ABC Ciudad Rodrigo se rebela en defensa de su obispo
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Ciudad Rodrigo se rebela en defensa de su obispo

Un abandono más en la España vaciada. Así lo sienten en esta localidad fronteriza con Portugal, que teme la desaparición de su sede episcopal, tras casi nueve siglos de historia, ante la tardanza de Roma en nombrar un titular

Montse Serrador
Una de las siluetas de ovejas que han aparecido repartidas por Ciudad Rodrigo ABC

Al oeste del oeste, en la raya con Portugal, rezumando historia y bregada en mil batallas, la localidad salmantina de Ciudad Rodrigo vuelve a levantar la cabeza tratando de evitar una pérdida más en la cadena de abandonos que la ha convertido en un ejemplo de la España vaciada. La continua fuga de población ha dejado a toda la comarca en el entorno de las 35.000 almas, que se aferran a un territorio difícil por su situación geográfica, en el que las deslocalizaciones, de empresas e instituciones, se han repetido en demasía.

En una Plaza Mayor tan bella como el gentilicio de la localidad -mirobrigense- penden varios carteles con un sencillo «Diócesis, sí», como testimonio de la reivindicación que comenzó con el año y recogió el temor de los vecinos de esta comarca salmantina a quedarse sin una de las instituciones de las que más se han enorgullecido: su sede episcopal. Son 850 años de historia (con algún que otro altibajo) que los mirobrigenses tienen miedo a perder si la Santa Sede decide que un único obispo se ocupe de las diócesis de Ciudad Rodrigo y de Salamanca. Sería un primer paso, advierten, para la desaparición de la institución eclesial y, con ella, una de sus «señas de identidad».

Una advertencia que capitalizó en el mes de enero, el Día de la Epifanía del Señor, el que fuera vicario de la sede, Tomás Muñoz Porras, que, en una carta abierta titulada ‘¡Surge civitas!’ (Levántate ciudad), mostraba su preocupación por el hecho de que Ciudad Rodrigo llevase más de dos años sin obispo titular tras la apresurada marcha del anterior prelado, Raúl Berzosa. Desde junio de 2019, cuando el Papa aceptó su renuncia, está al frente de la Diócesis, como administrador apostólico, el obispo emérito de Ávila, Jesús García Burillo, que se incorporó a la sede civitatense un mes después de dejar la abulense, tras haber alcanzado los 75 años.

El alcalde de Ciudad Rodrigo, Marcos IglesiasABC

En su escrito, Muñoz Porras, actual párroco de San Andrés, lamenta el «silencio» de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede y muestra su temor por que se pueda eliminar «una diócesis buena, hermosa y centenaria». «En estas tierras pobres que se siguen empobreciendo en población (y en todo), ahora también les arrebatan instituciones ‘de vida’ tan importantes y antiguas como la propia Diócesis », advierte el ex vicario. Una denuncia a la que se sumaron otros sacerdotes del municipio, que se debaten entre su deseo de mantenerla en pie y la cruel realidad de que la escasa población y, sobre todo, el déficit de curas obliga a reducir instituciones eclesiales.

Fusión de diócesis

A pesar del aforismo, muy repetido entre el clero, de que «De Roma viene, lo que a Roma va», la Conferencia Episcopal guarda silencio alegando que el nombramiento de obispos corresponde al Papa. Sin embargo, algunos de los prelados reconocen en privado que, irremediablemente, el camino de la Diócesis mirobrigense y de otras de pequeño tamaño acabará siendo el de depender del obispo de una sede más poblada. La fusión ya ha comenzado en Italia, aunque allí el número es muy superior al de España, pero todo apunta a que esa será la futura hoja de ruta.

Tampoco el administrador apostólico de Ciudad Rodrigo, Jesús García Burillo, quiere manifestarse al respecto. Dolido porque en el municipio se diga que no hay obispo, función que él realiza aunque no sea titular de la sede (también reside en Ciudad Rodrigo), ha pedido a sus sacerdotes que no se manifiesten para no aumentar la polémica y dar la sensación de que se está produciendo una contienda. Fuentes de la Diócesis insisten, no obstante, en que esta sede «nunca ha estado abandonada» ya que «el mismo día en que la dejó el obispo anterior, Raúl Berzosa, el Santo Padre nombró como administrador apostólico a Francisco Gil Hellín; después, cuando fue admitida la renuncia de Berzosa, nombró al actual, García Burillo».

Las mismas fuentes mantienen que, «en este tiempo, esta Iglesia particular ha funcionado con vitalidad y mucha paz, sin ninguna añoranza». No obstante, explican que el Concilio Vaticano II, en su Declaración Christus Dominus, afirma que las demarcaciones de las diócesis, y por tanto también de sus pastores, pueden ser revisadas. El número 23 de tal declaración expone diversos criterios que han de tenerse en cuenta para tales casos, como son la variedad de la composición del Pueblo de Dios, la coincidencia con los límites de las circunscripciones civiles, el número de habitantes o la extensión del territorio diocesano.

Uno de los carteles de la Plaza Mayor en los que se defiende la DiócesisABC

No opinan lo mismo los mirobrigenses ya que, aunque su preocupación esté centrada en la pandemia y la economía doméstica en estos tiempos de crisis, temen que su diócesis, como ha ocurrido con otras instituciones, también desaparezca. Una posibilidad que interpretan como una señal más de abandono en los territorios de la España periférica.

Ese miedo se plasmó el mes pasado en un nuevo movimiento de quienes no están dispuestos a perder su condición de sede episcopal, que colocaron en distintas zonas verdes del municipio ocho siluetas de ovejas con frases bíblicas y con el doble hashtag #CiudadRodrigo #DiócesisconObispopropio. La iniciativa anónima reclamaba de esta original forma un pastor que atienda a las ovejas.

La reivindicación ha trascendido de lo puramente religioso y ha entrado en el siempre resbaladizo terreno político. Curiosamente, en esta ocasión, la Iglesia, habitual objeto de crítica en los partidos de izquierda, ha sido capaz de poner de acuerdo a PP y PSOE, que han promovido diferentes iniciativas y mociones para pedir el mantenimiento de la Diócesis. En las Cortes de Castilla y León, se intentó impulsar una declaración institucional con el apoyo de todos los grupos parlamentarios, aunque finalmente no fue posible, si bien está pendiente de su debate en el pleno una Proposición No de Ley para « instar a la Junta de Castilla y León a dirigirse a la Nunciatura apostólica en España y a la Conferencia Episcopal Española , con el fin de que Ciudad Rodrigo mantenga su centenaria diócesis y, en consecuencia, siga contando con un obispo titular, exclusivo y residencial».

En términos parecidos, se han aprobado distintas iniciativas en las instituciones de Salamanca, como en la Diputación provincial, donde los tres grupos políticos (PP, PSOE y Cs), además del diputado no adscrito, firmaron otra declaración similar. El texto recoge cómo la desaparición del Obispado «conllevaría consecuencias no deseadas a muchos niveles», como la pérdida de un referente social tradicional muy importante para su territorio, tendría efectos socioeconómicos muy negativos y se incrementaría el riesgo de deterioro del patrimonio cultural y artístico».

También el Ayuntamiento de Ciudad Rodrigo, gobernado por el PP, aprobó otro documento, en el que participaron todos los grupos, para reconocer que «la existencia de la Diócesis civitatense con obispo residencial propio y exclusivo es un signo irrenunciable para la ciudad», por lo que se reclama «con el respeto debido a la Nunciatura de la Santa Sede en España y a la Conferencia Episcopal y al Precepto para la Congregación de los obispos el objetivo de que este estatus histórico siga siendo una realidad».

El alcalde, el popular Marcos Iglesias Caridad, lleva meses enviando cartas a distintos estamentos de la Iglesia e, incluso, al Rey para pedir el nombramiento de un obispo titular en la sede mirobrigente. Recuerda -mientras ojea unos legajos- que no es la primera vez que el consistorio ha tenido que defender el mantenimiento del obispado. Ya lo hizo en 1850, cuando envió una misiva a la Reina Isabel II. Después repetiría la acción con Alfonso XII en 1880, y también con el Papa León XIII.

«La corporación siempre ha estado muy involucrada en este asunto», asegura el primer edil, quien explica que «es una cuestión histórica, un símbolo de identidad de una ciudad que nace con su obispado». «Los fieles no entenderían que el obispo está lejos de su ciudad», insiste, al tiempo que defiende «el arraigo de una diócesis que ha cohesionado el territorio y que es un nexo en la comarca».

La opción de que se mantenga pero que un mismo obispo se ocupe de varias sedes episcopales no convence porque «es un primer paso para que acabe por desaparecer». Iglesias lamenta que «todas las fronteras son ricas menos la nuestra. Aquí hemos hecho un servicio a España y batallado en muchas guerras, como la de la Independencia, y ahora no se nos puede abandonar. La Iglesia no puede abandonar el barco».

«Un marchamo»

La sociedad civil también se ha involucrado en la reivindicación. Es el caso de la Federación de Empresarios y Trabajadores Autónomos de la Comarca de Ciudad Rodrigo (Afecir). Su presidente, Buenaventura Montero, reconoce que «no es la primera vez ni será la última» que se suman a esta reclamación, porque «tener obispo es un marchamo, una enseña muy importante para esta zona, un reconocimiento que no queremos perder». «Las empresas y las instituciones trabajan por conseguir una marca identitaria que nosotros ya tenemos -explica- porque es una locomotora muy atractiva». Este empresario recuerda que «ya desapareció la Comisaría de la Policía Nacional y la comarca se sigue vaciando. La pérdida de población no lo justifica».

También la Asociación para el Desarrollo de la Comarca de Ciudad Rodrigo (Adecocir), un grupo de acción local que agrupa a 52 ayuntamientos de la comarca y 160 organizaciones de todo tipo, se ha sumado a la causa. Su presidente, Juan Ignacio Alonso, advierte de que «es una cosa más que nos quieren quitar y, al final, todo se va deteriorando». Pone el ejemplo de los médicos o los profesores que ejercen en el municipio y que cada día se trasladan desde Salamanca (a casi 90 kilómetros) y «todo es actividad que se pierde en la comarca». En el plano político, dos procuradores del PSOE en las Cortes de Castilla y León llevan meses batallando para que se nombre un obispo titular: José Ignacio Martín Benito, presidente del Centro de Estudios Mirobrigenses, y Juan Luis Cepa, que durante 20 años fue miembro del Consejo Económico de la Diócesis. El primero considera que la desaparición del obispado sería «un drama, una deslocalización más de una institución que ha surgido de forma paralela a la ciudad». «Es como cuando a una cebolla le vas quitando capas y se queda con un núcleo muy pequeño», lo mismo que, a su juicio, ha ocurrido ya en el municipio con el cierre de instituciones militares o de justicia. «No nos resignamos», clama, porque un obispo en Salamanca «sería el principio del fin para la Diócesis».

De la misma forma se expresa Juan Luis Cepa, que enmarca la posible pérdida en «un efecto más de la despoblación». Reconoce que Ciudad Rodrigo equivale a una parroquia de Madrid pero defiende que, en este caso, se trata de una diócesis «indisolublemente unida a la comarca» y que su desaparición también tendrá sus efectos económicos.

En este escenario, los mirobrigenses están dispuestos a mantener la defensa de la sede en la que descansa la Iglesia, que agrupa a 121 parroquias que son atendidas por 55 sacerdotes. Los dos cañones (réplicas de los utilizados en la Guerra de la Independencia) que custodian la entrada al Ayuntamiento son el mejor símbolo de una localidad que ha llevado a sus vecinos a no pocas batallas. Su lucha ha sido continua para evitar que su diócesis fuese engullida por las vecinas de Salamanca o de Coria, un miedo que, a comienzos de 2021, ha vuelto a despertar al grito de «¡Surge Civitas!».