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corazón de león

CUENTOS DE LA MARAGATA Y DE LA ESPERANZA

VICENTE ÁNGEL PÉREZ

EL cuerpo pide un alto en el camino entre tanto mojón político y/o económico que señala, como flecha amenazante, la incierta ruta del ciudadano de a pie. Hay mojones zapateriles, rubalcabos, rajoyanos, a izquierda o a derecha; los hay amenazantes, de desahucio, del paro y no sigas, de la jubilación sin júbilo, de la indignación, de la incertidumbre y del abatimiento; y los hay, también, aunque ocultos por la maleza, de la esperanza. Y en estos tiempos de desesperanza, tiempos en los que la úlcera de la crisis económica agrieta los cimientos de las catedrales del imperio financiero y derriba el adobe de tantas ilusiones hipotecadas, surge, con la humildad, sencillez y modestia de la violeta, una voz que, cuento a cuento, da cuenta de lo que vale un peine, o sea, de lo que vale la vida más allá de la cuenta corriente o del cuento de la lechera. «Recuerdo que mi madre siempre me cantaba coplas de niña que siempre terminaban mal y, aunque lo sabía, esperaba otro final. Mis cuentos acaban bien, que la vida ya es bastante dura por sí misma», dice Carol Simón, una mujer que ahora disfruta de sus nietos pese a que en 1992 la diagnosticaron un cáncer de intestino. La enfermedad fue un acicate en su vocación literaria y así, hace sólo unos días, ha disfrutado también de su último hijo, que no es otro que un libro «Cuentos de la Maragata», que nunca será un best-seller, pero sí una delicia para quien busque en la escritura alma, corazón y vida.

La maragata Carol (Carolina, en el Libro de Familia) nació en la capital de La Maragatería (Astorga) y quedó huérfana de padre a los dos años, lo que la llevó a un peregrinaje de internado por diversos centros escolares, entre ellos el C.H.F (el inolvidable «chef» que en León acogió a los huérfanos de ferroviarios desde 1958 hasta 1984). Carol, que ha hecho y rehecho su vida en Barcelona, está estos días en un pueblecito de León, Valcabado del Páramo, cuidando y queriendo a su madre, cuando es ella quien más cuidado y más querencia necesitaría si no fuera por haber encontrado en la pasión literaria el bálsamo contra una enfermedad a la que día a día vence verso a verso, línea a línea, cuento a cuento. Y así va para veinte años, con mil dolores, no menos lágrimas y más de sesenta cuentos escritos a la espera de su publicación. Ahora ha conseguido que una editorial, «Círculo Rojo», haya dado a luz su primer libro que recoge tantos recuerdos de aquellos viajes en tren, cuando Valcabado tenía estación y Astorga era nudo ferroviario.

Carol, Carolina Simón, ha plantado en el camino un mojón llamado esperanza con su libro y con su vida. Su optimismo frente la adversidad, su ilusión contra la rendición, su coraje y sus admirables cuentos con final de «fueron felices y comieron perdices», representan una bocanada de ilusión ante tanta miseria espiritual (ahora llamada económica) que aprieta y ahoga a quienes deambulan por el camino marcado por mojones de miedo e incertidumbre.

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