia fue nuestra apuesta por la descentralización»
¿Algún secreto para mantener durante tanto tiempo un equipo artístico estable?
Pues no lo sé... Yo creo que el secreto está en encontrar a gente que sea tan loca como tú, capaz de entregar su vida a una cosa tan marciana como es el Medievo y el Renacimiento desde un sinceridad absoluta porque parte de una pasión por ese material. Y luego convertir esa pasión en una buena convivencia, y por lo tanto, en una familia donde lo profesional y lo personal están absolutamente entrelazados.
Y como familia, decidió instalarse en Segovia. ¿Por qué su apuesta por continuar trabajando en su ciudad de origen?
Pues primero, porque es una cuestión de pura ética para la gente que somos de fuera de la capital. No entiendo porque la gente que nos hemos criado en provincias tenemos que rechazar o renegar de lo que somos. Yo estudié en Madrid, me formé en la Escuela de Arte Dramático. Trabajé en el Teatro de la Abadía, en la Compañía Nacional de Teatro Clásico y en otras compañías, pero me pareció lo más natural volver a la sociedad a la que perteneces. Y luego también es una apuesta por la descentralización que nos toca a hacer a los que sabemos que es la descentralización. Además, hay algo importante en los procesos de creación que tienen que ver con el espacio donde se gestan. Que luego tienes que empaquetarlo y si no pasas por la capital es como si no existieras, pues es una pena pero es así. No obstante, luego nos vamos de gira y para nosotros es igual o más importante ir a lo que son plazas de segunda, porque es ahí donde está el contacto con la gente. Nuestras obras, por su contacto con lo popular, con cierta cosa todavía rural, están más cerca del pueblo que de ese panorama teatral mucho más estándar que vemos en las grandes capitales.
«Muchos consideran nuestro teatro de élite, pero nada más lejos de la realidad»
«Prefiero meterme en espacios que hay que explorar machete en mano y descubrir lo que otros no han visto. Es un gozo absoluto. Es como coger un libro con las hojas sin cortar»
Les gusta ‘cotejar’ sus montajes primero con los vecinos de Revenga, donde ensayan.
Me parece imprescindible. Por ejemplo, con 'Nise', antes de ir al Teatro de la Abadía a hacer el estreno oficial, abrimos las puertas a la gente del pueblo, y con el espectáculo a medio hacer. Si funciona así, terminado lo ha de hacer a la fuerza. Necesito tener ese cotejo antes de llevarlo a un público más anónimo que seguramente vive con mucha menos intensidad lo que nosotros le proponemos. Hacemos un teatro que muchos consideran de élite intelectual, pero nada más lejos de la realidad.
Recientemente estrenaron ‘Retablillo de Don Cristóbal’, donde vuelven a los títeres. ¿Qué les permite?
Más que pensarlo como un elemento de significación en torno al que gira nuestro trabajo, el habernos criado en torno a Titirimundi y el teatro de los títeres, nos ha abierto los ojos a otro tipo de lenguajes, quizá más emparentados con el juego, con lo lúdico. Nos da una frescura y una manera de abordar el teatro que a mí no me enseñaron en la Escuela de Arte Dramático. Aunque yo siempre me obligo a no utilizarlos si no es absolutamente imprescindible porque es muy goloso. Sabes que funciona siempre. En el ‘Retablillo de don Cristóbal’ no se utilizan como recurso; es un viaje al significado del títere de cachiporra pasando por diferentes momentos de la historia y cuestionando qué hace Lorca y cómo llega a nosotros.
Y de nuevo, ese empeño en ‘bucear’ en lo más desconocido, en este caso, en esa faceta de Lorca.
Creo que tenemos esa cierta responsabilidad de cara a la sociedad. Quizá sea especialista en acercarme a la sensibilidad o a esa parte de los autores que no interesa tanto a primera vista. Esto también es arriesgado porque cuanto menos convencional es el punto de partida, menos convencional es tu resolución. Pero de alguna manera prefiero meterme en espacios que hay que explorar machete en mano. La pasión del descubrimiento de lo que otros todavía no han visto es un gozo absoluto. Es como coger un libro de los que están todavía con las hojas sin cortar.
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