Aranda inicia su aislamiento entre la «resignación» y el «tenemos lo que nos merecemos»

Asume que hay «transmisión comunitaria» y la necesidad de actuar «de forma inmediata» dada la capacidad de transmisión del virus y «no» por la gravedad que ha adquirido la enfermedad, pues el 92,5% son asintomáticos y sólo hay dos hospitalizados. Por eso, acuerda «ratificar íntegramente» las medidas. Pero, para una semana. Pide que dos días antes de la finalización de cada periodo, deberán enviar al juzgado un informe sobre la situación de los focos y de los indicios que tengan de la existencia de otros no detectados. Y en función de esos datos, decidirá si se prolongan unas medidas, que, advierte el magistrado, «pueden considerarse restrictivas para los derechos fundamentales de los ciudadanos». «No» considera adecuado aplicarlas por dos semanas e insta a la Junta a reforzar la identificación y localización de los casos . «Es mucho lo que se les está pidiendo a los ciudadanos de Aranda de Duero y no puede ser menos el esfuerzo de la Junta de Castilla y León al respecto», señala.

Unas medidas que no han sentado igual de bien entre los arandinos y toda su área de influencia -la zona sanitaria Aranda Rural también presenta una elevada tasa de incidencia-. Con resignación y calles mucho más vacías de lo habitual despertaron sabiendo que no podrán salir de la ciudad en los próximos días. Tampoco recibir visitantes. Controles desplegados por la Policía Nacional y la Guardia Civil en los numerosos accesos controlaban desde primera hora los movimientos y más de uno le tocó darse la vuelta en la rotonda. Esa falta de movilidad con el exterior es uno de los puntos más que escuece, sobre todo en el sector comercial y hostelero, que vive en buena medida de visitantes y vecinos de pueblos cercanos, en los que muchos incluso tienen una segunda residencia, a la que han «escapado» .

«Cero comidas» sirvió ayer Pedro Izcara en su restaurante El Cid, lejos de la veintena habitual en estas fechas. «Un viernes de agosto peor que un lunes de enero» , explica. «Al final tendremos que cerrar. Así no se puede aguantar». Un lamento que comparte Francisco Javier Santirso, del restaurante Neptuno. Ya esta semana la afluencia había ido a la baja y ayer «nadie». «Es culpa nuestra. Tenemos lo que nos merecemos» , dice señalando tanto al gremio hostelero y esas terrazas a rebosar como a unos ciudadanos que después de más de cien días cerrados «nos suelta y como borregos vamos a cuatro plazas, todos juntos».

El «botellón» y la «relajación» que algunos jóvenes admiten y también se ha notado en reuniones familiares son otros de los puntos señalados como responsables de la propagación. Mientras dure el aislamiento, las habituales citas en torno a un vino y un lechazo no podrán superar las diez personas en la capital de la Ribera, otra de las limitaciones impuestas en Aranda, que se enfrenta con resignación a este paso atrás que muchos veían «venir».