Un Lope actualizado en el teatro de Rojas

Guardaos, mortales, que va el Amor enamorado

Antonio Illán Illán

TOLEDO

18/12/2022
Actualizado a las 14:43h.

¿Habrá alguien que sepa más de amor que Lope de Vega? ¡Quien lo probó lo sabe! Aquí estamos ante una obra en la que el amor humano triunfa por encima de los designios de los dioses, sus caprichosos engañosos, sus flechas del amor, ... y donde las envidias y los celos terminan fracasando. El amor triunfa y termina siendo una fiesta en un claro del bosque, con sus senderos de entrada y salida, con su parte de atrás donde se libran batallas de desamor, con sus recovecos detrás del follaje, con sus vaivenes.... ¡Ay! qué Lope más humano. Humano, pero con altura de miras, pues no es el individuo el protagonista final, sino el pueblo entero uniéndose para luchar contra la adversidad que lo devora, una fuerza maligna, descomunal y asesina encarnada en la serpiente Pitón. Y no hay lucha efectiva de un pueblo sin un liderazgo que la conduzca al triunfo. Una obra preciosa de ver, con un nudo propio de la artificiosidad barroco lopesca y un final como debe ser para satisfacción de todos.

«El amor enamorado» es, por supuesto, una comedia mitológica, referida al mito de Dafne. Como bien sabemos, Lope aprovecha los mitos de la antigüedad grecolatina, pero no para contarlos tal cual o interpretarlos de acuerdo a su carácter, sino trayéndolos a su personal sensibilidad y actualizándolos al gusto de su tiempo. De aquellos mitos, el Fénix de los Ingenios tomaba muchas veces la simple trama anecdótica, en la que hallaba motivo de acción más que suficiente, y le daba vida con tan deliciosa como despreocupada libertad. Muchas de estas obras se representaron en fiestas palatinas y teniendo como actores a personas reales. Esta pieza se compuso probablemente para una de estas fiestas o quizá para ser representada en el teatro del Buen Retiro, en Madrid, con la escenografía barroca propia de la época.

Borja Rodríguez ha construido, sobre la versión realizada por Fernando Sansegundo, que ha aligerado la obra de algunos personajes del original, una dramaturgia en la que se acentúan aún más si cabe los tonos humorísticos y, sobre todo, ha propiciado un acercamiento de tiempo y lugar, para hacer más accesible y comprensible el enredo humano-mitológico de Lope. El lugar lo sitúa en una tierra de raigambre mágico-legendaria, Galicia; y el tiempo, bien iconizado por los figurines, podemos localizarlo en las primeras décadas del siglo XX. Y siempre la idea de lo festivo envolviendo la acción de los amores y desamores, encuentros y desencuentros, engaños y pretendidas venganzas, conflicto entre dioses y humanos, fidelidades e infidelidades, promesas y cambios de opinión, intereses y distinciones de clase, pero siempre, siempre, la excelente consideración del valor del profundo amor, del enamoramiento, diríamos mejor. Priva el amor no el desengaño. Esto es lo que vemos, lo que comprendemos, lo que nos entretiene y lo que no obliga a no cerrar el ojo, pues todo se desarrolla sin pausa y sin descanso entre escena y escena, con unos diálogos sencillos y chispeantes, que mantienen la apuesta de Lope por llegar siempre a un público más amplio que el puramente cortesano, para el que parece que se concibió la obra. Podríamos decir que este espectáculo de Borja Rodríguez nos presenta de manera clara y concisa el muestrario lopesco de las diferentes maneras de amar: el amor correspondido o no, el amor entre personas de diferente condición social, el amor entre dioses y terrenales… En lo que también hace hincapié esta dramaturgia, más que en lo mitológico en sí centrado en la persecución (para gozarla) de Apolo a Dafne hasta que esta se convierte en laurel, es en la unión de los lugareños para vencer tanto a la bestia Pitón, que acecha a los rebaños y atemoriza a las gentes, como a los dioses traviesos y un tanto amorales que se divierten a costa de los mortales.

Muy interesante es el imaginativo montaje escenográfico, funcional y bello, a la vez que, con el empleo de ese doble espacio marcado por un muro de transparencias, crea un universo mágico muy acorde y coherente para hilar lo real y lo mítico. Al entramado se une también la iluminación y los efectos especiales, que son claves para conseguir el ambiente de encantamiento que tanto juego da en la obra. Especialmente significativo es el momento en que Dafne se metamorfosea en laurel para escapar del lúbrico Apolo. El toque musical que acentúa lo gallego también sirve para dotar al espectáculo de un ritmo trepidante y una alegría contagiosa.

La interpretación mantiene un nivel muy digno en todo el elenco, si bien algunos personajes están potenciados por la comicidad que no cesa y que resuelven con muy variados recursos, tanto gestuales, de postura y movimiento, como de entonación y lingüísticos; estos personajes son Cupido (Mario Alberto Díez) y Bato, el villano gracioso (Rafa Núñez). Especialmente potente ha sido la interpretación de Aisa Pérez en el personaje de Sirena, con una dicción fuerte, clara y natural y un gesto potenciador de cualquiera de las situaciones diferentes en las que interviene. Asimismo, Teté Delgado domina la situación como una Venus que se siente poderosa y dueña de lo que pasa e interpreta con simpatía relajante. Raquel Nogueira (Dafne), Anabel Maurín (Silvia), Abraham Arenas (Febo) y Rubén Casteiva (Alcino) mantienen el equilibrio interpretativo dando autenticidad a sus diferencias de carácter.

Entre todos lograron un espectáculo entretenido, variopinto, imaginativo, lopesco, pero también con ingredientes de lo mágico encantador gallego, de la comedia fantástica, el ambiente pastoril e incluso con pinceladas de la comedia del arte italiana. Un buen trabajo sobre un clásico que se actualiza sin que pierda su esencia. El público del teatro de Rojas aplaudió cálidamente por esas casi dos horas de ensueño teatral que había vivido.

Título: «El amor enamorado». Autor: Lope de Vega. Versión: Fernando Sansegundo. Compañía: Mic Produccciones. Dirección: Borja Rodríguez. Intérpretes: Teté Delgado, Mario Alberto Díez, Raquel Nogueira, Rafa Núñez, Anabel Maurín, Abraham Arenas, Aisa Pérez y Rubén Casteiva. Escenografía: Juanjo González Ferrero. Música: Rubén Berraquero. Coreografía y movimiento: Fredeswinda Gijón. Vestuario: Yeray González. Iluminación: Juanjo Llorens. Dirección de producción: Isabel Casares. Escenario: Teatro de Rojas.