«Después de 20 días ingresado en la UVI con Covid, ahora solo valoro las cosas importantes»

Era marzo de 2020 y Juan José Huerta nunca pudo imaginar lo que le esperaba cuando acudió al centro de salud de Cobisa con un cuadro de síntomas que parecía responder a una gripe. Ya entonces, en la televisión se informaba de los síntomas de un virus desconocido que llegaba de China. «¡Y resulta que yo los tenía todos!», exclama.

Noticia Relacionada

La sociedad que abandonó el mundo físico por el Covid

Rebeca Argudo

El Covid aceleró la digitalización de cada aspecto de la vida y si algo nos dejó fueron las mascarillas

Se contagió entre el 8 y 9 de marzo. «Me fui al médico de cabecera un viernes como con un constipado porque el fin de semana había estado bastante hecho polvo y le dije que ya no podía más». Ya en el hospital le hicieron una placa, que confirmó que tenía una neumonía bilateral. «Y en un par de días me entubaron», después de que los primeros tests que le realizaron dieran negativo. Antes de su ingreso en la UVI, a Juan José le subieron a planta como un paciente normal porque todavía no existían protocolos, «y cuando ya di positivo vi entrar a los médicos con las bolsas de basura puestas; en seguida me durmieron y ya no me enteré de nada más».

Permaneció veinte días ingresado en la UVI, sedado y entubado, y transcurrido ese tiempo lo despertaron, logró despertar. «De hecho, mi mujer me contó que los médicos la llamaban y le preguntaban si les autorizaba a darme tal droga que tenía que venir de China, porque yo no respondía a ningún medicamento», cuenta.

En aquel trance, la familia de Juan José fue quien peor lo pasó. «Llamaban todos los días a mi mujer para contarle cómo estaba yo y con todo lo que ella veía diariamente en las noticias estaba muy asustada; sola en casa, con los dos niños, que entonces tenían 12 y 10 años. Pasaban los días y no había avances, no había avances...».

Como fue uno de los primeros enfermos con coronavirus, en el hospital le conocía mucha gente, «y luego me comentaron que estuve muy grave». No es consciente de quién estaba con él en la UVI, ni qué destino corrieron esos enfermos mientras él se debatía entre la vida y la muerte.

En los otros veinte días que estuvo en el hospital después de salir de la UVI, Juan José compartió habitación con un chico y tiene su teléfono. «En los estados de whatsaap compruebo que está bien, pero no hemos vuelto a hablar, quizá para no recordar lo mal que lo pasamos».

El trato que recibió del personal sanitario fue «espectacular»; «no tengo más que buenas palabras, me salvaron la vida y me cuidaron mucho en esos momentos tan delicados». En aquellos días, en el hospital no había servicio de rehabilitación. «Estuve recuperándome en la habitación yo solo, me levantaba, me dieron una hoja con ejercicios y trataba de hacerlos como podía porque estaba hecho polvo y no podía casi andar. Ni diez metros podía mantenerme en pie». Luego, ya en casa, siguió la recuperación con un fisio online y paseaba por el jardín del chalet donde vive. Juan José, que era «gordito» y «un tío grande», perdió 20 kilos con el Covid, que recuperó rápido en cuando pudo moverse y empezar a ganar músculo.

Transcurridos cinco años de aquella pesadilla, lo primero que le viene a la cabeza es que «soy un privilegiado, que he tenido mucha suerte con todo lo que pasó y, sobre todo, que ahora doy importancia a las cosas que son importantes realmente, como es la familia, y pienso que hay que disfrutar todo lo que se pueda porque en un momento -yo, un tío normal, que trabajaba en Madrid, iba y venía todos los días-, la vida te puede cambiar, y te das cuenta de que hay otras cosas en la vida que puedas hacer sin demorarlo mucho».

Volver al trabajo le ayudó a recuperar su vida habitual porque, aunque no precisó de atención psicológica, «te queda la cabeza un poco afectada».

Nunca sabrá como se contagió de Covid. El día antes estuvo comiendo con un montón de amigos, «estuve hablando del Covid con la persona que tenía al lado en la mesa, y del trabajo ninguno se contagió. Repasamos lo que hicimos esos días, que si había uno constipado, hicimos hipótesis, y no tenemos nada claro. Nunca he sido el primero en nada y en esto sí».

Recuerda con cariño al enfermero que estaba con él en el momento en que despertó en la UVI. «Yo no sabía dónde ni cómo estaba; él llamó a mi mujer para darle la noticia». Al llegar a casa, todos los vecinos le aplaudieron, pusieron música, «sentí mucha emoción». Y se despide rememorando su desolación cuando se asomaba por la ventana del hospital y «no había nadie en las calles, ni coches, ni nada. Era como una película de zombis».