Donde el vino se hace ruta

Fue en la Ribera del Duero donde se registró uno de los «epicentros» del cambio que convulsionó el mercado del vino hace ya más de dos décadas, hasta entonces ocupado prácticamente por la D.O. La Rioja, y por ello esta denominación fue también una en contar con la ruta certificada, hoy de las más extensas, ya que engloba las provincias de Soria, Burgos y Valladolid, donde precisamente uno de sus destinos e importante punto de la D. O., Peñafiel, alberga el Museo Provincial del Vino. A esta ruta se sumaron, algunas casi al tiempo y otras sucesivamente, la del Arlanza, en Burgos y la vía que atraviesa las tierras del Bierzo, en León, donde la variedad «mencía» se ha desvelado como una de las más interesantes, según los expertos. También lo hicieron Rueda, conocida por su verdejo y con presencia fundamentalmente en Valladolid (aunque también tiene parte en Segovia y Ávila) y Cigales, ahora abriéndose a los tintos, blancos y espumosos, aunque su «adn» viene marcado por la producción de rosados. Una de las últimas en sumarse a este producto enoturístico impulsado por la Asociación Española de Ciudades del Vino (Acevin) ha sido la D.O. Sierra de Francia, en Salamanca, mientras que otra consolidada denominación, Toro, continúa trabajando para poner en valor su entorno y quien sabe si pronto estaremos hablando de siete en lugar de seis rutas.