La luz se puede crear
'Ladies Football Club', de Peris-Mencheta, en el Teatro de Rojas: «El espectáculo, con ser megatónica la idea, se sustenta en el soberbio trabajo coral»
Antonio Illán Illán
Toledo
Título: Ladies Football Club. Autor: Stefano Massini. Traducción: Ignacio Rengel. Adaptación: Sergio Peris-Mencheta con la colaboración de Daniel Val. Compañía: Barco Pirata. Dirección y adaptación: Sergio Peris-Mencheta. Intérpretes: Alicia González, Ana Rayo, Andrea Guasch, Belén González, ... Carla Hidalgo, Diana Palazón, Irene Maquieira, María Pascual, Nur Levi, Noemi Arribas y Xenia Reguant. Escenografía: Alessio Meloni. Vestuario: Elda Noriega. Composición musical: Litus Ruiz. Dirección musical: Joan Miquel Peret. Coreografía: Amaya Galeote. Iluminación: David Picazo. Producción: Barco Pirata Producciones. Escenario: Palacio de Congresos «El Greco».
«Ladies football club» es una obra del italiano Stefano Massini que nos cuenta la historia real y con cierta exhaustividad de uno de los primeros equipos de fútbol femenino en el Reino Unido durante el año 1917 en plena Guerra Mundial. En este caso, formado por las trabajadoras de una fábrica de municiones. En poco tiempo, junto con otros, los equipos de mujeres lograron obtener un enorme afecto y atención del público; sobre ello y el final desafortunado que tuvieron al terminarse la contienda, ante el acoso y la hostilidad de las instituciones y el pacatismo de una sociedad aún machista, Sergio Peris-Mencheta monta otro de sus gigantescos espectáculos teatrales adaptando las cuatro horas del monólogo original. Dos horas y media sin pausa con un trabajo a destajo de 11 actrices que hacen de todo conforman un trabajo compuesto por una parte de teatro narrativo, en el que se cuenta con pelos y señales esa historia inicial del fútbol femenino, y otra parte de teatro musical.
La versión de Peris-Mencheta parece dar más importancia que al equipo de fútbol en sí, al hecho de que las mujeres de la fábrica Doyle & Walker aprovecharan algunos tiempos de descanso para jugar con la bola, una especie de pelota de fútbol, que tiene la misma forma y dimensiones que la granada de mortero que fabrican en la cadena de montaje. Lo que al principio es un entretenimiento, termina en una auténtica afición y por formar un equipo, con el que se enfrentarán a otros y, por último, en una pirueta final, a uno de hombres, héroes, que han regresado del frente. Las peripecias con el balón, el discurrir de los partidos, los goles, las actitudes del público y la del propio empresario dan rienda suelta a una dinámica narración que no da respiro a la reflexión. Lo cuentan tan deprisa, tan seguido, tan sin diálogo, que a veces se pierde el hilo al no dar tiempo a saborear lo que se cuenta, porque la narración se hace a tal velocidad que no da tiempo a asimilar lo que se va diciendo. Menos mal que el entreveramiento de los números musicales da un respiro a los espectadores, no así a las 11 actrices, cuyo trabajo interpretativo es encomiable y mayúsculo.
Evidentemente, en un análisis de detalle, en esta propuesta hay mucho más que fútbol femenino y canciones. En la narración se van mezclando muchos microtemas evidentes que hacen de la obra un mosaico colorista que muestra un mapa de la época, con especial énfasis en la concepción de la mujer, que trabaja hasta que los hombres vuelven del frente y ellas deben dejar las fábricas y volver a la función subsidiaria de la casa y la maternidad. Así mismo, hay que significar cómo la mujer se autentifica como persona que toma conciencia como trabajadora y como ciudadana con criterio propio. La luz se puede crear, afirman ellas. El fútbol las hace visibles a los ojos de la gente, pero lo importante no es tanto esa visibilidad, sino su autoafirmación ante el poder opresivo ya sea en la fábrica o en la sociedad. El mundo de los hombres en la obra es esperpéntico con personajes que son verdaderas caricaturas absolutas y despiadadas de los jefes, los maridos, las autoridades, los políticos, etc.
La puesta en escena, sobre una escenografía de Alessio Meloni, diseñada tanto para el espacio necesario para jugar con la pelota, como para evocar la fábrica de municiones Doyle & Walker Ammunition, de la que surgió el equipo de fútbol femenino, así como la iluminación y el vestuario, establecen un marco apropiado para que el director realice su gran juego de engarzar las infinitas teselas del texto, del gesto, del movimiento, de la música y de la dramaturgia total. Gran labor evidente la que lleva a cabo también en esta obra Peris-Mencheta. Hay que apuntar la importancia de la parte musical, interesante por su composición misma, a base de canciones agradables, y por la excelente interpretación de las mismas, con buen empaste y con voces solistas de gran calidad. Los números musicales de Litus Ruiz encajan perfectamente en la historia, con letras en inglés, en español y en un parodiado alemán. La coreografía de la obra está muy conseguida, tanto cuando trabajan las mujeres como cuando juegan al fútbol.
El espectáculo, con ser megatónica la idea, se sustenta en el soberbio trabajo coral de Alicia González, Ana Rayo, Andrea Guasch, Belén González, Carla Hidalgo, Diana Palazón, Irene Maquieira, María Pascual, Nur Levi, Noemi Arribas y Xenia Reguant. Once actrices como once soles, a las que hay que calificar con un sobresaliente cum laude a todas ellas por dejarse la piel y quedarse sin resuello. Si alguien merece la medalla al mérito en el trabajo son ellas por este trabajo estajanovista tan escénicamente completo. Cantan, tocan instrumentos, bailan, se mueven de arriba abajo sin parar, narran con ritmo trepidante y equilibrado, encarnan diversos personajes y papeles variopintos en los que se desdoblan y a los que dotan de personalidad con su versatilidad y su buen hacer y mantienen la atención del público con su simpatía y el buen humor que destilan.
El montaje quizá ganaría si no se hiciera tan repetitivo con el juego y se recortase un poco en el tiempo. Pero el director ofrece su producto con esa duración y así hay que aceptarlo. También me parece que el paso del tradicional teatro de diálogo entre personajes enfrentados a estas narraciones logorreicas es algo que se debiera acomodar; pero es la estética elegida y hay que respetarla.
Lo que es seguro es que el público, que casi llenaba el salón del Palacio de Congresos El Greco, se divirtió de lo lindo, lo que demostró con sus risas y con la aprobación con aplausos varias veces en medio de la representación y por supuesto con la ovación final puesto en pie.
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