ENTREVISTA
Teresa Cardona: «Hace décadas los religiosos o los médicos eran autoridades. Nadie los rechistaba»
'MAZAPANOIR' TOLEDO
Tras el éxito de 'Los dos lados', su primera obra publicada en España, la autora llega este viernes al festival del género negro 'Mazapanoir' de Toledo para presentar su nueva novela, 'Un bien relativo'

Siendo ya una autora muy reconocida en Francia y tras el éxito cosechado con 'Los dos lados', su primera obra publicada en España, Teresa Cardona (Madrid, 1973) llega al festival del género negro 'Mazapanoir' de Toledo para presentar su nueva novela, 'Un bien relativo' (Siruela). La cita será este viernes, a las 19.00 horas, en el salón de actos de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, donde hablará junto con el también novelista Lorenzo Silva de su novela 'La llama de Focea', presentados por José Ramón Gómez Cabezas.
Esta es la segunda entrega de la su serie policíaca ambientada en la localidad madrileña de San Lorenzo de El Escorial, que ella bien conoce, con la que ya ocupa un destacado lugar entre los amantes de este género. Si en su debut, Cardona planteaba el dilema moral de que el bien justificase los medios, en función de la persona que lo abordara y del lado en el que se encontrase, en 'Un bien relativo' da un giro e incita al lector a reflexionar sobre la rotundidad del bien... ¿Y si, en ocasiones, también este pudiera ser relativo?
-El título de su novela es bastante representativo de lo que se va a encontrar uno en la novela. Pero, según usted, ¿puede ser el bien relativo?
-El libro trata de la situación social de los años 80 pasados en España y de las desigualdades que había. La esencia de la novela es que en esa época, a pesar de entrar la democracia, había muchas personas que no tenían ninguna otra opción que hacer uno tratos completamente desventajosos e ilegales debido a sus circunstancias. Sin embargo, yo no entro a juzgar a esas personas, sino que intento entender qué es lo que llevó tanto a un habitante de la calle Serrano de Madrid como a una señora de Carabanchel a tomar las decisiones como hicieron en esos momentos.
-No es la primera vez que enfrenta a los lectores a este tipo de disyuntivas. En su anterior novela, 'Los dos lados', aparece el concepto de la justicia ligada al terrorismo de ETA, entre otras reflexiones. ¿Tiene un escritor que ejercer como abogado del diablo muchas veces para ponerse en la piel, ya no sé si decir del malo, pero sí del otro?
-En términos jurídicos, a mí lo que me gusta es meterme en la piel del fiscal, pero también en la del abogado defensor. Es bueno ponerse tanto en un lado como en el otro porque muchas veces, intentando entender al que tenemos en frente, lo podemos comprender mucho mejor. Por eso, el contexto social e histórico es lo que construye a los personajes y esto es lo que explica algunas de sus decisiones y de sus actos. Eso es lo que intento en mis novelas, que el lector consiga entrar y saber por qué sucedió lo que sucedió y qué llevó a la gente a ser así, además en una época tan complicada, sobre todo para las mujeres. Por mucho que digan que la mujer lo tiene muy mal ahora, hemos mejorado mucho.
-Supongo que, tratando un tema tan peliagudo como el que se refleja en 'Un bien relativo', habrá tenido que documentarse cocienzudamente. ¿Cómo y dónde ha acudido?
-Tienes que leer todos los testimonios, historias y diferenciar un caso de otro. Aquí lo cuenta una mujer actual, con 50 o 60 años, pero también la que era en los años 80, con las adolescente que era entonces. Las visiones son muy diferentes y, por eso, cuando encuentras los testimonios de alguien que pasó por lo mismo, te das cuenta de hasta qué punto cambiaron las personas a lo largo de los años y de lo difícil que es recuperar lo perdido. De hecho, en una parte de la novela se habla de cómo pudo pasar todo esto, lo cual es casi como un estudio sociológico porque las figuras han cambiado también. Hace unas décadas los médicos, los religiosos o los maestros eran una autoridad más. Tenían más poder y nadie los rechistaba.
-La segunda entrega de las aventuras de la teniente Karen Blecker y el brigada José Luis Cano vuelve a tener como escenario principal San Lorenzo de El Escorial. Usted pasó muchos veranos de su infancia allí con sus abuelos, pero no sé si los recuerdos que tiene son buenos o malos, por el hecho de colocar a tantos muertos en su pueblo.
-Mis recuerdos son magníficos porque mi relación con San Lorenzo de El Escorial viene de mucho más atrás porque a mi madre la llevaron de bebé a la casa en la que yo también me crie y que se mantiene exactamente igual. Cuando nos fuimos a vivir al extranjero, a principios de los años 90, mis padres lo único que conservaron fue esa vivienda, que fue mi nexo con España y donde siempre volvíamos. Lo que cambió, cuando me fui haciendo mayor, es que además de en verano, iba en invierno y eso fue lo que me dio una visión del lugar completamente diferente porque no tiene nada que ver en una estación u otra. En los meses estivales la localidad se llena de gente y de vida con el turismo, mientras que el invierno allí es muy duro, pero en esa época puedes conocer mejor a sus habitantes, algunos de los cuales aparecen en mis novelas y no parece que se molesten de que en su pueblo haya subido la mortalidad.
-'Un bien relativo', pese a ser la segunda entrega de la saga Blecker, transcurre antes en el tiempo que la primera, 'Los dos lados'. ¿Por qué?
-Escribí antes 'Un bien relativo' que 'Los dos lados', pero cuando terminé la segunda, que al final ha sido la primera, me di cuenta que los protagonistas, la teniente Blecker y el brigada Cano, estaban mucho más desarrollados y yo les conocía mejor. Por eso, cuando lo releí de nuevo me pareció que les faltaba algo, un poco de alma, aunque la historia transcurre antes cronológicamente, de ahí que pidiera a la editorial Siruela si era posible publicar una después que otra y tuve una suerte tremenda de que lo aceptara.
-Creo que la tercera novela de la serie ya está preparada para ser publicada. ¿Puede adelantar algo de ella?
-La tercera tiene también a San Lorenzo de El Escorial como escenario, donde muere una mujer joven en la carretera del club. Es una historia muy actual de una violación, que a lo mejor no lo es, o que a lo mejor sí. No puedo decir mucho más porque, si no, lo desvelaría todo. Lo único que puedo contar es que, como Karen y José Luis se conocen cada vez más, se llevan mejor, pero también discuten más y se pelean, por lo que me tengo que meter en la cabeza del uno y del otro para poder argumentar. Por lo tanto, espero no defraudar a los lectores.
-En todo caso, supongo que aún nos queda mucho por conocer de esta extraña pareja de guardias civiles formada por una mujer hispano-alemana, como usted, proveniente de la Europol y por un agente treinteañero que tiene una relación homosexual que lleva discretamente en un pueblo pequeño.
-Mis personajes no son extraños. Es verdad que lo parecen en un primer momento, pero creo que la gente no se da cuenta de que a los agentes de la Guardia Civil en el extranjero se les considera la élite porque son expertos en terrorismo en Europa. De todos modos, me apeteció hacer a Blecker y Cano con caracteres diferentes, para que pudiesen discutir, pero son dos personas completamente normales en los tiempos que corren.
-Más allá de estas nuevas realidades que se reflejan cada vez más en la novela negra y policíaca actual. ¿Qué cree usted que debe tener una buena trama dentro de este género?
-En Francia, donde yo ya he publicado antes, consideran este género como uno más, algo que los españoles hemos tardado más en entenderlo así, cuando además en España hay obras de este tipo fantásticas desde hace tiempo, con unas editoriales que cuidan su ramas policíacas de una manera maravillosa. Buen ejemplo de ello son los autores del género que son y han sido escritores muy reconocidos en el ámbito internacional, como Alicia Giménez Bartlett, Lorenzo Silva, Domingo Villar o Alexis Ravelo, entre otros. En cualquier caso, creo que ahora la novela negra o policíaca, como se quiera llamar, vive su época dorada porque tiene muchos lectores, que son muy fieles, y a mí este género me da mucha libertad, la que va del costumbrismo a la crítica política, pasando por la historia o la sociología, la psicología... Por eso me fascina.
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