ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA
Georgui Gospodínov: la lógica del absurdo
Todo en las pequeñas narraciones del poeta búlgaro nos da cuenta de cómo lo absurdo habita en lo cotidiano
Entender a Gloria Fuertes, del lamento a la carcajada
MARI CRUZ MAGDALENO
No tengo un motivo previo para elegir un poeta u otro a la hora de escribir: ni su actualidad, ni su importancia, ni siquiera que me gusten o que disfrute de su poesía, todos me interesan, manda el azar, como en casi todas las cosas ... de la vida al final es el que impera, el azar y el absurdo. Tampoco -nunca jamás-, su ideología: he escrito de Miguel Hernández y de Primo de Rivera, de Pablo Neruda y de Dionisio Ridruejo. Pero sí he descubierto, que incluso en el desánimo con algunos, he encontrado algo que ha despertado mi interés, algo que ha hecho que mereciera la pena.
Esta vez, como me pasó con Iván Bunin, la ocasión me la ha dado una amiga rusa que hace que mire al Este, mientras todo en mi órbita me impele a mirar al Oeste. En el mundo hay siete continentes, Rusia, el país más extenso del mundo, reparte su territorio en dos de ellos: Europa, como España, y Asia. Me pregunto por qué maldita razón damos la espalda a lo que está más cerca de nosotros y miramos, consumimos, nos dejamos colonizar por lo que está al otro lado del mundo, allende los océanos, ¿política?, ¿economía?, ¿finanzas?, ¿historia?, ¿el absurdo?
Mi amiga me regaló el mes pasado por mi cumpleaños el libro de relatos publicado por un poeta búlgaro: Gueorghi Gospodínov. Mis neuronas se pusieron a trabajar, Europa del Este sí, pero dónde está Bulgaria, qué se yo de Bulgaria, de su gobierno, de sus gentes, de sus problemas, nada o casi nada. Me dio reparo no tener 'naaaaada' que decir, cogí el libro con cierta tristeza y le di las gracias. «Te lo he regalado porque es del Este y porque lo ha escrito un poeta», me dijo leyendo en mis ojos el descoloque que me había producido su obsequio, y sonriendo un tanto compadecida.
Georgui Gospodínov (1968) es «el escritor búlgaro más importante desde la caída del telón de acero». El llamado telón de acero fue esa línea política e ideológica que dividió Europa tras el fin de la II Guerra Mundial (1945): el Bloque Occidental, influenciado por los Estados Unidos (España) y el Bloque Oriental, influenciado por la Unión Soviética (Bulgaria, Ucrania), este último con gobiernos comunistas pro soviéticos. Así quedó Europa, comenzaba la Guerra Fría entre ambos, hasta la disolución de la URSS en 1991. Tras la caída del telón cuyo máximo símbolo fue la caída del muro de Berlín en 1989 todos los países de Europa del Este consiguieron liberarse del yugo soviético, se occidentalizaron, ese efecto dominó de norte a sur que comenzó Polonia, incluyó Bulgaria y también Ucrania. Si en ese momento nos hubiésemos abierto a «occidentalizar» no solo a esos países sino también a Rusia, tendríamos una Europa autónoma y potente y nadie vendría a resolver sus guerras hegemónicas en nuestro territorio. Y no se trata de americanizar Rusia por favor, se trata de europeizar a Rusia, claro que antes habría que europeizar a Europa.
Pero yo escribo de poetas. Cuando cayó el muro de Berlín, Gospodínov tenía 21 años, con 22 se inició como poeta con dos libros premiados en su Bulgaria natal. Ha escrito 15 libros de poesía, lamentablemente ninguno de ellos se ha traducido al español, y eso que en Bulgaria la poesía es el género fuerte por tradición. Muy al contrario que algunas de sus novelas o el último libro publicado, 'Acerca del robo de historias y otros relatos'.
Todo en las pequeñas narraciones de Gospodínov nos da cuenta de cómo el absurdo habita en lo cotidiano, cómo hay un perfecto equilibrio entre una cosa y su contraria, entre realidad y ficción, entre pasado y futuro, siendo capaz de resolver cualquier desenlace con asombrosa lógica, la lógica del absurdo. En sus narraciones Bulgaria y Europa son un pretexto de su memoria para llegar a nuestro corazón con una emoción o a nuestro cerebro con una idea, tratando valores universales, que creo que es la clave de su éxito y de que su obra haya sido traducida a 30 idiomas.
Un ejemplo bellísimo es su relato sobre la niña incapacitada para ver el presente, ya que a través de uno de sus ojos sólo era capaz de ver el pasado y a través del otro sólo de ver el futuro. El corto de animación que adaptó este vibrante cuento, 'Blind Vaysha' (Vaysha la Ciega), fue nominado a los Oscar en 2019. Su final es un homenaje del poeta búlgaro a la labor del escritor: «imagínese, querido lector, que usted solo viese la página en blanco por un ojo y la página hecha ceniza por el otro, sería muy triste para ambos, pero sobre todo para mí». Vaysha no es feliz porque no puede vivir el presente, porque cuando un pretendiente le fue a pedir su mano, ella sólo pudo ver por un ojo a un niño y por el otro a un viejo. Pasado y futuro no son dos lugares recomendables para instalarse, pero qué sería del presente sin convocar las enseñanzas que imparte el primero y los estímulos que provoca el segundo.
Conmueve extraordinariamente su relato 'El hombre de los muchos nombres', bastante quijotesco, es la historia de uno de esos locos inofensivos que se empeñan en lo erudito y lo social y abandonan lo personal, se decía de él que se había vuelto tarumba de tanto leer. Cuando un día participó en un juego con gente de su ciudad, en el que había que contar historias personales y le llegó su turno, él no pudo hablar, él podía contar miles de historias de otras personas, pero no las suyas. Lloró mucho a causa de ello y días después apareció ahogado en el río. Así es el absurdo de las cosas que vivimos: leer puede ser bueno, pero también puede ser malo. Y es posible amar y odiar, comprenderlo y aceptarlo nos fortalece, ser capaces de captar la magia y la belleza de nuestro mundo y de su absurdo, también. Y si el azar nos da la gracia de poder transmitirlo en cualquier arte será como cabalgar hacia la gloria sobre una quimera.
En 'El alma navideña de un cerdo', la psique del animal, apostada en un ciruelo rememora su muerte con motivo de la Navidad, descubre que la muerte puede ser hermosa al contemplar como su sangre empapa la blancura de la nieve, aunque se extraña del gozo con el que los hombres la celebran. El alma porcina se asombra de la belleza que se oculta en su interior cuando el matarife raja su vientre, pero no siente rabia contra quienes le matan, aunque considere que lo que hacen es pecado, muy al contrario, siente pena por ellos, porque serán castigados y no disfrutarán del paraíso, que es sólo para los animales, que pueden comer todas las manzanas que deseen sin que nadie les impida su acceso.
Otros relatos nos dan cuenta del absurdo en lo cotidiano: la endogamia de un país que daba la espalda a Occidente, deseándolo; el milagro de dos personas con idiomas diferentes capaces de entenderse para abatir la soledad; la intromisión que en la vida de una persona puede suponer un simple saludo de otra; la extraña idea de que los nombres de las cosas puedan ser más importantes que las mismas cosas; lo irreal de un sintecho ocupando la pantalla del televisor en la parrilla de Nochevieja; lo impactante de que a un escritor «cirujano del alma» se le busque como asesino; la pesadilla que vive una dama en la cocina con Sylvia Plath cortándose un dedo y un caracol hermafrodita copulando durante horas y despertando cuando descubre que le gusta lo soñado; lo extraño de un hombre que tiene más conexión emocional en cinco horas con una desconocida que con su esposa en toda una vida; el horror de un pobre hombre que es víctima del fuego cruzado entre sus vecinos, un burgués y un militar comunista y lo extemporáneo de un individuo que no se concilia con el presente y escribe en el año 2000 comunicando que se marcha a Polonia para luchar contra la invasión alemana (1939).
Agradezco el libro. Ahora ya sé que Bulgaria limita con Grecia, que en el mapa se asemeja a la figura de un león, que es el país más antiguo de Europa y que inventó el yogur y el alfabeto cirílico, que tiene la renta per cápita y los precios más bajos de Europa por lo que no pueden acceder al euro, que llevan años celebrando elecciones cada seis meses por el marchamo oligarca comunista de sus líderes y que, como Ucrania, su población está dividida. Pero, sobre todo, porque leer a Gospodínov ha hecho que me reconcilie con el absurdo.
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