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REPORTAJE

El hombre de la foto

Ricardo Martín lleva toda su vida haciendo fotos. Acumula más de 50.000 imágenes, solo en formato analógico, que ahora donará a la Biblioteca de Castilla-La Mancha

Ricardo, en el sótano de su vivienda en Cobisa, con algunas de las muchas diapositivas que guarda ANA PÉREZ HERRERA

JUAN ANTONIO PÉREZ

El sótano de una vivienda en Cobisa guarda un tesoro, pese a que su todavía encargado de custodiarlo diga que ni siquiera merece un reportaje. ¿Lo merece una persona que se ha tirado toda su vida apretando el botoncito y haciendo fotos, y que solo en formato analógico acumula más de 50.000 imágenes ?

Juan Sánchez, el director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha , cree que sí. Por eso hace unos días, Sánchez convocó a los medios de comunicación para anunciar que Ricardo Martín García (Madrid, 1951), el poseedor de ese inmenso archivo, había decidido donar a la biblioteca todos sus recuerdos.

Como contraprestación, desde la Consejería de Educación, Cultura y Deportes le han prometido a Ricardo que digitalizarán las 50.000 imágenes y que le montarán una exposición con algunas de esas instantáneas.

¿Por qué la donación? «Con todo lo que tengo no puedo ir a ningún lado y, si me voy, ¿qué hago con ello? Es una pena que se pierda»

«Con todo lo que tengo, no puedo ir a ningún lado y, si me voy de aquí (de Cobisa), ¿qué hago con ello? Es una pena que todo el trabajo se pierda», cuenta Ricardo, que resta importancia a su gesto altruista.

A este madrileño, funcionario de la Junta de Comunidades jubilado desde 2012, siempre le gustó eso de hacer fotos. «Yo empecé desde crío. En la casa de mis padres, revelaba en blanco y negro en el cuarto de baño . Recuerdo que las primeras fueron con una cámara que me regaló mi padre, yo tendría 13 ó 14 años, y era una máquina rusa, con un carrete de seis por seis», cuenta.

Un año recorriendo la región

En 1984, junto con su mujer Manuela, también funcionaria de la Junta de Comunidades, Ricardo se vino a Toledo. «En la Junta estábamos empezando con la autonomía y había que hacer trabajos fotográficos. Como no tenían a quién encargárselos y yo era funcionario, pues les vino de perlas. Estuve un año recorriéndome la región y haciendo fotos de centros de salud y de otras inversones que se hacían», recuerda. Y así empezó, pasito a pasito, a crear un archivo y a participar en concursos de fotografía.

Su relato es el de un enamorado y Ricardo transmite esa pasión cuando habla: «Cuando llegué, lo que más me llamó la atención de Toledo fueron los cielos. Me tiré dos o tres años haciendo fotos de cielos. Entonces vivíamos en Olías del Rey, y había unos amaneceres y unos atardeceres espectaculares. Es que Toledo cambia mucho: de día, de noche, con las estaciones… sobre todo tiene un amplio espectro de luces».

Ricardo Martín posa con algunas de sus cámaras ANA PÉREZ HERRERA

A Ricardo lo que más le gusta captar son los paisajes y la arquitectura de las ciudades. «Ahora, con el digital, he empezado a hacer retratos en blanco y negro». Pero no es lo mismo, macho. ¡Ay, aquellos tiempos en los que no se había inventado el digital! «Es que son dos mundos diferentes. Yo soy del analógico, el digital lo hago porque no tengo más remedio, pero no disfruto como con el analógico. Las fotografías no son iguales. El hecho de hacer una foto sin saber lo que iba a salir hasta que no fuera revelada le daba una especie de misterio. Con lo digital, hagas lo que hagas luego puedes dejar la foto perfecta, con lo cual ya no es un trabajo de cámara, sino de ordenador», cuenta con nostalgia.

«Soy del analógico, el digital lo hago porque no tengo más remedio. Se ha perdido el misterio del revelado»

Ricardo Martín ha publicado cuatro libros de fotografías: Cielos de Toledo (2006), Toledo entoldado (2008), Diálogos de agua y piedra: Venezia y Toledo (2011) y Madrid y Nápoles. Dos ciudades y un solo corazón (2015). Ahora está trabajando en un quinto, del que solo puede adelantar que hay fotos de Salamanca.

En el sótano de su vivienda en Cobisa (por cierto, en venta por si a alguien le interesa, ya que él y su mujer se quieren volver a Madrid ahora que ya están jubilados), se apilan cientos de libros, cada uno de ellos con un esquemático nombre: Soria, Vitoria, cielos, plantas, Picos de Europa... Ahí están concentradas, en las estanterías de una habitación, las vidas enteras de Ricardo y Manuela.

A Ricardo Martín lo que más le gusta fotografiar son los paisajes ANA PÉREZ HERRERA

—¿Por qué esa necesidad compulsiva de dar al botoncito de la cámara?

—Es muy difícil explicarlo. Quizá, es que tengo visión fotográfica y, cuando salgo de viaje, mi visión es ver qué fotografía puedo captar. Es una necesidad de expresión.

—¿Nunca pensó en dedicarse a la fotografía de forma profesional?

—No, por una razón: siempre me ha gustado hacer lo que quiero, no lo que me mandan. He hecho bodas de amiguetes y esas cosas, y lo he pasado muy mal por la responsabilidad. No soy profesional, no sé si el trabajo que hago les va a gustar, y basta que me encarguen algo para que no lo haga a gusto.

—Se ha debido de gastar un montón de dinero...

—Una de las cosas buenas que ha traído lo digital es el ahorro de dinero. No tenemos hijos y todo nuestro dinero se ha ido en viajes y fotos. Imagínese antes lo que eran los carretes. En viajes de tres o cuatro días, gastábamos doce o trece carretes de 36 diapositivas. Todo esto ha sido por amor al arte.

— ¿Qué le hubiera gustado fotografiar y no ha podido hacerlo?

—Pues alguno de los sitios a los que no he ido. He viajado mucho, pero, por ejemplo, no he cruzado el charco y me habría gustado ir a países que tienen mucha naturaleza, como Canadá.

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