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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

La Oca estaba en Toledo

Luis Dévora invita a recorrer Toledo como un gran tablero del popular juego

Fragmento de la portada del libro de Dévora

ANTONIO LÁZARO

Recuerdo aquellos Juegos Reunidos Geyper, magníficos: en una pequeña cajita multicolor cabían bien plegados todos los juegos de mesa imaginables; no daba tiempo a jugarlos en su totalidad. La Magia Borrás, rutilante entre los demás regalos de Reyes, brillaba sobre los paquetes de coruscantes lazos plateados en el sofá de escai verde del despacho de la casa de mis abuelos en Madrid. Mi hermano juraba y perjuraba que había visto al rey Baltasar colocarlo personalmente en mitad de la noche. ¿Qué cómo había entrado? Pues, ¿cómo iba a ser? Por la ventana de un primer piso, alzándose sobre la silla de su camello. Lo que nunca respondió es a cómo lo había podido ver, si dormíamos al otro extremo del pasillo. El parchís era muy entretenido, una opción segura para las tardes de lluvia. Y el palé nos enseñó los primeros rudimentos del mío / tuyo, ganar / perder, vender / comprar: toda esa maraña (y morralla) materialista que, luego, parece imponerse en la vida adulta. Trepidante el scalextric: yo era Jorge de Bragation, el único español que llegó a pilotar en mi infancia tardofranquista un Fórmula 1. Pero indudablemente, el rey de los juegos, el que aglutinaba a toda la familia, abuelos, papás, pequeños, poniéndonos a todos a soñar y volviendo niños a los mayores y mayores a los niños, era la Oca.

Cuando empezó a ponerse de moda la literatura, ensayos ante todo, sobre temas simbólicos y mágicos, que yo recuerdo como en los 80 tras el gran boom de Gárgoris y Habidis de Fernando Sánchez Dragó, creo que se lanzaron algunas interpretaciones en clave esotérica e iniciática del Juego de la Oca, como metáfora del arduo camino de la vida: caídas y levantamientos, avances y retrocesos, éxitos y ruinas, pozos y posadas, cúspides y simas, cárceles y oasis. A través de las brumas del tiempo, recuerdo que había interpretaciones que lo asociaban al camino de Santiago, añadiendo al aspecto lúdico y familiar, de juego de mesa camilla, un componente de crecimiento y transformación espiritual y personal.

Entre Cuenca y Tarancón, siguiendo la carretera (hoy autovía) que conduce tanto a Toledo como a Madrid, se bordea un tramo del río Riánsares, el río de los Ánsares, un bello y recoleto afluente del Záncara. Siempre lo asocié al mágico juego de la Oca. Ahora, tras haber leído el libro de Luis Dévora, con su bella hipótesis y su fascinante argumentario, comprendo que no andaba tan descaminado: el Juego de la Oca transcurre en Toledo, una meta de ese viaje. Toledo: río de piedra de los ánsares, mar de niebla por donde navega la nao de nuestras vidas. Estas ideas, este programa simbólico los ha reunido Luis Dévora en un precioso libro (en cuanto objeto en sí pero más en cuanto a su trascendencia y usos posibles), que ahora está al alcance de todos.

De todos, sí. La frase inolvidable, el mantra que queda indeleblemente grabado en el alma tras haber jugado alguna vez de niño a la oca es este: 'de oca a oca y tiro porque me toca'. A mí, a mi yo personal e individual, pero también a todos y cada uno porque todos y todas jugamos nuestra Oca, tenemos todas y todos por delante el duro y maravilloso oficio de vivir, como escribió Pavese. Todos hemos de adentrarnos en nuestro particular Toledo. A todos nos va a tocar agitar el cubilete y lanzar nuestros dados.

Es un libro el de Luis Dévora que sintetiza una gran carga de simbolismo y de leyendas, asociada a enclaves urbanos y monumentos de los que se da oportuna, amena y resumida cuenta. Con lo cual cumple con el subtítulo ('un viaje iniciático por la Ciudad Mágica') y aporta, además, una guía muy amena y completa, profusamente ilustrada por Jesús del Viso, de la ciudad con mayor concentración patrimonial por metro cuadrado. Finalmente, es también un juego, el juego de la Oca de toda la vida, localizado cien por cien en escenarios toledanos, lo que permite esa reunión familiar física y presencial, tan conveniente en estos tiempos holográficos y virtuales y un sí es no, irreales. Es un libro que se dirige al niño, al héroe, al soñador que un día fuimos y que no debemos dejar de ser.

Luis Dévora con este nuevo libro, que se inserta en su programa editorial y cultural Universo Oculto, comparte una sagaz, profunda y a la vez, lúdica mirada sobre Toledo, que renueva la percepción ilimitada y poliédrica de la Ciudad Mágica. Antes, ha explorado, entre otras actividades y pesquisas, un episodio culminante de la rica interacción entre mística y literatura que atesora Toledo: la noche oscura de la misteriosa fuga de su presidio en el Carmen calzado por parte de San Juan de la Cruz, que se plasmó en su libro El refugio de la noche oscura, que tuve el placer de prologar. En su minuciosa reconstrucción de aquella noche mágica y decisiva acuña el concepto de 'Calle de la Mística', para una céntrica rúa toledana en la que coexisten y perduran momentos de máxima creatividad de genios como el ya mentado poeta, Teresa de Jesús, El Greco o Rodrigo Cota, primer autor de La Celestina. Este divulgador científico, investigador y promotor cultural, arraigado en Toledo, nos ofrece ahora una versión totalmente innovadora de un juego de toda la vida, que puede cambiar la nuestra. Desplieguen el tablero y agiten su cubilete. Les toca a ustedes.

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