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El paseo de Merchán. Primera época (1868 1900)
En 1872 la Vega nació como un lugar idóneo para el recreo, refugio de días calurosos y marco de múltiples eventos
Los orígenes de la Vega en el siglo XIX, en imágenes
TOLEDO
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Iniciar sesiónHasta el siglo XVI, el exterior de la puerta de Bisara era una hondonada utilizada como muladar, libre de construcciones, por la que salían el camino a tierras de la Sagra y el que conducía hacia Ávila y Extremadura. En 1538 el mariscal de Castilla, ... Pedro de Navarra, corregidor de Toledo, dispuso rellenar aquel lugar extramuros hasta el hospital de San Lázaro. En 1541, sobre la nueva planicie, el cardenal Tavera impulsaría un colosal hospital, quedando aún libre una gran explanada ante Bisagra. En ella se montaron efímeros palenques y célebres fastos, como los otorgados a Felipe II e Isabel de Valois en 1560. En 1808 las tropas napoleónicas emplazaron aquí efectivos y piezas artilleras. En el reinado de Fernando VII el mismo paraje acogió revistas y juras de los Voluntarios Realistas en las etapas absolutistas y de la Milicia Nacional en el Trienio. En la llamada Década Ominosa (1823-1833), junto a aquella yerma «plazuela de Merchán», Antonio María Navarro y Jiménez, un funcionario de Policía y ferviente fernandino llegado a Toledo, ideó un paseo desde Bisagra a Tavera y crear plantíos en las vegas del río, aun cuando las arcas municipales estaban vacías. Ejecutaría tales obras al ser nombrado Subdelegado Principal de Policía y corregidor entre 1825 y 1832.
Los orígenes del paseo de la Vega de Toledo en el siglo XIX, en imágenes
Rafael del Cerro MalagónNació en 1872 como un lugar idóneo para el recreo, refugio de días calurosos y marco de múltiples eventos
Por su exclusiva cuenta, cerca del arroyo del Aserradero levantó una presa en el Tajo, huertas, un cañar de pesca y abrió una mina para derivar caudales del río hasta la Vega Baja. En 1825 solicitó a ciertos particulares cuotas voluntarias para elevar las aguas del Tajo y arbolar «la plazuela del Hospital de Afuera». Ante la nula respuesta, el solo costeó la inversión de forma expeditiva. Ocupó terrenos públicos sin el acuerdo de la corporación que presidía y empleó indebidamente a penados del presidio para las obras. En 1827 llegó el agua a un pilón que se preparó en la plazuela de Tavera. Provenía del río a través de una cañería trazada desde la llamada Tahona de San Antón. En 1828 solo se habían plantado dos filas de chopos entre Bisagra y la esquina de Tavera. En 1832, fallecido el corregidor, la superficie previa al Hospital seguía siendo un terrizo lugar ni tampoco corría agua por la mina horadada hacia la Vega Baja.
Sus herederos reclamarían al ayuntamiento la propiedad de las obras iniciadas por Navarro, abriéndose un largo y arduo proceso. En 1842, todo lo vendieron a José Safont, un especulador de Bienes Nacionales que vio beneficios en la presa, la mina y las 300 fanegas regables de la Vega Baja. Para él carecía de interés la superficie de Merchán. Entre 1846 y 1847 ésta sería empleada para la instrucción de los alumnos del Colegio General Militar instalado provisionalmente en Tavera. En 1849, Pascual Madoz, en su Diccionario, sitúa fuera de Bisagra el «Paseo de Madrid», orlado con «álamos negros y blancos, asientos de piedra y de fábrica». El plano de Coello (1857) y una foto estereoscópica de Alfonso Begue (ca.1864) confirman la disposición del entorno de Merchán que apenas había variado desde 1829.
Configuración del paseo
Entre 1865 y 1868 el alcalde Gaspar Diaz de Labandero activó varias reformas urbanas, servicios municipales e iniciativas privadas como un casino y un coso taurino. En agosto de 1866 apoyó una gran feria de ganado en la Vega Baja y una exposición de muestras industriales en el patio de Tavera. El público accedía allí por el citado paseo de Madrid, anejo a la desnuda plaza de Merchán que el alcalde ideó convertirla en una alameda, tarea que confió al arquitecto municipal, Luis Antonio Fenech. Primero, para lograr un gran paseo, era preciso variar la carretera que salía hacia Ávila cruzando la explanada, asunto que competía a la Dirección General de Obras Públicas. Entre 1867 y 1868 se rectificó dicho vial, de manera que la calzada partiría desde Tavera hacia Palomarejos, tramo que hoy es la calle Duque de Lerma.
Al exiliarse Isabel II a Francia y fallecido el técnico municipal Fenech (noviembre de 1868), la surgida corporación «revolucionaria» revisó el esbozado paseo. Entre diciembre del mismo año y marzo de 1869, temporalmente, el arquitecto provincial, Mariano López Sánchez, fijó el proyecto que luego retomó Ramiro Amador de los Ríos, nuevo arquitecto municipal. En febrero de 1870, siendo alcalde Juan Antonio Gallardo, se aprobó plantar 228 árboles reuniendo «plátanos, robles, acacias, amores, ailantos, moral de papel y álamos negros». En 1871 finalizaban los trabajos de jardinería. El riego se garantizaba con el agua del depósito habilitado en la explanada norte del Alcázar que recibía los caudales del Tajo bombeados por la Casa Elevadora.
El paseo de Merchán se organizó con un despejado salón central flanqueado por setos y árboles. En el lateral izquierdo se creó una franja ajardinada con bancos, fuentes y sinuosos caminos sombreados. Tras la feria de agosto de 1871, en el centro de esta zona, se aprobó levantar la llamada Casa de corcho para almacén y vivienda del guarda. La diseñó el citado Ramiro Amador de los Ríos, concluyéndose en 1872, proceso que ya abordamos en otro artículo (30-06 2019). Abrazando el perímetro de Merchán discurría el «paseo de coches», un circuito anular por el que podría circular y lucirse la élite toledana en sus propios carruajes.
La Vega se pone de moda
A pesar del escaso porte del arbolado recién plantado, el público comenzó a acudir al naciente paseo de Merchán, o de la Vega. Años después, Juan G. Criado, en el Heraldo Toledano, recordaría que «allí se congregaba, en las tardes más apacibles del invierno (…) lo más selecto de la sociedad toledana» y, en días festivos, «en correcta formación» los alumnos de la Academia. En primavera y verano crecía la afluencia, pues era un extenso parque con bancos, fuentes y amenas vistas, reclamos todos que no reunían Zocodover ni los paseos de San Cristóbal, el Tránsito o del Carmen. El hecho de que el Miradero no se ampliase hasta 1893 explica que la Vega ganase protagonismo durante los días feriados. En agosto de 1882 ya había farolillos «a la veneciana», fuegos artificiales, un pabellón de baile, puestos de vino y alguna distracción como fue, en 1892 una barraca con figuras de cera. Algunas opiniones veían a la Vega como un sitio alejado e incómodo al volver a casa, cuesta arriba, sin embargo, antes de 1900 ya funcionaba un transitorio servicio de coches hasta Zocodover «a precios económicos».
El siglo XX llamaba a la puerta con nuevas propuestas para mejorar el paseo. Recibiría regias estatuas, casetas permanentes, ampliaciones y discutidas reformas (1991 y 2025), pues la Vega, a fin de cuentas, almacena recuerdos de todo tipo unidos a las vivencias individuales y colectivas de cada día.
Maestro, profesor de Secundaria e inspector de Educación. Doctor en Historia del Arte. Investigador especializado en la fotohistoria e imagen de la ciudad Toledo
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