Don Amalio

Aunque él tenía trabajo y consulta propia en Madrid, donde se formó como ginecólogo y tenía un gran futuro asegurado, decidió volver a su tierra toledana.

Aquí ha ayudado a miles de mujeres en sus embarazos y partos como cirujano oncológico excepcional, que nunca daba una paciente por perdida y, cuando no había manera de vencer a la enfermedad, acompañando a la paciente y a la familia hasta la muerte, como sólo los grandes médicos saben hacerlo.

Para muchas mujeres ha sido un confesor, a quien se confiaban para contar sus problemas más allá de la medicina y para las que siempre tenía un rato para escuchar, aconsejar y consolar.

Muere con las botas puestas, como él quería, con su consulta todavía abierta y preocupado el día que ingresó por las pacientes que tenía citadas al día siguiente. Era su pasión y nunca quiso cerrarla. Decía que él sólo sabía ser médico.

Persona muy querida, siempre con su pueblo, Manzaneque, por delante, que ha sabido reconocer en vida su valía, dedicándole hace años una calle, de la que se sentía muy orgulloso y siempre enseñaba a sus nietos cuando íbamos a comer al 'Rincón del Cojo'.

Precisamente sus seis nietos, que le quieren con locura, han sido su mayor alegría en los últimos años. Cómo se encendía su sonrisa cada vez que los veía era la mejor recompensa para ellos.

Gran aficionado del Atlético de Madrid , el pasado domingo veíamos juntos el partido contra el Barcelona, que perdimos, cómo no. Ha muerto sin ver a su Atleti del alma ganar la Champions. Pero por eso era del Atleti, no era hombre que le gustaran las cosas fáciles como a otros. Él ponía en todo coraje y corazón.

Su esposa Mari Carmen, Mari , como la llamaba él constantemente a veces hasta la extenuación, ha vivido por y para él, y ha sido la gran mujer y madre que ha sabido esperar paciente en el coche con los niños mientras visitaba a una paciente, suspender vacaciones o viajes porque una enferma no iba bien y cuidar de la casa y de la familia para que él pudiera dedicarse por completo a su labor.

Su tres hijos, Marta, Amalio y Lucía, le han querido y respetado con pasión y lloran su pérdida orgullosos del padre que han tenido.

Marta, ginecóloga también, ha sabido continuar la saga familiar con el mismo espíritu de entrega por sus pacientes que ha heredado de su padre. Para ella no hay noches ni fines de semana , entrega su teléfono personal a todas sus pacientes con problemas complejos, para que en cualquier momento de duda puedan consultar con ella y tranquilizarlas, y es capaz de renunciar a todo por ayudar a alguien que la necesite.

Es una medicina vocacional y centrada en el paciente, que es tuyo y ha confiado en ti, no del hospital o de la institución. Esta medicina personalizada , tan alejada de la medicina tecnificada y funcionarial que cada vez nos invade más, donde muchas veces no conoces el nombre del médico que te atiende (o de los muchos médicos que lo hacen, porque cada día toca uno distinto), es la que siempre defendió Don Amalio y por la que hay que luchar. Eso no quiere decir que no se trabaje en equipo, lo cual es muy importante, pero siempre el paciente y la familia tienen que conocer quién es el médico responsable de su proceso, a quién dirigirse y en quién depositar su confianza.

La medicina es un arte, además de una ciencia, y hoy nos ha dejado uno de los grandes artistas médicos que ha tenido esta tierra.

Andrés Barriga es médico.