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Artes&Letras

Escuela de paisaje berciano

El Premio Castilla y León de las Artes José Carralero y la profesora Macarena Ruiz sacan a los alumnos de las aulas para enseñarles a interpretar la naturaleza en el entorno del monasterio de Carracedo

José Carralero entre los caballetes de los participantes del curso de paisaje que lleva su nombre

C. MONJE

José Carralero dice que para pintar un paisaje nevado hay que pasar mucho frío. «Si se hace al calor de la estufa, si no se caen los pinceles de las manos ateridas… el resultado no se lo cree nadie», alega el Premio Castilla y León de las Artes. En verano toca soportar las altas temperaturas de la época o refugiarse en la sombra, pero siempre fuera del estudio. Los alumnos del Curso Superior de Pintura de Paisaje que lleva su nombre siguen esa máxima. Pintan en los caminos y los prados de Carracedelo, en el Bierzo, y encuentran cobijo al fresco entre los muros del monasterio de Carracedo, convertido desde hace tres veranos en escuela estival.

El que fuera catedrático de Pintura de Paisaje de la Universidad Complutense no abandona del todo la docencia, empeñado en contagiar esa pasión por la naturaleza plasmada recurrentemente en su obra. Tras dirigir los cursos del Paular, en Segovia, y otros en Marruecos o en su Cacabelos natal, desde 2017 traslada los bártulos durante tres semanas a Carracedelo.

Lo acompañan este año veinticinco alumnos, estudiantes de Bellas Artes en su mayoría; además de su mujer, la pintora y profesora Macarena Ruiz, directora del curso. «Esto funciona como una colmena perfecta, ella es la abeja reina; yo, el zángano», dice entre bromas y veras. Porque él supervisa y orienta, pero ella lleva la batuta.

Entre un alumnado variopinto, estudiantes de distintos cursos, licenciados en Bellas Artes e incluso algún profesor, no faltan los que «no han visto crecer los tomates en la planta», y para amar el paisaje es necesario conocerlo, subraya el pintor. Mientras la rutina lectiva apenas les brinda salidas esporádicas al campo, aquí el contacto con la naturaleza es constante. Porque el curso busca precisamente eso. Y marcar «la diferencia entre mirar y ver», «trasladar sensaciones amando y comprendiendo». «Pintar paisajes no es llegar a un sitio y hacer inventario de lo que vemos, sino vivir aquello y percibir sensaciones», señala Carralero, quien habla de un «fantasma subjetivo» que le pide coger los pinceles ante un determinado paraje.

Mirar y ver

Enseñar la esa diferencia entre mirar y ver constituye para Macarena Ruiz «una carrera de fondo» y el curso pretende poner el sustrato, desde los ejercicios de la primera semana para «entrenar el proceso de visión-percepción». El aprendizaje tiene su «gimnasia» de retentiva, con pruebas como entrar en el monasterio y anotar por escrito de lo que se ve para después salir y plasmarlo; o «analizar mucho, simplificar y sintetizar, para tocar los timbres distintos que conforman la gramática de la pintura».

«Luego, a pie de caballete vemos las particularidades, unos pueden tener mayor sensibilidad para el color, otros para trabajar el claroscuro, se les habla de esas características de las que a veces ellos no son conscientes», señala la profesora de Paisaje de la Universidad Complutense.

Las sesiones de pintura por grupos se suceden cada mañana en el monasterio; por las tardes realizan excursiones por la zona, pero no como una actividad de ocio, sino «para entender la tierra en la que están», resalta la directora y docente. Con un programa «más abierto» que el de la Facultad, el Curso Superior de Pintura de Paisaje José Carrelero proporciona a los estudiantes de esa universidad seis créditos de libre configuración, pero implica también una convivencia mucho más intensa que la de las aulas.

Con la complicidad del Ayuntamiento de Carracedelo, que reserva el albergue de la localidad para el alojamiento de los participantes, además de la colaboración del Instituto de Estudios Bercianos y de distintas empresas de la comarca leonesa, que completan el patrocinio de tres becas, el curso implica también a los vecinos, con conferencias abiertas al público. En esta ocasión, además del propio Carralero, han dado su visión sobre la naturaleza, en la sala capitular del monasterio de Carracedo, otros dos premios Castilla y León, el catedrático jubilado de la Universidad de León Estanislao de Luis (reconocido en la modalidad de Protección del Medio Ambiente) y el escritor José María Merino, invitado a participar ayer en el acto de clausura y entrega de diplomas.

«Pintar paisajes no es llegar a un sitio y hacer inventario de lo que vemos, sino vivir aquello y percibir sensaciones»

El epílogo de esta escuela estival de paisaje lo pone durante este fin de semana una exposición en la antigua abadía que reúne una selección de las obras realizadas durante estas tres semanas.

Los planes de estudio de Bellas Artes han postergado la pintura de paisaje, que ha pasado a ser una asignatura optativa y cuatrimestral, pero quedan defensores acérrimos de este género: varios alumnos repiten experiencia en Carracedelo, e incluso alguno ha asistido a las tres ediciones.

Macarena Ruiz considera fundamental ese acercamiento al paisaje como parte de la formación de un pintor, independientemente de que quiera cultivarlo o no en su obra. Carralero, fundamentalmente paisajista y autor de retratos, no tiene ninguna duda de que es «uno de los géneros eternos del arte».

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