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Pagliacci, el drama dentro del drama

Los espectadores del Palacio de Congresos de Toledo parecieron acabar contentos en una ópera que no se hace larga

Diego de Palafox

Título: Pagliacci (Payasos) . Autor: Ruggero Leoncavallo. Compañía: L.G Artist Management en colaboración con la Ópera de Moldavia . Solistas: Nester Martorell, Ximena Agurto, Matteo Jin, Vladislav Lysak y Viktor Naitsky . Escenario: Palacio de Congresos El Greco .

Pagliacci (Payasos) es una ópera en dos actos con texto y música de Ruggero Leoncavallo (1835-1919). La historia que narra se encuadra en la dirección naturalista de la ópera que, oponiéndose a la concepción idealisticorromántica del drama musical, especialmente wagneriano, toma los asuntos de la vida cotidiana y no desdeña la facilidad ni la vulgaridad de los medios de expresión con tal de lograr el efecto inmediato. Se quiere que el espectador no juzgue y goce estéticamente el hecho artístico, sino que viva los acontecimientos representados en la escena como si pertenecieran a la vida real. Esta mezcolanza de arte y vida en Pagliacci (Payasos) no solo queda explicada por los procedimientos artísticos en que se basa la ópera, sino ejemplificándola en cierto modo por el mismo argumento, que culmina precisamente en el momento en el que los actores vagabundos, protagonistas de la acción, representando una escena de celos, dan rienda suelta a sus verdaderas pasiones. Tristemente para nuestra sociedad, el argumento de la obra, cuya escena final es la muerte de la esposa a manos del marido celoso, es algo que tenemos con frecuencia en los informativos de los medios de comunicación.

Los propósitos del autor, por lo demás, quedan explícitamente enunciados en el prólogo: «El autor ha intentado…pintaros un trozo de vida». La acción tiene lugar en Calabria. Una compañía de actores de feria, compuesta de Canio, el director; de Nedda, su mujer; de Tonio y de Beppe, planta sus tiendas y su escenario en un pueblecito para dar una representación. Antes del espectáculo, Nedda tiene una cita con su amante Silvio. Canio, advertido por Tonio, sorprende a los amantes; Silvio escapa huyendo. En el segundo acto se asiste a la representación. (Estamos pues en el teatro dentro del teatro o en el drama dentro del drama). La situación en la escena es análoga a la real en la vida de ellos; Colombina (Nedda) recibe en su casa a su amante Arlequín. Pero el Payaso (Canio), su marido, la sorprende. Mientras Nedda continúa representando el papel de Colombina. Canio vive de veras su situación de marido traicionado y la mata y mata también al amante. Los espectadores quedan estupefactos.

La ópera, rica de todos los elementos más propios para hacer presa inmediatamente en el ánimo del gran público, gozó y sigue gozando de gran popularidad. Evidentemente el asunto nos chirría hasta enfurecernos, pero la música es de las que llega al fondo del alma. Sin duda es la hermosa y expresiva partitura de Ruggero Leoncavallo, más que la historia, lo que ha permitido que Pagliacci sea una de las obras del género querida y apreciada por los amantes de la ópera de todo tiempo. Sus melodías, unas tan líricas y poéticas y otras tan tensas, agitadas y violentas, son verdaderamente inmortales.

Lo que he contado es la teoría de Pagliacci, la historia . Otra cosa es la producción que hemos visto y oído en el Palacio de Congresos El Greco, dentro del programa del Patronato del Teatro de Rojas. Aunque estaba traducida en subtítulos, con frecuencia se oían poco bien algunas de las voces, en especial la de la soprano, que quedaba ocultada por la música. (Ya hemos contado muchas veces que en este escenario, al no haber foso para la orquesta, cuando esta toca un poco fuerte se come las voces; si a esto se suma que el escenario carece de concha acústica, pues a un mal se suma otro, y las voces se proyectan mal si los cantantes no se sitúan en la embocadura).

Girar una ópera para representaciones de un solo día en un escenario es harto difícil, si queremos encontrar una escenografía y una dramaturgia trabajada. Hay buena voluntad y buena música, a veces. En esta ocasión la orquesta ha estado muy correcta, afinada, con un buen empaste y con un grupo de cuerdas que sonaba divinamente; todo ello con una dirección muy sutil y muy bien marcada. Fue lo más gratificante del espectáculo.

Dada la variedad de registros que se requieren para representar emociones que van desde el amor hasta la ira, la pena o la tragedia, se precisa una buena ejecución vocal y no hay que olvidarse de la interpretación. Las voces fueron aceptables, las que se oían; entre ellas, se puede destacar la del barítono Matteo Jin; Nester Martorell perfiló bien su dramático papel como celoso, si bien la escena final estuvo carente de la convincente emocionalidad que requería. La interpretación fue otro cantar ante una dramaturgia inconsistente y verdadero punto débil del espectáculo. El coro de Guadalajara, muy nutrido, de personas, no lo fue tanto en su protagonismo canoro.

El auditorio del Palacio de Congresos El Greco registró media entrada y los espectadores parecieron acabar contentos en una ópera que no se hace larga.

El patronato del Teatro de Rojas debiera ir pensando en trabajar en una programación de ópera y zarzuela con cierta estabilidad y dando a estos géneros un protagonismo especial; público hay para ello. Hay que trabajar en profundidad, no solo programar con facilidad las dos o tres cosillas habituales que hay en el mercado más popular. También existe la ópera en concierto, la ópera de cámara, la ópera para jóvenes incluso para niños, los recitales de ópera, y lo mismo de zarzuela. Incluso se podría hacer una programación con una calidad media alta. Toledo lo merece y la educación musical lo necesita. Pero esto tiene que ser algo bien pensado y sostenido en el tiempo y no flor de un día. Ahora que tenemos casi cuatro años de legislatura por delante se podrían ir pensando estas cuestiones. Así mismo hay patronatos de teatros que trabajan más y lo hacen con la sociedad y para la sociedad y no solo se dedican a realizar la programación para la escena; ponemos como ejemplo el de Valladolid, y seguro que los responsables conocen muchos otros en los que fijarse. Toledo tenemos la sensación de que lleva años estancado en lo mismo y es la hora de ir de más a mejor. Nos parece necesario un cierto “aggiornamento” que demuestre un avance y un progreso. El público de hoy no es lo mismo que el de hace veinte años. Y se sigue haciendo lo habitual, lo rutinario, lo de entonces. Esto, por supuesto, es nuestra opinión como espectadores de la cultura, pues nosotros ni dirigimos ni manejamos los presupuestos.

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