La estatua del Cid también tiene «su» leyenda
Convertido en símbolo de la capital burgalesa, el monumento homenaje al «Campeador» cumplía ayer 50 años tras ganar varias «batallas» para sus construcción en el «exilio» de Madrid
TEXTO: MAR GONZÁLEZ FOTO: FÉLIX ORDÓÑEZ
BURGOS. El Cid Campeador, a lomos de su fiel Babieca y empuñando su inseparable Tizona, custodia la capital burgalesa desde su emplazamiento privilegiado en el punto más céntrico. La estatua del héroe castellano, que se ha convertido en un símbolo tradicional de la ciudad, cumplía ayer cincuenta años.
El Rey Alfonso XIII y la reina madre Doña María Cristina colocaron la primera piedra de este monumento aunque no fue inaugurado hasta 1955 por Francisco Franco en un acto multitudinario y solemne. Para llegar a este punto, el Cid tuvo que lidiar diversas batallas en los talleres madrileños de Juan Cristóbal González-Quesada, quien lo esculpió en bronce siguiendo las instrucciones del arquitecto Fernando Chueca Gotilla.
Primero se esculpió en escayola el molde de este monumento de cuatro metros de altura. Una vez finalizado y tras varias roturas por fallos en los cálculos, sus grandes dimensiones obligaron a dividirlo en 12 piezas para trasladarlo a Burgos. Ya en la ciudad fue ensamblado y ubicado sobre su pedestal de granito en el que se rinde homenaje a Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador. «Por su nunca fallida clarividencia, por la prudente firmeza de su carácter y por su heroica bravura» se le considera «un milagro de los milagros del creador».
Desde su pedestal el Cid Campeador ha visto pasar la historia ante sus ojos. Ante él han posado los turistas pero también reyes, jefes de estado y las últimas autoridades locales que esta misma semana celebraban su cincuenta aniversario con bailes tradicionales y lectura de su cantar. En este tiempo ha visto la rehabilitación del Teatro Principal que tiene a un lado, y al fondo puede vislumbrar el proyecto del Solar de la Evolución.
El Cid Campeador, luciendo su frondosa barba y con la capa al viento, sigue apuntando con su espada hacia el camino del destierro. Una ruta que, en la actualidad, ha salido del Cantar del Mio Cid y la historia, para convertirse en un nuevo reclamo turístico que une ocho provincias, desde Burgos a Valencia.
Rodrigo Díaz de Vivar sigue firme en su pedestal guardando una ciudad, y sobre todo una plaza a la que, después de diversas denominaciones, le conquistó hasta el nombre.
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