TEATRO
La comedia del recibimiento: un canto a la canariedad
Comienza la temporada escénica del Teatro de Rojas de Toledo
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La temporada escénica del teatro de Rojas, salvado el espectáculo de las niñas de Cádiz, que no era precisamente teatro, ha comenzado con La Comedia del recibimiento, una obra del polifacético canario Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538–1610), uno de los más ... altos representantes de la poesía insular de los Siglos de Oro, que también se desempeñó en la música, el teatro y el oficio de clérigo con muy variados cargos a lo largo de su vida. Esta obra, cuya única copia del original se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, representada el 8 de mayo de 1582, es un canto a la historia de las Islas Canarias, aunque su eje motriz, recogido en el título, sea el recibimiento que se le hace en Las Palmas de Gran Canaria al obispo Fernando de Rueda, cuando llega a tomar posesión de su cargo.
Siendo el eje motriz de la obra el citado recibimiento, emocionalmente y con todo el sentido del guanchismo a flor de piel el otro eje, el autóctono, el que se envuelve en la mitología canaria, es Doramas, caudillo aborigen, símbolo de la isla, que en la comedia, pronuncia, con el auxilio del personaje de la Sabiduría, el discurso de bienvenida al nuevo obispo de Rueda, tras disculparse por «su lengua ruda», en el que canta las excelencias de la islas, la bondad de su pueblo y reivindica su propia dignidad. Muy significativas son, asimismo, las muchas referencias al paisaje canario, con la mitificación de la selva, y la apelación a las raíces identitarias del pueblo guanche.
No hay en esta obra mucha acción ni el enredo al que nos acostumbran las comedias de la edad áurea de nuestra literatura. Aquí lo importante es lo narrativo, lo que se cuenta, que lo que se interpreta, aunque los personajes ocupen la escena, interactúen y hablen entre ellos.
La representación que se nos ofrece no es en sí la pura obra de Cairasco, sino una versión muy peinada de la misma por Inma Chacón, que, además de reducir la obra considerablemente hasta dejarla en poco más de una hora de duración, ha traducido su lenguaje, cuasi gongorino, para ofrecer un texto perfectamente asumible y entendible por el espectador actual. Muy buena labor de la versionista, que ha sabido mantener el espíritu del autor y ese canto amoroso a las islas afortunadas y a sus genuinos e irreductibles héroes (representados en Doramas), al tiempo que mantiene ese toque de época que representa el obispo con su vistosa y rica parafernalia a cuestas, que contrasta la blancura de las ninfas o con la desnudez del insurrecto Doramas. Por supuesto los abundantes fragmentos escritos en la lengua aborigen canaria han quedado reducidos al mero testigo de algunas expresiones que se pronuncian en singulares momentos, que resaltan el valor de lo propio y que hoy están tan de actualidad, pues se tiende a exaltar los valores del terruño de cada uno. Cairasco, que era de madre aborigen, conocía bien esta lengua y la llevó a su obra.
Con una escenografía sencilla aunque con un toque imponente y mayestático, cuyo centro ocupará el obispo de Rueda ricamente revestido, la obra va recreando diferentes contextos mediante dos grandes telones que cambian de color con una iluminación adecuada, ya sea la selva de Oramas o el templo de las ninfas y otros espacios y lugares. Llamativo e impresionante es el momento de la aparición del obispo desplegando toda su pompa y boato.
Interpretativamente, el punto sobresaliente es el duelo verbal entre Doramas y el obispo, que viene a simbolizar por un lado la fuerza de las tradiciones y la raigambre popular a la tierra y, por otro, el desafío de la innovación y la modernidad. Es en este enfrentamiento, que se lleva a cabo tal cual una justa poética, donde se puede ir percibiendo los detalles, los argumentos y los valores que en la comedia se defienden y que respiran el aire de una persona tan viajada y cultivada como fue Cairasco que, no por ello, deja de manifestar su amor a la tierra de su madre. Este duelo, también lo es actoral, y yo diría que, en esta partida de ajedrez interpretativo, con jugadas de mucha altura, Maykol Hernández, como Doramas, y Juan Carlos Castillejo, como el obispo de Rueda, han firmado tablas. A buena altura han estado todos los demás, con mención especial al personaje de Sabiduría encarnado con muy buen gusto por Alexia Rodríguez, con una actuación coral de esmerada factura, a la que habría que retocar algunos matices de proyección de la voz, de vocalización y de volumen, pues a veces no se lograba entender bien las expresiones. Es evidente que el verso de Cairasco, aunque esté dulcificado en la versión, tiene sus dificultades.
Si, como se ha señalado antes, la importancia de la historia, del paisaje, de lo héroes aborígenes y hasta del conquistado son importantes, no lo es menos el carácter antropológico y etnográfico de las canciones populares guanches que se revitalizan y se recrean en la música escénica.
Buen trabajo de Rafael Rodríguez en la dirección, tanto de los actores como de los registros para diferenciar bien los caracteres simbólicos que identifican a los personajes y mantener una dinámica adecuada para que el espectador esté atento en una obra en la que lo importante es la palabra y no la acción.
La Comedia del recibimiento, producción, en la que Salvador Collado ha puesto un empeño mayúsculo desde que concibió la idea para sacarla a delante, conforma un espectáculo digno de verse y degustarse con delectación, cuyo sabor más que en la grandilocuencia está en el matiz de los detalles, en el reflejo de ciertas palabras, en los valores de héroes muy humanos y en el canto de amor a una tierra antigua y variopinta como son la Islas Canarias.
Título: Comedia del recibimiento. Autor: Bartolomé Cairasco de Figueroa. Versión libre: Inma Chacón. Dirección: Rafael Rodríguez. Intérpretes: Maykol Hernández, Juan Carlos Castillejo, Alexia Rodríguez, Thania Gil, José Luis Massó, Luis O'Malley, Abraham Santacruz y José Díaz. Músicos: Javier Mederos y Eduardo Corcuera. Escenografía y vestuario: José Luis Massó. Iluminación: José Manuel Guerra. Dirección musical: Isabel Álvarez. Producción: Salvador Collado. Escenario: Teatro de Rojas.
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