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«Mi obra brilla por su ausencia en los espacios públicos de Castilla-La Mancha»

Entrevista con el pintor, escultor y grabador toledano Rafael Canogar, que ha recibido este lunes en el Teatro Circo de Albacete la medalla al mérito cultural extraordinario de la región

Rafael Canogar, en su estudio de Madrid ABC
Valle Sánchez

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Rafael Canogar (Toledo, 1935) ha recibido este lunes en el Teatro Circo de Albacete de manos del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, la medalla al mérito cultural extraordinario de Castilla-La Mancha , otro reconocimiento de su tierra a uno de los representantes más destacados del arte abstracto y uno de los grandes de la pintura española actual. Su vida está plagada de premios y reconocimientos y su obra se encuentra repartida en museos, galerías y colecciones privadas de todo el mundo: México, Venecia, Roma, Lisboa, Nueva York, Texas, California, Hamburgo, Sao Paulo, Sofía, Chile, Pekín, Bogotá, Seúl, Helsinki, París, Jerusalén o Bélgica. Y también en instituciones y museos españoles como el Reina Sofía de Madrid , aunque, como se lamenta a ABC, «brilla por su ausencia en los espacios administrativos» de esta región. Sin embargo, y aunque con solo cinco años dejó Toledo con su familia para marcharse a Madrid, en donde emprendió su brillante carrera, siempre «ha llevado dentro su ciudad».

¿Qué significa para usted este nuevo reconocimiento?

Significa una atención a mi trabajo, un reconocimiento que me alegra especialmente viniendo de mi región, que crea nuevos vínculos y acercamiento con Castilla-La Mancha.

Usted sí que es un profeta en su tierra. Es Hijo Predilecto de Toledo, premio de la Real Fundación, Medalla de Oro de Castilla-La Mancha... ¿Se siente querido en esta tierra?

Es una pregunta muy difícil de contestar. Yo sí quiero a mi tierra, un amor que me viene no solo por ser mi lugar de nacimiento, lo es también por familia: mi madre me lo hizo sentir con mucha fuerza. Esa cercanía me ha hecho estar y atender a todo lo que se me ha requerido desde esta región. Es de suponer que sí, que se me quiere, si me han concedido esta medalla; pero tengo mis dudas que se quiera a mi obra, que brilla por su ausencia en los espacios administrativos.

Se fue muy pequeño de esta ciudad, con cinco años. Alguna vez habló de los gigantones del Corpus que veía desde su casa cerca de la catedral. ¿Guarda algún otro recuerdo?

Sí, de aquellos años guardo ciertos recuerdos, como por ejemplo bañarme en el río. Pero tengo muchos otros, más tardíos, pero fundamentales; siendo adolescente iba a Toledo con frecuencia -cuando tenía vacaciones- para estar con la familia y para pintar a mi ciudad, sus vistas y sus calles, y su magia.

Dicen que siempre ha llevado la ciudad dentro. De hecho, regresó algún verano y sus paisajes están en sus obras. ¿Qué le seduce de Toledo pictóricamente? ¿Cuántas obras tiene de la ciudad?

Toledo me seduce, efectivamente, y forma parte de mi obra pictórica de muchas maneras. Me gusta su sobriedad, su austeridad, su rotundidez, son conceptos abstractos, pero que creo han conformado mi forma de ser y de hacer. Mirar la ciudad de Toledo desde El Valle es como mirar una obra de arte de la que parece que formo parte, y puedo seguir las calles por las que tantas veces he deambulado. De la ciudad de Toledo sí tengo muchas obras, pero la mayoría son abstractas. Son representaciones poéticas, como la obra que tengo en el Museo Abstracto de Cuenca con el título «Toledo».

«Toledo me seduce y forma parte de mi obra pictórica de muchas maneras. Me gusta su sobriedad, su austeridad, su rotundidez...»

Ha vuelto muchas veces a su ciudad. Hace solo unos años presentó en el centro cultural San Marcos la exposición «Rafael Canogar, reinventar la pintura». ¿Qué le gusta del Toledo actual, del que conoce ahora?

El Toledo actual no ha sufrido los avatares del tiempo. Ha sido mimada y restaurada con primor. Dando las gracias por el premio que la Real Fundación Toledo me concedió, comentaba yo, cómo lugares de la ciudad muy descuidados y que viví durante mis visitas de adolescente, se habían eliminado y resuelto con gran sensibilidad, como lo que llamábamos «el rodadero».

Su vinculación con esta región, Castilla-La Mancha, también es destacada. Ha asesorado artísticamente en algunas ocasiones, como para la creación de la Facultad de Bellas Artes, el certamen de Jóvenes Artistas o el Museo de arte abstracto de Cuenca. ¿Qué supone que siempre quieran contar con usted?

Mi carrera como artista es muy larga, llevo 70 años activo profesionalmente. He acumulado muchos datos. Experiencias e inquietudes que he puesto al servicio de cualquier proyecto, cuando se ha solicitado. Pero también es cierto que los artistas somos soñadores, o si se quiere ingenuos, como ocurrió con la nueva Facultad de Bellas Artes de Cuenca. Los artistas convocados hicimos una propuesta interesante, que permitiese traer artistas destacados como invitados para cursos o talleres. Pero duró solo un año porque la estructura universitaria permitía a los artistas optar a esa cátedra, que así quedaba cerrada para traer destacados artistas como invitados.

Una vida de éxitos: viajes por el mundo, reconocimientos internacionales, miles de experiencias, más de 200 exposiciones y cientos de colectivas. ¿Con qué se queda de estos años?

Me quedo con todo, porque hasta las equivocaciones son positivas para no repetirlas, o porque te pueden llevar a espacios que necesariamente partían equivocados. Me doy cuenta, cuando miro el camino recorrido, de que he hecho mucho, de que he vivido muy de cerca las grandes revoluciones estéticas de la segunda mitad del siglo XX, pero yo todavía estoy en ese viaje, tratando de solucionar y responder a incógnitas del arte de hoy, desde la pertenencia a una generación -la de los años cincuenta-, pero abierto a nuevas formas de crear.

Desde su fascinación por Miró y las vanguardias, pasando por su etapa creadora durante la dictadura, su acercamiento al informalismo, su vuelta a los orígenes y siempre reinventándose como hasta ahora. ¿Cómo ha cambiado Rafael Canogar?

Hago mías las palabras de Van Gogh, cuando dice «Que tu pintura sea como tu escritura. Que se convierta en una forma de expresión radicalmente personal, capaz de mostrar tu esencia». Creo en la pintura, en la pintura que me enamoró en los años cincuenta, y la defiendo como he hecho siempre; en unos momentos en los que casi ni se enseña. No siempre es posible escribir libros como el Ulises de J. Joyce, libro experimental por excelencia, pero sí hacer una buena literatura, y si es buena literatura, quizás sí abras nuevos caminos. Lo importante es tener algo que decir, y quizás no tener prisa.

Se la ha visto en alguna entrevista desilusionado, desencantado en una sociedad que ya no le inspira. ¿Es cierto?

Vuelvo a traer a cuento la ingenuidad que, a veces, tenemos algunos artistas: la pérdida de valores que para mí fueron fundamentales, como la honradez, la ética, la solidaridad, etc., ha sido motivo de mi desilusión. Hemos perdido la ilusión de un horizonte utópico, que sí tuvimos durante la Transición.

«La pérdida de valores que par mi fueron fundamentales como la honradez, la ética, la solidaridad, etc., ha sido el motivo de mi desilusión»

¿En qué trabaja ahora?

Trabajo en mi pintura, en mis cuadros; también en grabados y en dibujos. Tengo exposiciones, muchas son participación en colectivas, pero todo esto es parte del oficio. Y sí, estoy trabajando sobre tela, con la desnudez de mis primeros años de artista de vanguardia, y puedo hacerlo porque ya utilicé otros materiales, y te das cuenta de que dejaste de hacer ciertas obras; pero no como en los años cincuenta, sino como ahora. Cuando me preguntan si sigo trabajando, siempre contesto lo mismo: trabajo todo lo que me dejan.

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