Hazte premium Hazte premium

El tesoro centenario de la biblioteca

El piano de cola que reposa en la sala de conferencias de la Biblioteca de Castilla-La Mancha fue fabricado en 1919 en Hamburgo por la prestigiosa empresa Steinway & Sons

Leonardo Pizzolante afina el piano centenario de la Biblioteca Casatilla-La Mancha Ana Pérez Herrera
Elisabeth Bustos

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Leonardo Pizzolante (Venezuela, 1956) puede presumir de haber hecho de su pasión su profesión. En su maleta de trabajo siempre lleva varios destornilladores sin ser mecánico, porque, como él reconoce, «no me gusta tener las manos llenas de aceite». Su trabajo es más sutil, requiere de una mayor precisión y destreza pero, sobre todo, de un buen oído. Leonardo es afinador de pianos.

Diplomado en la academia Yamaha de Hamamatsu (Japón), este venezolano con orígenes italianos lleva más de 30 años trabajando entre cuerdas, clavijas y manijas, revisando la mecánica interior de estos instrumentos musicales. Reconoce que fue todo un descubrimiento «encontrar en los pianos la posibilidad de desarrollar ese amor que sentía hacia la artesanía», y desde hace diecisiete años recorre todo el territorio nacional visitando conservatorios, escuelas de música y a particulares para poner a punto sus pianos.

Nacido en una familia de músicos, Leonardo creció junto a un ejemplar de la marca norteamerica Steinway & Sons, una compañía que fabrica pianos de máximo nivel. Una firma cotizada de la que, para sorpresa de muchos, se puede disfrutar con el piano que hay en la sala de conferencias de la Biblioteca de Castilla-La Mancha , una institución que este año celebra su 20 aniversario.

Cada piano tiene su personalidad, y el de la biblioteca tiene alguna particularidad, como el momento y el lugar de su construcción. Fue fabricado en 1919 en Hamburgo (Alemania), cuando el país se encontraba inmerso en una gran crisis económica tras su derrota en la I Guerra Mundial y tenía que hacer frente al pago de indemnizaciones a los vencedores.

En ese clima de necesidad se gestó el piano de la biblioteca, cuyos martillos fueron recubiertos con piel de conejo debido a la falta de lana de oveja, que estaba destinada a los uniformes de los militares. La solución funcionó, tal y como indica Pizzolante, y además dotó al piano de una personalidad propia, ya que, al no tener tanta fuerza, su sonido es «más suave ».

Años en un almacén

En España, años antes de la Guerra Civil se elaboró un decreto por el que se obligaba a dotar a cada biblioteca provincial de un piano. El ejemplar al que Pizzolante le tiente tanto cariño estuvo en Madrid y después viajó hasta la Biblioteca Pública del Estado que estuvo en el Miradero de Toledo.

El piano, que también fue guardado en un depósito tras la guerra, siempre ha estado en buenas manos. Juan Ramón Martínez , un compañero de profesión de Leonardo, lo descubrió en el almacén. «Él se ocupó de revisarlo durante unos años, pero luego se volvió a descuidar. Tiempo después regresé al lugar por encargo del conservatorio de música ‘Jacinto Guerrero’; lo desarmé, limpié, ajusté y el piano volvió a entrar en acción. Este piano, que tiene un bello atril tallado, ha tenido mucha suerte; los pocos técnicos que lo han cuidado han sido personas responsables que no han modificado lo original», se alegra.

Sin embargo, esta pieza centenaria está algo desgastada y está «débil». Leonardo lo afina un par de veces al año durante dos horas aproximadamente, aunque reconoce que «voy alguna que otra vez más». El ejemplar sigue manteniendo sus cuerdas de acero y sus teclas originales de marfil, por lo que aguanta mucho la afinación al no haber, además, grandes contrastes de temperatura. Pero tiene ciertos achaques, como es lógico. «El piano es como una persona que está débil, pero sabe que esa debilidad se va a quitar comiendo bien. Es decir, cambiando las cuerdas, revisando los muelles y la mecánica, el piano se vuelve a recuperar, inclusivo puede llegar a ser mejor que cuando se compró. La explicación es sencilla: la madera se envejece y el sonido es más cálido », explica.

Un piano nuevo de esta marca puede llegar a costar 80.000 euros. El de la biblioteca necesita un lavado de cara que podría rondar los 15.000 euros, aunque el verdadero valor de este instrumento no estriba en lo económico, sino en «saber que es un gran instrumento musical».

¿Qué siente al estar frente a frente con el piano? «Lo siento como un amigo fiel; es un buen piano que sientes que te vas a entender con él. Es una gran experiencia trabajar un par de horas y, después de hacer las pruebas oportunas, suena de otra manera y es como que te agradece lo que has hecho por él».

Durante estos años, grandes nombres del panorama musical, como Martin Berkowitz, Marisa Montiel, Nicole Afriat o el Premio Nacional de Música Luis Galve , han presionado las teclas de este Steinway. El próximo martes, 20 de noviembre, este piano centenario volverá a sonar en la Biblioteca de Castilla-La Mancha gracias a los conciertos programados en el ciclo «100 años de nuestro piano».

Será el joven pianista Miguel Rodríguez del Álamo , con un recital titulado «Sonatas y Sonadas», quien tendrá de nuevo el honor de acariciar sus teclas. «Impone bastante porque tiene mucha historia y, a pesar de su antigüedad —asegura—, responde muy bien al pianista porque esta restaurado y la sensación es maravillosa».

Esta funcionalidad es sólo para suscriptores

Suscribete
Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación