La ciudad temática, o cómo se ve Toledo desde una noria panorámica
«Estamos viendo cómo a partir de la pandemia se acelera la transformación del entramado urbano de los cascos históricos en grandes islas de hoteles, apartamentos turísticos, tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas, encareciendo drásticamente el precio de las viviendas y, por consiguiente, expulsando a los residentes a la periferia de las ciudades»
Luis Peñalver Alhambra
Toledo
A Toledo ya sólo le faltaba para convertirse en una ciudad-circo la noria panorámica, el emblema más característico de una ciudad de atracciones. La ocurrencia procede de nuevo del Grupo Municipal de Vox, el mismo que quiere instalar dos teleféricos (uno de ellos ... en el Valle), y estaría ubicada en la Vega Baja dentro de un parque público, dándole así un «uso definitivo» a la ciudad visigoda.
Se ha dado la voz de alarma muchas veces, pero todas las voces son pocas para denunciar el modelo de ciudad que nos quieren imponer a los toledanos. A medida que la masificación turística destruye la riqueza y la variedad urbana y convierte Toledo en un producto consumible, nos alejamos a pasos de gigante de la ciudad real para acercarnos a la ciudad ficticia, a esa recreación kitsch de la historia capaz de despertar emociones baratas a través del tópico convertido en espectáculo.
Dario Bonifacio, en La disneyficazione. Dimensioni e registri di un linguaggio universale, ha estudiado cómo la cultura pop de Disney está transformando el espacio y la esencia misma de las ciudades históricas manipulando su estética para adaptarla al imaginario colectivo. Así, en algunas ciudades italianas se está volviendo a colgar la ropa en la calle o a tenderla entre los edificios porque eso es lo que esperan los turistas que visitan el Bel paese. Igual que en un parque temático, donde un individuo vestido de época se para con los visitantes para que éstos se fotografíen con él, en Nápoles los transeúntes pueden cruzarse con el jettatore, un pintoresco personaje napolitano rescatado del pasado que deambula por las calles echando el mal de ojo a cambio de una propina.
Sin salir de nuestro país, Francesco Maria Furno se acuerda de cómo Júzcar, un precioso pueblo de la serranía de Ronda, ha sido todo entero pintado de azul pitufo porque la productora Sony Pictures eligió esa localidad para el lanzamiento de la película Pitufos. Lo importante, añade, es que todo sea muy 'instagrameable' y 'tiktokeable'. Y como este pueblecito, otros pueblos y ciudades se han disneyficado «a la espera de que descongelen al viejo Walt de su criotumba y vuelva como emperador supremo de las ciudades-circo». ¿Veremos en Toledo templarios y paisanos vestidos a la usanza morisca en Zocodover como se ven gladiadores delante del Coliseo de Roma?
Estamos viendo cómo a partir de la pandemia se acelera la transformación del entramado urbano de los cascos históricos en grandes islas de hoteles, apartamentos turísticos, tiendas de souvenirs y restaurantes para turistas, encareciendo drásticamente el precio de las viviendas y, por consiguiente, expulsando a los residentes a la periferia de las ciudades. Fondos de inversión y cadenas hoteleras están comprando masivamente en los centros de las grandes ciudades europeas edificios y locales para convertirlos en parques de atracciones. Tuk-tuk, tours privados, neo tabernas, tiendas temáticas para turistas, grandes colas para consumir las principales atracciones…
«Las pocas trabas que un empresario se encuentra para poner un hotel contrasta enormemente con el sinfín de dificultades e inconvenientes con los que se topa un ciudadano que quiere seguir viviendo en el Casco histórico»
Luis Peñalver Alhambra
Uno empieza a temerse el destino que le espera a Toledo cuando oye al concejal de Urbanismo, Florentino Delgado, justificando la transformación hotelera del Casco histórico ante la falta de interés por parte de los promotores en construir viviendas, de modo que según él «la inversión hotelera es, de momento, la única con capacidad de atraer capital privado para rehabilitar edificios en desuso», como si la Empresa Municipal de la Vivienda o el Consorcio de la Ciudad de Toledo fuesen ya instrumentos absolutamente ineficaces para la creación de viviendas de residentes.
Las pocas trabas que un empresario se encuentra para poner un hotel contrasta enormemente con el sinfín de dificultades e inconvenientes con los que se topa un ciudadano que quiere seguir viviendo en el Casco histórico. Sorprende, en efecto, la facilidad con la que se aprueba el cambio de uso de algunos inmuebles, como la conversión de la antigua sede del Colegio de Arquitectos, ubicada en la Hospedería de San Bernardo, número 1, en un hotel. La 'canibalización' hostelera que sufre nuestra ciudad ha hecho que el edificio de la antigua maternidad corra la misma suerte.
Se está cumpliendo el sueño de Tomás Alía, quien, en una entrevista en El Confidencial, aseguraba que le «encantaría» que las «doscientas casas palacio» en el Casco histórico «se convirtieran en hoteles de lujo». Declaración que no resulta sorprendente viniendo de un decorador de hoteles boutique. Después de todo, añade, los toledanos que residen dentro de las murallas de esta ciudad Patrimonio de la Humanidad tienen la inmensa suerte de vivir como en «una película que te hace viajar por la historia y el tiempo».
Alía, director artístico de la candidatura de Toledo a Ciudad Europea de la Cultura 2031, junto a otros notables de la Real Fundación de Toledo (cabe preguntarse qué está haciendo esta prestigiosa institución para salvar a la ciudad de un modelo que amenaza con matar su alma), fue uno de los protagonistas del 'talk show que se montó en el Teatro de Rojas, con esa pompa que tanto gusta a las autoridades, para promocionar dicha candidatura. Nos preguntamos si la ciudad que estos promotores quieren vender al mundo es la ciudad real, la ciudad de los ciudadanos, o la ciudad atrezzo, la del escenario «cultural» y el monocultivo turístico.
Pero de qué nos quejamos los aguafiestas, si Toledo luce siempre tan bonita, sobre todo cuando se enciendan con más de un mes de antelación los miles de luces navideñas. Esperemos que todavía no nos pongan tornos para acceder a algunas calles de la ciudad, como en Disneyland París, o en Venecia, porque Venecia, al igual que Toledo, cada vez se parece más a una versión histórico-artística de Las Vegas.
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