'Claveles', un estreno en el Rojas con más esperanza que nostalgia
El público del Teatro de Rojas aplaudió con ganas este trabajo teatral centrado en el combate dialéctico entre dos personajes y un testigo mudo
El Rojas acoge este jueves y viernes el estreno de 'Claveles', una obra para la «esperanza»
'Claveles', de Emma Riverola, es la típica pieza de teatro de la palabra, donde todo el juego reside en el diálogo equilibrado entre dos personajes. Trama y contenido aparte, la obra cobra vida en los múltiples registros teatrales que tiene que encarnar el ... nada fácil personaje que representa Silvia Marsó y el más moderado en el tono y en la forma de Abel Folk. Es el teatro donde se argumenta, se habla sin atropellos, se conversa, se expone y se razona lo que ha puesto la autora en el texto. Y todo se hace con naturalidad, sin sobreinterpretación, como si el encuentro de ficción estuviera ocurriendo en la realidad de esos personajes que fueron jóvenes hace cincuenta años y que ahora se encuentran para descubrir sus secretos. No se puede decir que la obra tenga el perfil de una comedia total y tampoco es un drama, es más bien un mosaico de recuerdos, de verdades que se han ocultado, de emociones, actitudes vitales, valores y contravalores que se hacen presentes en el encuentro de dos de las personas -Javier y Violeta- que constituyeron el trío de amigos que vivieron en Lisboa el famoso 25 de abril de 1974 en primera persona y aquella primavera política ilusionante. Ramón, el tercer personaje, tan presente en la obra como los otros dos, acaba de morir.
El contenido nos relata, con ligeros tópicos, cincuenta años de historia. Pero no es el marco romántico de la revolución de los claveles lo que importa, sino la relación y la vida que han llevado los tres personajes: Violeta, Javier y el no presente Ramón (esposo de Violeta, muerto cuatro días antes del encuentro). Aquellos personajes jóvenes e ilusionados con el mundo por delante para cambiarlo manifiestan su compromiso político de cambio democrático, pero sin profundidades, y devienen en intelectuales y escritores dos de ellos y en político profesional el tercero, que incluso llega a ser presidente del Gobierno en una corta y truncada legislatura.
La pieza se centra en el encuentro, tras cuarenta años sin verse, de Javier cuando visita a Violeta con un ramo de claveles en recuerdo no sabemos si del marido de Violeta muerto o quizá de aquella hermosa revolución. En la conversación, que es el contenido de la pieza, se ponen las cartas boca arriba y salen a relucir las cuestiones propias de las relaciones humanas en el restringido mundo de unas personas que fueron amigas; ahí estarán los amores, las frustraciones, los engaños, las traiciones, los rencores, las ambiciones políticas, las utopías imaginarias, las decepciones personales y colectivas, el realpolitik y todo aquello que estamos acostumbrados a ver en ese mundo de la gente bien, pues en la obra no se ve al pueblo por parte alguna. Y por supuesto entran temas que no pueden faltar en las obras actuales: un punto necesario de feminismo, un intento de violación, una dosis de machismo, alguna referencia al cambio de tendencia sexual, una leve crítica a lo que sería la transición hacia la democracia en España en relación a las mejoras de libertades y derechos, que no fueron iguales para el hombre que para la mujer, puesto que eran ellos quienes tomaban las decisiones. Lo teatralmente importante quizá venga a ser, más que lo histórico o lo político, todo aquello que tiene que ver con la expresión de las emociones. Y no es desdeñable el sentido del humor y esos golpes dramatúrgicos que proporcionan los aullidos de lobo, que en alguna ocasión son del perro del vecino, que tanto asustan al personaje Javier. También se vale, para caldear el ambiente, de las referencias que tienen que ver con el mundo que vivimos, pero todo muy diluido. El sesgo final, como si quisiera volver a aquel 25 de abril de 1974, hoy ya imposible, viene a ofrecer no la nostalgia del pasado sino un rayo de luz que se convierta en un atisbo de esperanza.
Abel Folk, director y actor, realiza un loable trabajo en el manejo de los personajes, dejando claro que el que él representa (Javier) es de menor categoría intelectual y moral que el que ha dibujado Enma Riverola para Silvia Marsó (Violeta). Javier termina pareciendo un mediocre más bien plano, asustadizo, pragmático y de pocos valores reconocidos. Folk con su dirección en interpretación le hace un traje a la medida y ese es su gran logro en esta obra. El personaje que representa Silvia Marsó (Violeta) es más complejo; al inicio se muestra inflexible y esquivo y, a medida que discurre la obra, se irá humanizando al tiempo que explica lo que realmente ocurrió: un suceso traumático y la imposibilidad de desarrollar su vida política como militante de izquierdas con un proyecto propio dentro del partido, y todo por ser mujer en una concepción machista de los partidos de aquellos años (entiendo que de la primera época democrática más que en la actual, en donde la paridad es algo común en la izquierda). Estas situaciones en la vida del personaje exigen que la interpretación sea un trabajo arduo con cambios de registro permanentes para hacer del personaje no un muñeco de cartón piedra, sino alguien creíble. La Marsó lo consigue y ese es su éxito.
'Claveles' se representa en una escenografía minimalista muy elegante, donde el telón de fondo, que representa un bosque, y los elementos escenográficos que retratan el interior de una casa moderna con un simple diseño de luz, son suficientes para crear el ambiente que el espectáculo necesita.
El público del Teatro de Rojas aplaudió con ganas este trabajo teatral centrado en el combate dialéctico entre dos personajes y un testigo mudo. Seguro que el espectáculo estrenado en Toledo, nada revolucionario por otro lado, aunque recuerde la de los claveles, tiene un buen recorrido por los escenarios españoles.
Ver comentarios