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El «maldito» castillo de Fuensaldaña: una historia llena de guerras e intrigas palaciegas

La fortaleza del municipio vallisoletano acaba de volver a abrir sus puertas como centro de divulgación de este tipo de construcciones

Fotos: F. HERAS

M. GAJATE

Todo comenzó con el ascenso y apogeo de una familia al servicio de reyes, que pronto encaminó su declive con las conjuras y los cambios de bando de tiempos de guerra y una maldición que impregnaría de crímenes a varias generaciones. Sin descendencia, su nombre se desvanecería. Y sin pena ni gloria, el mundo avanzó si ellos. Sólo sobrevivió su morada, aquel palacio que soñaron y que les dio poder. Que sí resistió, que fue incluso bastión defensivo de los comuneros y que superó los siglos en los que las disputas se ganaban en el campo de batalla para alcanzar la democracia y ser testigo directo del valor de la palabra en un parlamento. Son las memorias del castillo de Fuensaldaña. Una crónica grabada en sus muros que bien podría encerrarse en el patio de armas de muchas fortificaciones de país. Edificios levantados con poder y marcados con historias de esplendor y gloria, pero también de intrigas, celos y sangre.

Es ese denominador común el que la Diputación de Valladolid ha querido explotar con la reapertura del castillo de Fuensaldaña, que tras una intensa reforma ha abierto sus puertas no sólo para contar al mundo su historia, sino la de las fortalezas en el sentido más amplio, a través de un enclave para la difusión del conocimiento de los castillos que profundiza en todos los aspectos que pueden rodear a estas construcciones y a esa forma de vida y de poder tan alejada de nuestra sociedad, que marcada por las leyendas, las guerras y la realeza sigue creando en torno una aura de intriga, magia y crueldad.

La visita comienza uniendo el inicio y el fin de las historia de este castillo. El hemiciclo que acogió durante casi 25 años los plenos de las Cortes de Castilla y León se ha conservado y ejerce de forum en el que contemplar una proyección con el relato de la familia Vivero, propietaria de la fortaleza que para ellos fue maldita. La remodelación ha permitido liberar parte de la cubierta sobre el antiguo patio de armas, que fue suprimido para acoger el parlamento, y que permite desde el interior tener una vista directa de la imponente torre del homenaje y hacerse una idea de cómo era antiguamente.

Con la lección aprendida y tras el viaje al pasado tirando de imaginación, llega el momento de abrir miras y apuntar hacia el concepto de fortificación más allá del castillo en cuestión. Nada mejor que asomarse a hasta 44 ejemplos de estas edificaciones que el fotógrafo Ángel Marcos recogió con su objetivo a la luz de la luna a lo largo y ancho de la provincia de Valladolid y que están expuestos en una de las salas de forma previa al recorrido por las dependencias.

Visita teatralizada

El tour, teatralizado, en el que distintos personajes acompañan al visitante, se adentra en el mundo de los castillos desde sus inicios, cuando una barrida de norte a sur sobre la Península escalonó su edificación conforme avanzaba la Reconquista. Muchos no nacieron como elementos de defensa, sino como sedes de la ostentación de reyes nobles y clero. La muestra recoge distintas tipologías de fortificaciones con maquetas a la misma escala que muestra la diferencia de tamaño.

El centro trata de dar respuesta al visitante a inquietudes básicas como las partes de un castillo (¿sabe lo que son los matacanes, almenas, basones o garitones?) o la forma en la que se construían hace siglos. Cuando no había grúas, ni máquinas que extrajeran la piedra, la mano del hombre a base de picos y poleas era la encargada. En muchos casos era la de esclavos. De hecho, el de Fuensaldaña, lo levantaron moros cautivos. La explicación se realiza a través de proyecciones sobre muros de la fortificación, que ejercen de lienzo en varias ocasiones a lo largo de la visita. Sobre ellos también se vislumbran imágenes sobre cómo serian las distintas estancias; la cocina, la sala principal, la alcoba, la armería... Además, a modo de pantalla de cine, sobre la piedra también se narran los asesinatos de la familia Vivero (dos generaciones de varones mataron a su esposas y el patriarca fue asesinado) a ritmo de la banda sonora de Psicosis.

Y es que los castillos son capaces de hacer que un octagenario vuelva a sentirse un niño imaginando a nobles y criados andar por sus pasillos en la Edad Media, trasladarse a sus alcobas o sus patios de armas, prepararse para las visitas de la corte o o cubrir la guardia desde sus torres. Por ello, los recursos que similar de una u otra forma la vida en una fortificación o su aspecto original (lo cual se pude ver a través de unas gafas de realidad virtual) son una constante.

Escenario de batallas

Y si los castillos fueron protagonista de riqueza también lo fueron indiscutiblemente de guerra, de ahí que la exposición dedique espacio al asedio, desde los tiempos de arcos a los de cañones, sin dejar a un lado la ardua labor de la reconstrucción tras la batalla.

La visita acaba sobre la cubierta, con vistas a la torre del homenaje (al ser de la Escuela de Valladolid, las proporciones de la misma coinciden con el perímetro de la base del recinto para lograr la armonía), el pueblo de Fuensaldaña y el bello paisaje de los campo de cultivo. De momento, no está permitido el acceso a la torre y la biblioteca, que se dedicarán al estudio de las fortalezas en el marco de un proyecto que aspira a tener carácter internacional. Al final, la historia del mundo está llena de esas historias de esplendor, gloria, intrigas, celos y sangre que marcaron el castillo de Fuensaldaña.

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