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Enrique Rivero - Tribuna

Volver a votar

Colegio electoral, en una imagen de archivo IGNACIO GIL

En unas inteligentes viñetas de los tebeos de mi infancia, los maestros Goscinny y Uderzo diseñaban un sistema electoral en el cual los corsos, después de haber votado y en lugar de realizar el escrutinio, la emprendían a guantazos entre ellos, declarando electo al vencedor después de haber arrojado las urnas, sin abrir, al mar (1). Para realizar una votación era preciso, pues, tener previamente una urna llena, y luego desecharla.

Este desprecio absoluto por los votos emitidos no tiene ninguna gracia cuando se convierte en realidad, incluso en el supuesto en que las urnas hayan sido abiertas y lo que se pretenda arrojar al mar sea el resultado, sustituyendo la pelea por un nuevo proceso electoral. No tiene ninguna gracia, no, porque la soberanía nacional reside según la Constitución en el pueblo español, del cual emanan todos los poderes del Estado. Y dichos poderes deberían ser capaces de gestionar e interpretar correctamente su voluntad, en lugar de importunarle sistemáticamente cuando no son capaces de cumplir con su función.

Llegados a este punto, es comprensible que muchos españoles rechacen la idea de una nueva disolución anticipada de las Cámaras –la tercera en cuatro años- y una nueva convocatoria electoral –la cuarta en el mismo periodo de tiempo-. Una demanda que no es óbice para que desde las fuerzas políticas hagamos un esfuerzo por atender a las causas objetivas de la situación, y preguntarse hasta qué punto queda o no queda más remedio.

El aspirante a la presidencia piensa erróneamente que el mandato recibido el día 28 de abril fue consagrarle sin más como la única opción posible de gobierno y, en consecuencia, la opción a la cual deberíamos plegarnos, necesaria e incondicionalmente, el resto de parlamentarios de todo signo y condición. Pero los españoles no olvidan quiénes han sido sus socios en los últimos nueve meses en el Gobierno de España y a quiénes ha elegido en todas las comunidades autónomas donde ha podido: los partidos populistas y separatistas. Unos pactos tan vergonzosos como en el caso de Huarte, que traen además consecuencias desfavorables para la igualdad y la unidad de los españoles, y para los bolsillos sus las familias.

En Cs tenemos claro desde el mismo 28 de abril el mandato que nos dieron los españoles en las urnas: liderar la oposición a Sánchez en el Congreso y formar gobiernos moderados y liberales alternativos donde tenemos la mayoría necesaria. Todo ello para superar las décadas de las mayorías absolutas alternantes del bipartidismo, y trabajar en un hemiciclo plural donde la capacidad de negociación y los pactos estén por encima de las ambiciones y los intereses personales. Siempre lo hemos mantenido: seremos firmes contra las cesiones de Sánchez al nacionalismo y contra las subidas e impuestos y leales a los españoles. Aunque el aspirante prefiera intentar volver al bipartidismo, tirando las urnas al mar y forzándonos a volver a votar. Lo cual podría costarle un buen guantazo.

(1) “Astérix en Córcega”. René Goscinny & Albert Uderzo De la serie “Astérix el Galo”, nº 20. 1973.

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