Un recorrido histórico por 'La Hispano-Alemana'

Portada del catálogo de 'La Hispano-Alemana', cuya dirección y oficinas estaban en la calle de Airosas 5, el domicilio de Martin Velasco. Años después, la finca se transformaría en un taller de espadería de la firma Bermejo (Rafael del Cerro) Anuncio publicado en 1923 referido a los talleres de La Hispano-Alemana en la calle “Sacramento, 1 (Covachuelas)”. En otros momentos la publicidad indicaba: “Sacramento, 1 (Arrabal)”. El nombre de esta modesta vía, inmediata al callejón de la Antequeruela, ha desaparecido del callejero oficial. Pervive aún el recuerdo entre los vecinos y en algún moderno rótulo comercial como muestra la foto (Rafael del Cerro) Carta comercial del “director propietario” de 'La Hispano-Alemana' a un cliente de Valencia, en 1924, remitiendo un catálogo de los modelos con los precios y las condiciones de venta. En el membrete se detallan las direcciones de los talleres y la oficina en Toledo, más los depósitos principales existentes en varias ciudades. Publicidad insertada en la revista 'La Bandera Profesional' (Toledo, 17 de junio de 1930). En esa fecha Martín Velasco ya había trasladado el negocio de ventas a la “Plaza de San Agustín, 7 (junto al Cine Toledo)”, luego llamado Cine Imperio. En el anuncio se recogen, entre otros productos, las marcas de discos y éxitos disponibles en 'La Hispano-Alemana' En 1931, M. Velasco ya abandonó los mecánicos aparatos gramofónicos para vender los modernos receptores de radio y los sofisticados “radiofonógrafos” eléctricos con válvulas, amplificadores y altavoces de notable calidad frente a las antiguas manivelas y bocinas La firma Philips nombró a Martin Velasco como agente en Toledo. En 1935 fue invitado con otros delegados españoles a viajar a la sede central en Holanda. En la publicidad de El Castellano figuraban los representantes oficiales en la provincia de Toledo La compañía francesa 'El Gramophone', desde su sucursal en Barcelona, se anunciaba en El Eco de Toledo, en abril de 1905, para atraer clientes a través de sus corresponsales. El precio de 95 pesetas por un modelo completo era impensable para un “obrero agrícola” cuyo jornal mensual era entonces la mitad, solo para alimentar escasamente a su familia