El Teatro de Rojas sube el telón

El animal de Hungría: un Lope rescatado

cultura

Agarrarse a esta obra sin apriorismos y sin condicionantes es un reto para un colectivo de actores y actrices jóvenes que ponen todo su trabajo, su saber y su ilusión

'El animal de Hungría' Jorge eliseo

antonio illán illán

Título: El animal de Hungría. Autor: Lope de Vega. Adaptación: Brenda Escobedo y Ernesto Arias. Compañía: Colectivo Állatok. Dirección: Ernesto Arias. Intérpretes: Fran Ávila/Antonio Prieto Díaz, Andrea Martínez, Carmen Quismondo / Nora Hernández, Gonzalo Lasso, Inés González, Jorge ... de la Cruz, Laura Ferrer, Óscar Fervaz. Escenografía: Álvaro Sobrino. Música: Jorge Eliseo. Coreografía: Coco Jiménez. Vestuario: Nuria Martínez. Iluminación: Raquel Rodríguez. Escenario: Teatro de Rojas.

El Teatro de Rojas de Toledo ha iniciado la temporada teatral, tras tres meses de inactividad, con una obra de Lope de Vega, El animal de Hungría, que en el original presenta más de una treintena de personajes. Evidentemente la propuesta de Ernesto Arias no puede ser otra cosa que una adaptación que se reduce a ocho actores y actrices, que interpretan diversos personajes. Por supuesto, el peinado de la obra un tanto compleja del Fénix de los Ingenios, que no lo es tanto en realidad, aligera el texto y las situaciones, como no puede ser de otro modo, y da pie a que adaptadores y director estiren la comedia para que tenga sus elementos graciosos que motiven alguna sonrisa del público.

Con todo, la comedia, casi nunca representada en tiempos modernos, tiene los ingredientes típicos del Siglo de Oro en general y del lopesco en particular: su puntito de drama y de tragedia con final feliz, el juego barroco del misterio, las traiciones, los miedos, algo de sexo (del de entonces), los galimatías del poder, las diferencias entre los nobles y el pueblo llano, sus buenas dosis de humor, el honor cuasi calderoniano, y unas insólitas mujeres salvajes o montaraces (que nada tienen que ver con las tradicionales serranas), que, como son nobles, se presentan como bellos monstruos de la naturaleza (que luego se verá no serán nada monstruosas cuando se quitan la careta).

El animal de Hungría gira en torno a una reina de húngara que es destronada por su propia hermana y arrojada al monte para ser devorada por los animales que lo habitan. La leyenda de un misterioso monstruo aterroriza a toda una aldea. El heredero es raptado por la espantosa fiera y el rey pondrá precio a su cabeza. El tiempo pasa y una nueva fiera aparece. Deseosa de descubrir el mundo, ve a un joven bañarse en una fuente y, sin querer, se descubre a sí misma. Aprovechando una insólita visita de los reyes al lugar, los habitantes le piden ayuda para matar a la horrible bestia. Pero la cosa se enreda, porque el animal no es tal animal y se descubrirá su relación con los poderosos. Hay otras acciones dentro de la acción que entretejen una red de relaciones entre personajes reales y aparentes lo suficientemente entendibles para no perder la trama, aunque es verdad que, a veces, resulta un tanto pesada. Y todo se complica más cuando ese monstruo (o héroe) salvaje se convierte en dos, lo que parece una madre y una hija. Pero ya sabemos que todo nudo de este teatro tiene su desenlace y todos serán felices y comerán perdices.

Agarrarse a esta obra sin apriorismos y sin condicionantes es un reto para un colectivo de actores y actrices jóvenes que ponen todo su trabajo, su saber y su ilusión, bajo la dirección de Ernesto Arias, y consiguen un espectáculo entretenido e interpretativamente bastante desigual. Muy bien los personajes femeninos, especialmente Rosaura, y también Teodosia y Faustina. No tan bien estuvieron algunos de los personajes masculinos, en general francamente mejorables, y alguno en especial muy mejorable. La diferencia interpretativa la argumento en algo tan básico como la dicción: ellas vocalizaban bien y proyectaban la voz, recitaban con ritmo y se las entendía. Alguno de ellos hablaba entre dientes y recitaba el verso de manera muy escolar. Pero todo eso se va superando con tablas y experiencia. Y ahí el director tiene bastante trabajo que ir limando. También ha resultado bastante significativo el carácter muy bien conseguido por los personajes femeninos, con fuerza y empatía. En cambio, los personajes masculinos resultaban bastante inverosímiles, en especial el rey y el almirante, que ni representaban realeza ni espíritu militar.

La puesta en escena se ha concebido en una época ecléctica, a tenor de los figurines, con algunos momentos llamativos, como las que inician y cierran la obra, una coreografía que imita una «haka» propia de las artes escénicas folclóricas grupales características de la cultura maorí de Nueva Zelanda, en la que se combinan cantos, movimientos, voces y gestos vigorosos sincronizados. La verdad es que la «haka» sorprende por el contraste en el contexto lopesco. En cualquier caso, como dije, el grupo se ha acercado a este texto sin apriorismos y ha concebido una dramaturgia sui géneris, sin atenerse a criterios historicistas, pero sin terminar en las formas supramodernas, como nos están presentando algunos montajes de los clásicos.

Es de agradecer que se rescate una obra desconocida, por no representada, de Lope, un reto mayúsculo para un grupo de actores y actrices recién salidos de la Resad, que han puesto su entusiasmo en levantar un espectáculo que ha sabido mantener la atención y ganarse el aplauso del público toledano.

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios