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Ignacio Miranda - Por mi vereda

Alegoría del buey cebón

«Corroboramos lo de siempre: que en el País Vasco prevalece su gusto por todo lo grande, salvo en la extensión de sus provincias y en los impuesto»

ICAL

En las tardes soporíferas de la feria de San Isidro, que siempre resultan ser más de las deseadas, llega un momento de hartazgo entre el público que hace necesaria la presencia en el ruedo venteño de la parada de cabestros, mandada con tino por el mayoral de la plaza, Florencio Fernández «Florito». Puede que el toro a devolver solo padezca un calambre y no esté derrengado de los cuartos traseros, pero el espectador soberano quiere ver el ritual preciso y precioso de los ocho bueyes berrendos capirotes, que envuelven con calma al astado hasta arroparle para guiarle a los corrales al son de las esquilas. Animales obedientes a la voz del amo, que con una vara en la mano, a cierta distancia y el saber paciente de los hombres de campo, logra una doma admirable para su cometido.

Dejando de lado la condición mansa de nuestros dirigentes -léase artículo 155-, esta semana hemos conocido la existencia de un buey de descomunales hechuras criado por el ganadero leonés Fernando Fuertes en su explotación de Carrizo de la Ribera. Un «tío» de cuatro años y dos toneladas de peso, que equivalen a unos 1.200 kilogramos de carne en canal. Mide dos metros de alzada a la cruz, procede de Portugal y come unos sesenta kilogramos de maíz ensilado a diario, más unos poquitos de harina. Al propietario le gustó de joven por su excepcional morfología, decidió dejarlo crecer y no ha errado en su apuesta.

El buey cebón colorado, que de momento no tiene nombre, marchará en breve a un caserío vasco tras ser comprado por un mayorista de allí. Antes de su sacrificio, pretende utilizarlo como reclamo cárnico-comercial, de modo que no ha de extrañar que le llamen Asier o Koldo. Pues nada. Corroboramos lo de siempre: que en el País Vasco prevalece su gusto por todo lo grande, salvo en la extensión de sus provincias y en los impuestos, y que la despoblación de nuestra tierra no es solo un fenómeno humano sino también pecuario. ¡Tela!

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