No se atiende sin cita previa
Pedir una cita con el médico, comprar unas entradas para el teatro o pedir la partida de nacimiento, se ha convertido para muchos ciudadanos en una misión casi imposible
Atrapados en el puente
Luis Peñalver Alhambra
Toledo
¿Cuántas llamadas hice esa mañana? ¿Cuatro?, ¿cinco? Y en todas ellas me contestó una voz metálica y sin alma que parecía la de una señora pero que en realidad era la de una máquina. Muy correctamente me indicó varias opciones, todas ellas consistentes en ... marcar un número del uno al cuatro. Tras mi confusión inicial, me armé de valor y muy resueltamente le dije a la máquina que quería hablar con una persona; entonces se me dijo que mi llamada sería transferida a un agente y que me mantuviese a la espera. El tiempo se hace muy tedioso cuando uno permanece colgado del teléfono y los minutos comienzan a pesar como una losa, sin nada más que hacer que escuchar una y otra vez un machacón fondo musical. Por fin, me parecía mentira ya, alguien habló al otro lado de la línea, sólo para recordarme que esa gestión únicamente se podía hacer con cita previa.
Si Toledo muere
Luis Peñalver AlhambraHoy hemos pasado del «Vuelva usted mañana» de Larra al «No se atiende sin cita previa». Si uno quiere solicitar un documento en el Registro civil, en la Jefatura de Tráfico, en el SEPE o en el Instituto Nacional de Salud, por poner sólo unos ejemplos, necesita cita previa. Siempre hay alguien que te dice que cualquier trámite de la administración lo puedes hacer cómodamente desde tu casa con el certificado digital. Pero para sacarse el certificado digital hay que personarse en una oficina de registro, y para ello se requiere cita previa. A la administración le es indiferente la urgencia, la edad del ciudadano o su competencia digital. Quien esto escribe ha podido comprobar que en algunos de estos servicios administrativos que (se supone) existen para prestar servicio al ciudadano que paga sus impuestos, ha podido comprobar que no hay nadie a este lado del mostrador, ningún público, y lo ha hecho en diversos días y a diferentes horas. Afortunadamente siempre hay un amable guardia de seguridad dispuesto a informarte, aunque sólo sea para decirte que no se puede hacer nada sin cita previa. En realidad uno sospecha que el sistema de cita previa está destinado a extinguirse, pues no pretende sino preparar al contribuyente para lo que va a venir después, cuando llegue el momento en que todos y cada uno de nosotros, mediante DNI electrónico o cualquier otro dispositivo, tengamos que resolver todas nuestras gestiones por internet.
Pero volvamos a un presente que casi ya es futuro. Pedir una cita con el médico, comprar unas entradas para el teatro o pedir la partida de nacimiento, se ha convertido para muchos ciudadanos en una misión casi imposible. O comunican los teléfonos o fallan las aplicaciones informáticas o el menesteroso ciudadano sólo está preparado para mantener espontáneamente relaciones humanas. Una tendencia que ya existía pero que se ha agudizado con la pandemia. Hay que digitalizarse: es la consigna. En el colegio o en el instituto, por ejemplo, la digitalización es la palabra mágica que va a resolver como por encanto todos los problemas del proceso de enseñanza y aprendizaje. Es el futuro, se nos dice. Nos llenan los oídos con la palabra «progreso». Y el progreso, cuántas veces lo hemos oído, consiste en la informatización, no importa que ello suponga un deterioro de las relaciones personales.
No vamos a hablar de los miles de trabajos que se van a perder gracias a este proceso, que se está agudizando ya con la llegada de la Inteligencia artificial, sino del empobrecimiento social que conlleva. Se teletrabaja en casa; se compra desde casa; se pide la comida para que te la lleven a casa, y sin salir de casa uno puede socializarse gracias a las redes sociales. Kioscos, librerías y todo tipo de pequeños comercios de cercanía sucumben bajo la larga sombra de Amazon, lo que supone la decadencia de barrios enteros. Muchos jóvenes, y no tan jóvenes, sólo saben comprar por internet, da igual se trate de un libro que de una camiseta. Y cada vez son más los adolescentes que viven cómodamente instalados en el ciberespacio y que se atoran si tienen que ir comprar una barra de pan a la tienda de la esquina, porque las competencias digitales suelen ir asociadas a una pérdida de habilidades sociales.
Quizás sea un anticuado, pero no entiendo otro progreso que el que posibilita la libertad de los individuos y potencia las relaciones humanas.
Doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid
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