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Los «morados» de Podemos

Las dimisiones, renuncias, críticas y desencuentros internos han marcado el devenir de la formación desde las elecciones de 2015

Pablo Fernández -centro-, este martes con dirigentes de Podemos en Soria durante su visita a la ciudad ICAL

I. Jimeno

Morado, y no sólo por ser el color elegido para ser identificados. Así está Podemos en Castilla y León por los golpes internos que se ha dado a él mismo en estos más de tres años que han transcurrido desde que en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015 lograron representación en las Cortes regionales y en varios ayuntamientos -en estos casos bajo marcas blancas- en la que fue su primera incursión en las urnas.

La sucesión de dimisiones, desencantos, escisiones, expulsiones, críticas... ha sido una constante en este tiempo en el seno de la formación que encabeza Pablo Fernández, cuyo «círculo» más próximo está desgajado de cara a la siguiente cita con las urnas. El anuncio, a menos de ocho meses de los comicios, por parte de seis de los nueve procuradores que le acompañan en el Grupo Parlamentario de las Cortes de que no volverán a optar a un nuevo mandato es el último capítulo del desmembramiento interno.

Y, pese a los «motivos personales» alegados por varios de ellos para justificar ese adiós, lo cierto es que también hay desavenencias internas y el hecho de que en poco más de tres años se hayan dado cuenta de que no es lo mismo un movimiento social del que muchos formaban parte que pasar a funcionar como partido político. Como «duro, mucho trabajo y agotado» ha definido la portavoz adjunta en el Parlamento regional, la segoviana Natalia del Barrio, su paso por la Cámara para justificar así su renuncia a optar a otro mandato.

Críticas

Más contundente el otro peso destacado en ese grupo de diez procuradores que no seguirá: el secretario segundo de la Mesa de las Cortes y procurador por Valladolid, Carlos Chávez , quien reconoció en una carta publicada en sus redes que «pasar del activismo cultura y del 15M, como fue mi caso, a construir un partido desde el minuto cero es ilusionante, pero también duro, ingrato y agotador , con unos tiempos frenéticos que, para alguien sin experiencia como militante, más allá de algunos movimientos sociales, resultan desesperantes». Una marcha también con crítica por haber vivido «algunos desgarros mal o nada resueltos por aquellos que tuvieron la posibilidad de evitarlos, que me han ido restando cada vez más ilusión y ganas para continuar en este proyecto», escribió Carlos Chávez. Unas palabras a las que el secretario autonómico y portavoz en las Cortes, Pablo Fernández, trató ayer de quitar importancia, alegando que dentro de una «muy extensa carta» tan sólo había «unas cuantas líneas» para la crítica.

Pero lo cierto es que Carlos Chávez no es el único que ha manifestado públicamente esas quejas y desencanto con el devenir de la formación que a nivel nacional encabeza Pablo Iglesias.

Sonoros los casos también de la dimisión en bloque del Consejo Ciudadano de Podemos en Salamanca, incluida su secretaria, o la expulsión de los tres concejales que bajo las sigas de Sí Se Puede -marca blanca de Podemos - se sientan en el Ayuntamiento de Valladolid. Este último ha vivido hace unos meses un nuevo capítulo de un culebrón por entregas y años de «emisión». Todo a raíz de ser acusados por los suyos -a los tres meses de tomas posesión- de convertirse en «casta» por aceptar «prebendas» , así como acusarles de escasa dedicación, falta de transparencia y «mobbing» a los trabajadores de libre designación. A partir septiembre de 2015, todo un sainete de desencuentros y reproches han marcado la relación de los tres ediles, que siguen en el Ayuntamiento conformando su propio grupo municipal, y Podemos, hasta se suspendidos de militancia en diciembre de 2017 y que éstos anunciasen el pasado mes de junio que se desvinculan de la marca morada e incluso anunciar acciones legales.

Comisión de Garantías

No menos traumático fue el golpe sufrido en Salamanca en abril de 2016, que llevó al partido a funcionar con una gestora durante meses. El caso había llegado a la Comisión de Garantías Democráticas -que tarea ha tenido- con un expediente cargado de «decenas de denuncias» por «incumplimientos flagrantes» de la que era su secretaria general de Podemos en Salamanca, Estefanía Rodero, cuya marcha Pablo Fernández llegó a calificar como «buena noticia». Quienes se marcharon lo hicieron argumentando un «aumento insoportable de la violencia interna dentro del partido en Castilla y León».

No son las únicas quejas contra la dirección regional, aunque lo cierto es que hasta ahora Pablo Fernández las ha sabido capear con éxito. Su figura ha salido hasta ahora bien parada de las diversas crisis y sigue siendo el nombre propio de quien representa a Podemos sin otro que lo eclipse.

Pese al intento de intentar transmitir que Podemos vive en una balsa de aceite, lo cierto es que en estos más de tres años ha sido una olla en ebullición, que ya comenzó a experimentar fugas incluso antes de las elecciones de mayo de 2015. Ocurrió en Palencia, donde dimitió su secretario general y se quedaron sin opciones de presentarse a las municipales. También se ha marchado en este tiempo el máximo responsable en Ponferrada o en Carracedelo, «desilusionada» con el proyecto de un Podemos al que sus propio golpes internos le han ido amoratando.

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