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Guillermo Garabito - La sombra de mis pasos

No quedan musas

«Y así se explica, por esta falta de musas, que tengamos España así, con una panda de chavales en celo empeñados en elevar a los altares de los contenedores en llamas a un rapero que ni siquiera sabe escribir»

EP

En España no quedan musas, quizá tampoco queden ya en el mundo por eso de la democratización de la belleza y del glamour que es el «prêt-à-porter», que nada tiene que ver con Amancio sino con la colectivización de la belleza y las ... historias. Antes una musa te mantenía a la ciudadanía entretenida y la democracia sin disturbios, también te solventaba el artículo y de paso el Cavia y te desgraciaba la vida, pero ahora no quedan concejalas en provincias por descubrir de esas que dan columnas para la eternidad como a Tomás Hoyas: «Arenales, amor». Quedan diputadas que se enamoran de toreros, pero ahí no hay un artículo; ni un amorío de revista. No hay historias ya que den para hacer monográficos del «Hola», que nos partan en dos -que es la geografía natural de España-. No quedan musas, que no necesariamente son mujeres, si no historias de esas que resucitan los quioscos o pongan patasarriba la primavera y hagan más llevaderas las tardes cuando se pone tórrido agosto, y por eso los chavales se buscan la musa en cualquier lado, incluso en un rapero que de haber tenido barba y quién escuchara su cantinela habría podido pasar por uno de esos imanes que predican el odio y la violencia.

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