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Artes&Letras

Una edición modélica

La Fundación Jorge Guillén reúne la producción de Antonio Carvajal hasta la actualidad: sus «poesías recopiladas» más que sus «poesías completas», según el encargado de la edición, José Luis López Bretones

El poeta Antonio Carvajal, cuyas obras recopila la Fundación Jorge Guillén FRANCISCO FERNÁNDEZ

NICOLÁS MIÑAMBRES

La obra de Antonio Carvajal, en edición de José Luis López Bretones, es una sabia muestra bibliográfica, por su contenido y por sus referencias literarias: «No obstante hemos de advertir inmediatamente que esta edición que ahora presentamos no es una segunda parte del volumen publicado en 1983 (…) sino la natural ampliación de aquella primera Extravagante Jerarquía que ahora, pasado el tiempo, incluye todos los libros que el autor considera suyos hasta este momento». Y como suyos debemos considerarlos por la existencia de sus palpitaciones anímicas y poéticas.

No hay que resaltar el secreto de la creación: la edad del autor, sus lecturas, su concepto de la poesía y… una excelente forma creativa: «No se trata de unas poesías completas, sino de unas poesías recopiladas». Son sólo sus versos, con los que Antonio Carvajal busca la pureza creativa: «Por expreso deseo del autor, se han eliminado incluso los prólogos, epílogos y notas…».

Hay que tener en cuenta «el lugar principalísimo que ocupa en su obra la consideración por la dimensión social, epítome de la cual son las relaciones de amistad o de solidaria convivencia. Y son las relaciones con artes diversas que tanto engrandecen la propia creación, cuando se habla de la «poética conviviente». Todo ello porque está convencido de que lo más importante del poeta es «la convivencia con la sociedad en la que se encuentra». Consúltese la forma tipográfica tan curiosa que el editor señala respecto a mayúsculas y minúsculas, tras el signo de dos puntos.

Al final, José Luis López Bretones presenta una inesperada información respecto al poeta, advirtiendo que «…se han destacado en demasiadas ocasiones únicamente sus bondades formales, cuando lo que de verdad sucede es que no es un poeta desmañado. Ni sordo…». Y se especifica: «Antonio Carvajal siempre advierte que los poemas hay que oírlos. Y que nuestro cuerpo ha de convertirse entonces en el instrumento de ejecución del poema». Porque… «siempre será deseable que la palabra encierre unas ciertas cualidades musicales».

Versos para el final

Las reflexiones anteriores, críticas esencialmente, exigen el honor de la poesía: no es mala muestra «Anunciación de la carne», poema que abre su primer libro, de 1968, Tigres en el jardín. El poema, como una especie de anticipación temática, se titula «Anunciación de la carne», título que entraña casi una paradoja, de sentido religioso y humano, sugerido con la lectura del primer cuarteto: «Envuelto en seda y nardos, encajes y rubíes, / vino el ángel del cielo a verme una mañana; / yo encadenaba plumas de ensueño en mi ventana / con un candor desnudo de lino y alhelíes». Ángeles y pájaros, como parte de su alma natural, se adentran en su poesía y la devuelven trascendentalizada: «mané sangre y luceros mezclados con rocío».

Pero el soneto debe tener también un bello final, evidente en su último terceto, después de un delicado recorrido temático: «Me cerró las heridas su boca que enamora / y, abrazando mi cuerpo transitado en su brío, / me dijo: ‘Eres hermoso’. Y se fue con la aurora».

Quién sabe si la aurora final no está anunciando su poesía futura. El tiempo y su obra… están confirmándolo.

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